NoticiaActualidad Con nuestra confianza puesta en Dios Publicado: 11/09/2006: 214 Homilía del Sr.Obispo • Homilía en el Pontifical de la Patrona de Málaga y su Diócesis Estamos al comienzo del curso pastoral. El descanso ha constituido una ocasión más para profundizar en nuestra vida de fe. Y ahora, de la mano de Santa María de la Victoria, Madre y Patrona de la Diócesis, vamos a continuar las actividades pastorales. Deseamos proclamar al hombre del siglo XXI que Dios sí existe, que nos ha creado y nos espera más allá de muerte, que se preocupa de nosotros, nos acompaña en nuestro caminar, nos ama con su pasión tierna de Padre y se ha hecho presente en nuestra vida en la persona de Jesucristo. 1.- "Renovados en las fuentes de la gracia, humildemente te pedimos, Señor, que por la fuerza de la Eucaristía y por la intercesión de la Santísima Virgen, vivamos cada día más unidos a Cristo". Estas palabras de la postcomunión de la misa, expresan mis sentimientos y seguramente los de quienes nos hemos congregado a las plantas de Santa María de la Victoria, nuestra Madre, para honrarla e implorar su protección. Porque la misión de la Virgen en la historia de la salvación no acabó con el alumbramiento de su Hijo. Ella es ciertamente la Madre de Dios, la puerta por la el Hijo de Dios entró en la historia humana, pero es también la Madre de la Iglesia, que nos acoge, nos lleva a la presencia de Jesucristo y nos dice con dulzura, como a los servidores en las bodas de Caná: "Haced lo que Él os diga". ¿Y qué nos dice el Señor a la Iglesia de Málaga? Estamos al comienzo del curso pastoral. El descanso ha constituido una ocasión más para profundizar en nuestra vida de fe. Y ahora, de la mano de Santa María de la Victoria, Madre y Patrona de la Diócesis, vamos a continuar las actividades pastorales. Deseamos proclamar al hombre del siglo XXI que Dios sí existe, que nos ha creado y nos espera más allá de muerte, que se preocupa de nosotros, nos acompaña en nuestro caminar, nos ama con su pasión tierna de Padre y se ha hecho presente en nuestra vida en la persona de Jesucristo. Este año, la tarea evangelizadora de nuestras parroquias y comunidades tiene por marco de referencia el Proyecto Pastoral Diocesano: "Fortalecer y transmitir la fe". En medio de un mundo que se ve sacudido por un hondo proceso de secularización, somos conscientes de que la mejor aportación que podemos hacer los creyentes al progreso de nuestro pueblo consiste en hablarle de Dios y en ofrecerle senderos por los que pueda ir a su encuentro. Sabemos que existen fuerzas y tendencias muy poderosas, interesadas en oscurecer su presencia. Y al contemplar la violencia que existe en nuestro entorno, la situación que lleva a miles de inmigrantes a jugarse la vida para conseguir un pedazo de pan en nuestros pueblos y ciudades, el atropello de los derechos humanos en muchos países, el individualismo que se ha instalado en la sociedad española y la amenaza, en el mismo seno de las madres, para los niños no nacidos, nos vemos tentados a desconfiar y a caer en el desaliento. Pero entonces miramos a María, pequeña y sola, y descubrimos que también hoy es "para el mundo esperanza y aurora de salvación", pues nos enseña que las fuerzas del mal no son invencibles. Igual que Ella, nos sentimos desarmados, indefensos y débiles en medio de un contexto histórico desorientado y, con frecuencia, hostil a toda propuesta religiosa, pero contamos con la fe. Sin embargo, sabemos por experiencia que la fe tiene sus momentos de oscuridad y que la tentación puede llevarnos al conformismo y a la desesperanza. Por eso hemos elegido como objetivo del Proyecto Pastoral Diocesano "fortalecer la fe" de todos y cada uno de nosotros. ¡"Feliz la que ha creído que se cumplirían todas las cosas que le fueron dichas de parte de Dios"!, le dijo Santa Isabel a la Virgen, y nos dice hoy a cada uno de nosotros. ¡Feliz todo el que no se deja seducir por las promesas engañosas de un mundo sin Dios, cerrado sobre sí mismo! Verdaderamente somos muy afortunados los que celebramos el nacimiento de María y creemos que "de Ella salió el sol de justicia, Jesucristo, nuestro Dios". 2.