NoticiaAño de la Misericordia "Corregir al que se equivoca" Las últimas semanas de vida de Carmen fueron de una muy digna calidad Publicado: 18/07/2016: 12683 El médico acreditado en adicciones, Dr. José Rosado, nos explica la tercera obra de misericordia espiritual: "Corregir al que se equivoca". Rafa llevaba dos años consumiendo drogas. Su rutina era buscarse la vida para conseguir la dosis, y encerrarse en casa, en la de su madre Carmen, a la que profesaba un profundo y sincero cariño, respeto y devoción, era el único refugio donde se encontraba a salvo. Cuando a Carmen le diagnosticaron un cáncer de páncreas con un pronóstico limitado de vida, la noticia dejó “grogui” a Rafa. En poco tiempo, la anorexia y el insomnio se consolidaron como síntomas; ansiedades, miedos y fuertes dolores que los medicamentos no lograban controlar, protagonizaban su vida. Su hijo no se separaba de su lado y, aunque Carmen disimulaba magistralmente su sufrimiento, a Rafa no se le escapaba nada y no soportaba verla sufrir, y como no hay tanto que avive el amor como el temor a perder al ser amado, algo se quebró en su interior y decidió cuidar con todas sus fuerzas a lo único que le ofrecía sentido y significado a su existencia: su madre. El amor se inventa cosas para no aguantar la espera y una mañana, después de unos días traumáticos, me propuso, -¿Por qué el “revuelto” (mezcla de drogas) que yo consumo no se lo podemos dar a mi madre, para ver si la alivia?- Valorado el tema, le expliqué a Carmen los detalles y ella dio su conformidad. Rafa se comprometió a que no le faltara, con sus trapicheos, la “papelinas” necesarias, y en estas condiciones acepté controlar el tratamiento, ajustar dosis, valorar efectos y vigilar su evolución. Al poco tiempo de inhalar los “polvillos”, los dolores disminuyeron, el insomnio desapareció, aumentó el apetito, las ganas de vivir aparecieron, pequeños paseos se hicieron frecuentes y se consolidó una convivencia con muchas luces, pocas sombras y abundantes alegrías siempre adobadas con ternuras. Carmen “resucitaba” contemplando a su hijo, y éste, disfrutando de la presencia y el estado de su madre, experimentaba tantas sensaciones de gozo, satisfacción, júbilo y placer que se le “olvidó” consumir...y descubrió que amar es encontrar la riqueza fuera de uno mismo: una inefable plenitud le rellenó por dentro. Las últimas semanas de vida de Carmen fueron de una muy digna calidad, y la entrada a las dimensiones de la armonía, la luz y la paz, la hizo con la mano de “su niño” entre las suyas, y como el lenguaje del amor está en los ojos, en ellos brillaban la luz del sol... Destellos de esa luz permanecen en el mirar de Rafa.