Acompañar a nuestros hermanos en el sufrimiento para fortalecer su esperanza es la principal función de las personas que trabajan en Cáritas. No bastan las palabras, las oraciones, los sentimientos. Se necesitan acciones, servicios y compromisos.

El pasado año 2009 ha estado marcado por la grave crisis económica en la que continuamos inmersos y que ha afectado ya a miles de familias de nuestra diócesis. En las Cáritas parroquiales han visto incrementado el número de personas que han acudido a la acogida, y todas han tenido que aumentar sus esfuerzos para ofrecer una respuesta a la gran cantidad de demandas. Muchas de las personas que viven su compromiso cristiano desde las Cáritas parroquiales, se han sentido desbordadas ante la magnitud de la situación.

La realidad a la que se enfrentan algunas familias es cada día más complicada. Cualquier proceso de inserción social requiere un mayor número de ayudas y prestaciones, y junto a los problemas propios de cualquier situación, hay que añadir las dificultades para encontrar trabajo, siendo el empleo, como sabemos, el principal medio de inclusión y de participación social.

La acción de Cáritas es posible gracias al trabajo de las personas que la forman. Si bien todo cristiano está llamado al compromiso caritativo y social, un grupo de personas en las Cáritas parroquiales, en los Servicios Generales, y en los Centros Sociosanitarios asumen la tarea de ser animadores de la caridad en la comunidad cristiana, con su trabajo y testimonio, para promover el compromiso con las personas que sufren situaciones de pobreza, vulnerabilidad y exclusión social. 

Existe una gran cantidad de formas de acompañar a quien nos necesite, de compartir el peso de su cruz. Aunque tan sólo podamos citar algunos ejemplos de actuaciones que llevan a cabo los voluntarios de Cáritas, con sus obras demuestran cada día que están convencidos de que su misión es más que dar: es compartir en el sentido más amplio que pueda tener la palabra.

CIRINEOS Y VERÓNICAS

Todos estamos llamados a ser Cirineos y Verónicas, y lo somos cuando curamos con delicadeza y eficacia, multiplicamos los gestos de amistad y ternura, nos acercamos al otro y nos compadecemos de él. Agarrarse fuerte a la cruz es abrazarse a la esperanza en la resurrección.  Por eso, en estos días y a pesar de las dificultades queremos que nuestra mirada brille de esperanza aún en el contexto social en que nos encontramos porque es un ejercicio de fe y de amor a nuestro Creador.