-"Porque Ella concibió al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo y derramó sobre el mundo la luz eterna", como dice un Prefacio que se recita en sus fiestas. Pues Jesucristo es modelo de vida para sus seguidores, que intentamos hacer nuestro el estilo de Jesús; es Maestro, el único Maestro que nos habla de Dios y el hombre, con palabras llenas de fuerza y de novedad. Pero Jesucristo es infinitamente más. La clave para comprender su misterio hay que buscarla en estas palabras: "María concibió al Hijo de Dios por medio del Espíritu Santo". Porque la identidad más profunda de Cristo consiste en que es el Hijo unigénito del Padre desde toda la eternidad; Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, que se hizo hombre en el seno de María. Vino a mostrarnos el rostro amigo de Dios, a perdonar nuestros pecados y hacernos partícipes de su Divinidad. Por eso, no sólo nos da ejemplo y nos enseña cómo debemos vivir, sino que nos da la posibilidad de vencer al pecado y a la muerte. Mediante su amor al hombre, que le llevó a dar la misma vida por nosotros, y su resurrección, unió definitivamente al mundo y al hombre con el mismo Dios. Fue, con palabras del Papa Benedicto XVI, una especie de salto cualitativo que nos hizo partícipes de la naturaleza y de la vida divinas. Por eso confesamos que no sólo ha vencido la muerte, sino que, si nos abrimos a su presencia, transforma nuestro corazón con el don del Espíritu Santo,. El sentido pragmático de la cultura contemporánea, basada en la eficacia y en los resultados, nos contamina y nos lleva a buscar frutos visibles de la fe. Y ciertamente no hay que olvidar que la fe se conoce por sus obras. Pero semejante actitud nos puede inducir a valorar poco los sacramentos y a olvidar que la Liturgia, es "la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y la fuente de donde mana toda su fuerza" (SC 10), porque "robustece las fuerzas para predicar a Cristo" (SC 2). La celebración de los sacramentos es fundamental para vivir nuestra fe y deriva de esta certeza: que Jesucristo "está presente en su Iglesia sobre todo en la Liturgia" (SC 7), donde realiza hoy para nosotros la obra de la redención (SC 2). Es necesario que profundicemos en la doctrina, en la comprensión intelectual y cordial del misterio de Cristo, para dar razón de nuestra esperanza al hombre de hoy. También, que apostemos por la caridad afectiva y efectiva, en un mundo individualista, que ha renunciado a la solidaridad y a las utopías más hermosas. Pero sólo tendremos capacidad de abrirnos al amor de Dios y de amar a fondo perdido, si nos sumergimos en el misterio de Jesucristo, activamente presente en los sacramentos, donde nos inunda de su amor y nos capacita para amar. En este sentido afirmamos que María "derramó sobre el mundo la luz eterna". No sólo porque Cristo ilumina el misterio de la existencia humana (GS 22), al decirnos de dónde venimos, hacia dónde vamos y cómo debemos caminar, sino porque Él "es el hombre perfecto" y, al mismo tiempo, el Hijo de Dios que nos restituye la semejanza divina y que nos eleva por encima de nuestras posibilidades. Nos abre un horizonte de sentido que se convierte en acicate para nuestra libertad y nuestros anhelos de plenitud y nos capacita para responder a su llamada. Termino con unas palabras de la oración colecta con la que comenzábamos la misa. Son éstas: 3.- Que el Señor nos dé a los que invocamos a María "con el título de la ‘Victoria’, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en la caridad". Para que, como dice una plegaria eucarística, los miembros de nuestras parroquias y comunidades "sepamos discernir los signos de los tiempos y crezcamos en la fidelidad al Evangelio; nos preocupemos de compartir en la caridad las angustias y las tristezas, las alegrías y las esperanzas de los hombres, y así les mostremos el camino de la salvación". Santa María, la Madre y mejor seguidora de Jesús, nos garantiza que es posible la victoria sobre todo lo que degrada y deshumaniza nuestra vida, sobre el pecado. Y uno de los pecados que nos amenazan más hoy es el de la atonía espiritual; esa tibieza que convierte la práctica cristiana en rutina, sin capacidad para contagiar la alegría de la fe; en sal insípida, que no da sabor ni pasión a la propuesta cristiana. Y junto a esta victoria sobre la atonía espiritual, necesitamos vencer la tendencia a posturas intransigentes. Las actitudes hostiles, las burlas de quienes no saben respetar a los demás ni a sus símbolos sagrados y las provocaciones no deben marcar el estilo de vida de los cristianos. Nuestra respuesta tiene que inspirarse en el Evangelio, para que no contestemos a la violencia con violencia. Finalmente, hay que vencer la tentación del conformismo. Sé que las dificultades son muchas, pero tampoco Jesús y los Apóstoles tuvieron una vida fácil. En situaciones como la presente, urge vivir una experiencia cálida de Dios, que nos enseñe a descubrir que el Evangelio es el mejor de los tesoros. Así podremos proclamar con María, con Santa María de la Victoria, que el Señor realiza también hoy sus proyectos más sorprendentes y cargados de futuro a través de personas tan débiles e incluso insignificantes como nosotros. Porque en la debilidad del discípulo, conscientemente asumida, es donde resplandecen la grandeza y la bondad del Señor. Con palabras semejantes a las de la Virgen, porque Dios hace maravillas en la pequeñez de los suyos. Autor: Delegación MCS