DiócesisHomilías

Visita pastoral a la parroquia Dulce Nombre de María (Málaga)

Publicado: 04/06/2016: 6265

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga D. Jesús Catalá en la Visita pastoral a la parroquia Dulce Nombre de María, en Málaga, el 4 de junio de 2016.

VISITA PASTORAL
A LA PARROQUIA DULCE NOMBRE DE MARÍA
(Málaga, 4 junio 2016)



Lecturas: 1 Re 17,17-24; Sal 29,2-6.11-13; Gal 1,11-19; Lc 7,11-17.
(Domingo Ordinario X-C)

1.- Las lecturas de hoy, igual que siempre, son preciosas, pero hoy de un modo especial. La primera lectura del libro de los Reyes ha narrado un hecho singular. A ver, ¿quién se acuerda? De repente la memoria se queda vacía y no nos acordamos de lo que hemos leído en la primera lectura. ¿Quién se acuerda? Una viuda que atendía al profeta Elías se le muere su hijo y ella se enfada con el profeta. Le reprocha a Elías: «¿Qué hay entre tú y yo, hombre de Dios? ¡Has venido a recordarme mis faltas y a causar la muerte de mi hijo!» (1 Re 17,18).
Entonces, Elías reza con los gestos, dándole calor al niño muerto, reza y le devuelve la vida. Elías le devuelve a la viuda, como un regalo, a su hijo vivo (cf. 1 Re 17,20-23). Eso es un hecho del Antiguo Testamento.

2.- En el Nuevo Testamento ocurre un hecho precioso que quiero que lo imaginéis. Hay dos ciudades. Una Cafarnaúm, cerca del lago de Generaset, donde Jesús ha multiplicado los panes, ha dado de comer a mucha gente, ha realizado milagros, donde la gente va detrás de Él. Jesús está en Cafarnaúm y viene hacia una ciudad llamada Naín.
A las puertas de la ciudad de Naín se encuentran dos cortejos, dos procesiones. Una encabezada por Jesús que viene de Cafarnaúm de dar pan de vida y le acompañan sus discípulos, una comitiva. Jesús con sus discípulos y un grupo de gente que caminan hacia Naín. Y de Naín, –las ciudades solían estar amuralladas y había puertas para entrar o salir–, salía de la ciudad… ¿Quién salía? Estamos en el evangelio, a ver si os acordáis.

3.- ¿Quién salía de la ciudad hacia fuera? (Respuesta de una feligresa: un muerto). Un féretro, un muerto, la madre que era viuda y un grupo que le acompañaba (cf. Lc 7,12). Y se encuentran… ¿dónde? ¿Dentro, fuera, dónde? (Respuesta de una feligresa: dentro). ¿Dentro de dónde? Jesús viene desde fuera, de otra ciudad y se acerca e iba a entrar en la ciudad, pero no había entrado. Se encuentran en la puerta las dos comitivas: la que salía de la ciudad, un cortejo de muerte, y la que entraba en la ciudad, ¿un cortejo de…? Lo contrario de muerte, ¿qué es? (Respuesta de una feligresa: de vida). Un cortejo de vida. Ambos cortejos se paran en la puerta.
¿Qué le dice Jesús a la mujer, a la madre del difunto? Estaba llorando lógicamente. En un entierro lo lógico es que lloren los familiares. ¿Qué le dijo Jesús a la viuda madre del hijo? (Respuesta de una feligresa: que no llorara). No llores mujer: «Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: «No llores» (Lc 7,13). Los que iban acompañándolo pensaron que Jesús no estaba bien. Una viuda a la que su hijo único se le muere, ¡cómo no va a llorar!

4.- Jesús para el féretro, se acerca, lo toca. Eso es una cosa muy importante, Jesús toca al enfermo. Toca al ciego y lo cura (Mt 9, 28-30), toca los oídos del sordo y se los abre (Mc 7, 32-35), toca al paralítico (Lc 5, 24-25, toca al leproso (Mc 1, 40-42). Se acerca porque el tocar es un gesto humano. Y ahora no voy a desarrollar esa idea, pero fijaros lo que nos está diciendo Jesús. ¿Nos acercamos nosotros también a esa gente despreciada o despreciable y le tocamos? ¿Nos acercamos? Francisco de Asís se acercó al leproso y lo besó. Él no sabía que la lepra no se contagiaba, ahora sí que lo sabemos: la lepra no se contagia. Pero Francisco de Asís en el siglo xii no lo sabía; más bien, suponía que se contagiaba, y lo besó. Naturalmente, Francisco de Asís no cogió la lepra, pero para hacer eso hay que tener estómago que dicen aquí.
Jesús tocó el féretro porque Él significa la vida y la resurrección. Y este cortejo significaba la muerte, el lloro, el silencio. «Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: “¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!”» (Lc 7,14). En los entierros aún hoy en Palestina el difunto no va en una caja, sino envuelto en una sábana; por eso Jesús pudo tocar al difunto.

