Mientras esperamos la segunda venida de Cristo y celebramos su venida en carne mortal, vivimos con los ojos de la fe este tiempo de espera de la mano de la oración, la celebración del sacramento de la reconciliación y desde el ejercicio de la caridad. Un tiempo precioso que es necesario aprovechar. ¿Y si éste es nuestro último Adviento? Es de inteligentes y cristianos sacarle el máximo provecho a este puñado de días desde la certeza de que somos acompañados por Dios, de que estas cuatro semanas son un don para cada uno de nosotros.

Por eso, vivir el Adviento desde la autenticidad, la fe y la vida nos enriquece y ayuda a saborear de manera más plena este tiempo que Dios nos regala. Él está a nuestra puerta y nos llama. Vivir el Adviento ajenos a la realidad es desencarnar el misterio de la Encarnación. Vivirlo encuadernado en piel humana es necesario. Es el antídoto necesario para poder celebrar con dignidad el misterio de la Encarnación en nuestras vidas.