5.- «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» (Lc 7,14). El joven se incorpora de la tabla donde está tumbado y que la llevan entre varios, y se incorpora. Lo bajan y se lo devuelve a su madre. Y el difunto dice que empieza a hablar (cf. Lc 7,15). ¿Qué significa hablar? El que está muerto no habla. Hablar implica relacionarse con los demás y con Dios. La muerte paraliza incomunica, aísla. Cuando Jesús lo resucita el muerto habla (cf. Lc 7,15), se vuelve a relacionar, se comunica con los demás, puede expresar sentimientos, puede dar las gracias, puede hacer todo porque en parte la resurrección es devolver la relación con Dios y con los demás. El pecado nos paraliza y nos aísla. Cuando Jesús nos perdona, en cierto sentido es una resurrección, nos permite hablar con Dios de nuevo y relacionarnos con los demás de nuevo.
Cuando ya ha ocurrido ese milagro la gente se enteran y lo ven quedando extasiadas con los ojos abiertos como platos, pues no se lo creían; y empiezan a contar lo que han visto. Se anuncia y se propaga por toda la comarca que hay un gran profeta entre ellos que ha resucito a muertos (cf. Lc 7, 16-17). Empiezan a narrarlo, a contarlo. Los que lo han visto lo cuentan y los que no lo han visto lo oyen y lo cuentan a otros.

6.- Hablábamos de la catequesis esta tarde, ¿verdad? ¿Qué es la catequesis? Lo que hemos escuchado de los apóstoles y de los evangelios y de la gente que convivió con Jesús. ¿Hemos estado con Jesús? ¿Hemos visto estas cosas? ¿Nosotros somos contemporáneos de Jesús? No, ¿verdad? Y, ¿por qué los sabemos? Pues, porque nos lo han contado. Ha habido anunciadores, catequistas, misioneros, evangelistas que nos lo han contado. Y nosotros nos lo hemos creído por el testimonio de ellos: «el Señor ha hecho estas cosas y a mí me ha dado el sentido a la vida. Y yo he visto la luz. Y yo me he convertido. Yo he cambiado». Por ejemplo: Pablo, los demás…
Cuando a uno le han contado estas cosas y le ha iluminado su vida, se convierte en un testigo y cuenta a otros lo que otros le han contado a él. Antes unos se lo han contado a él: sus padres, sus catequistas, sus maestros, sus curas de aquí… Nos han narrado la Buena Nueva de Jesús, me ha iluminado y ahora me convierto en testigo de esa fe.

7.- ¿Podéis imaginaros ahora que la parroquia del Dulce Nombre, en la barriada de Los Prados, esparza por la zona y cuente las maravillas que Jesús ha hecho como hicieron los que iban con Él y los que iban con la viuda después del milagro de la resurrección? ¿Ninguno de vosotros ha sido resucitado? Levantad la mano los que hayáis sido resucitados por Jesús. (Varias feligresas levantan la mano).
Cuando he sido bautizado he recibido una nueva vida, he sido resucitado. Y cuando comulgo, al recibir el Cuerpo de Jesucristo soy renovado y resucitado. Y cuando recibo el perdón en la penitencia, soy resucitado del aislamiento de mi egoísmo que me aísla, como al joven muerto de la viuda de Naín, cuando Jesús se acerca a mí y me toca, ¿o es que no me toca cuando lo comulgo? ¿O es que no me toca cuando soy bautizado? ¿O es que no me toca cuando me dice el sacerdote: «yo te absuelvo de tus pecados»?
Jesús va resucitándonos. No es una resurrección como la del que está temporalmente muerto, pero sí que podemos compararlo con unas ciertas muertes. ¿Sí o no? El pecado es egoísmo, paraliza, aísla, enfría, distancia, me lleva a las tinieblas. El chaval no ve, no oye, no escucha y cuando se acerca Jesús y lo resucita vuelve a la vida. Vuelve a escuchar, vuelve a ver, la luz le estimula, empieza a hablar. ¡Es que Jesús nos resucita todos los días! Y cuando escuchamos la Palabra de Dios nos ilumina todos los días. ¿Sí o no?

8.- Ahora ya nos ha resucitado, ha venido y nos ha tocado, –esto es la eucaristía–, lo tocaremos realmente porque lo comeremos, su Cuerpo y su Sangre, –estamos hablando sacramentalmente, lógico–. Y una vez resucitado nos dice: «Hala, comentadlo por los alrededores». ¿Habéis entendido?
Sed testigos, anunciad lo que habéis visto y oído, anunciad lo que el Señor ha hecho con cada uno de nosotros. ¡Anunciémoslo!
Vamos a dejar que nos toque, que nos haga pasar de esa ceguera, oscuridad, frialdad, anquilosamiento, muerte a respirar, a gozar de la vida, a relacionarnos con los demás, a darle gracias, a comunicarlo a los demás. Esto es un encuentro con Cristo, hoy, esta tarde. Él se acerca a cada uno de nosotros y nos tocará y nos cambiará, nos renovará la fe.
Le vamos a pedir a la Titular, a la Virgen Dulce Nombre, –hoy además la Iglesia celebra la fiesta litúrgica del Inmaculado Corazón de María, ayer era el Sagrado Corazón de Jesús, hoy es el de María. Pues, ha coincidido providencialmente esta Visita pastoral–, que la Virgen que nos regaló a Jesús su Hijo, nos ayude y nos acompañe en estos encuentros que son muchos los que tenemos con el Señor. El hijo de la viuda tuvo un encuentro y le devolvió a la vida. Nosotros, gracias a Dios, tenemos muchos. Y cuando nos autodestruimos por el pecado Jesús vuelve a resucitarnos, vuelve a perdonarnos, vuelve a darnos vida y a tocarnos.
Nos acercamos a Él después para que nos cambie en la comunión. Que así sea.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo