Bendición de la capilla del Carmen rehabilitada (La Cala del Moral-Rincón de la Victoria)

Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía con motivo de la bendición de la capilla del Carmen rehabilitada
BENDICIÓN DE LA CAPILLA DEL CARMEN REHABILITADA
(La Cala del Moral-Rincón de la Victoria, 17 enero 2025)
Lecturas: Hb 4, 1-5.11; Sal 77, 3-8; Mc 2, 1-12.
1.- Agradecimiento a Dios por rehabilitación de la Ermita del Carmen
Damos gracias a Dios, en primer lugar, porque nos ha permitido rehabilitar esta hermosa Ermita, dedicada a la Virgen del Carmen.
Las gentes del mar tienen una gran devoción a la Virgen, que siempre les ha acompañado en sus duros trabajos y en el camino de la vida cristiana.
Queremos dar gracias también a quienes han colaborado en la rehabilitación, de modo especial al Ayuntamiento del Rincón de la Victoria; y a todos los que habéis mantenido la devoción a la Virgen del Carmen, haciendo posible que la Ermita se conservara desde su construcción.
Ya sabéis que ha habido muchos avatares y propuestas, incluida la de hacer desaparecer la Ermita. Pero el Señor nos ha guiado y hoy podemos dar gracias por habernos iluminado para mantener esta hermosa Ermita dedicada a la Virgen.
2.- Adhesión personal a la fe
La fe en Dios, que va unida a la devoción a la Virgen del Carmen, es una adhesión personal y una historia de amor, que nace desde el compromiso bautismal. Por eso hemos realizado el gesto de rociarnos con agua bendecida, que significa y recuerda nuestro bautismo, por el que nos ha hecho hijos suyos y nos ha regalado a la Madre. Nosotros hemos adquirido un compromiso de amor a Dios y a la Virgen.
Todos recibimos el Evangelio, que es “Buena Noticia” de salvación; pero no todos acogen este don. La carta a los Hebreos nos recuerda que nosotros hemos recibido y acogido la Buena Noticia; pero este mensaje no ha sido acogido por todos los que lo han oído, porque no se adhirieron por la fe al mensaje escuchado (cf. Hb 4, 2).
La fe se transmite de generación en generación sobre todo por la escucha. La Palabra de Dios es escuchada por el oído, pasa por la inteligencia y recaba en el corazón. Este proceso es un encuentro de amor. Nuestra relación con Dios-Padre es una relación de amor filial; y nuestro amor a la Virgen es una relación filial a la madre.
Podemos dar gracias a Dios porque nos ha llamado a ser sus hijos en Jesucristo y nos ha regalado a la Virgen del Carmen como madre nuestra.
3.- Entrar en el descanso del Señor
La fe cristiana nos ofrece la promesa de la eternidad y nos permite llegar a gozar del descanso eterno. Estamos llamados para la eternidad; y en lo más profundo del corazón humano está el anhelo de infinito y de eternidad; y no se llega a saciar hasta que lleguemos allí, como dijo san Agustín: “Nuestro está inquieto hasta que descanse en Ti”.
Por eso la carta a los Hebreos nos dice: «Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros crea haber perdido la oportunidad» (Hb 4, 1).
Estamos invitados a entrar en el descanso eterno; porque la vida del ser humano está llamada a vivir eternamente: «Así pues, los creyentes entremos en el descanso» de Dios (Hb 4, 3).
Según la narración de la creación, Dios descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho (cf. Hb 4, 4); y nos invita a participar de su descanso eterno, cuando pasemos a la otra vida: «Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso» (Hb 4, 11).
La Iglesia, de manera pedagógica, nos anima a descansar cada siete días, en los domingos, porque son días dedicados al Señor (Dominus = Señor). Desde hace mucho tiempo estoy animando a todos los fieles para que nos saludemos al final de la semana diciendo: “Buen domingo”, en vez de: “Buen finde”; porque los cristianos no celebramos ningún “Finde”, sino el “Domingo”, en el que participamos de la eucaristía.
4.- Resucitar a la vida eterna
La vida del cristiano no termina en este mundo temporal. Al igual que el grano de trigo, al sembrarlo en la tierra se pudre y germina como una plantita nueva.
De la misma manera, somos como granos de trigo que, depositados en la tierra, nos podrimos, lógicamente, como el grano; pero después nos transformamos en plantas nuevas.
La Virgen del Carmen ya está transformada, como la primera plantita de la humanidad, que ya ha germinado. Ella es la planta más hermosa que tiene la humanidad.
Ella nos acompaña en esta vida y nos lleva de la mano hasta la patria del cielo; porque la vida del cristiano no termina, sino que se transforma.
5.- Ser testigos de la fe recibida
Todos hemos recibido la fe de nuestros padres y de los educadores en la fe. El Señor pide que seamos testigos de la fe recibida en el bautismo. Quiero felicitaros porque la devoción a la Virgen del Carmen la hemos recibido de nuestros padres, educadores, mayores que nos precedieron en la fe cristiana. Ahora nos toca a nosotros educar en la fe a los hijos y a las generaciones nuevas; y esa tarea no se puede delegar en otros.
Si un padre no educa a sus hijos, esa tarea quedará por hacer. A los padres les corresponde educar en la fe a sus hijos, como dice el Salmo: «Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, no lo ocultaremos a sus hijos, lo contaremos a la futura generación» (Sal 77, 3-4).
Dios «mandó a nuestros padres que lo enseñaran a sus hijos» (Sal 77, 5), «para que pongan en Dios su confianza y no olviden las acciones de Dios, sino que guarden sus mandamientos» (Sal 77, 7).
Las nuevas generaciones se están alejando de Dios, porque no conocen la verdad de la vida; viene con ilusiones falsas y con deseos de felicidad engañosa. Hay que enseñarles el sentido verdadero y real de la vida humana, que está llamada a vivir más allá de la muerte temporal.
6.- Curación del paralítico
Hemos escuchado en el evangelio de Marcos que Jesús fue a Cafarnaún y «acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra» (Mc 2, 2).
Jesús, cuyo nombre significa “Dios salva”, curaba de toda enfermedad y dolencia; perdonaba los pecados, sanaba paralíticos y resucitaba muertos. Porque la enfermedad y la muerte es fruto del pecado y Jesús va a la raíz, como los buenos médicos, que no solo curan los síntomas.
En esta ocasión Jesús cura a un paralítico: «Y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico» (Mc 2, 4). Comentaba antes de la misa con los sacerdotes que hoy tendríamos que haber hecho lo mismo, porque la Ermita está llena de fieles.
7.- Perdón de los pecados
El paralítico representa nuestra vida dañada, débil, pecadora y necesitada de perdón. Jesús perdona los pecados del paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados» (Mc 2, 5).
Unos escribas, que estaban allí, pensaban: «¿Por qué habla este así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo uno, Dios?» (Mc 2, 7).
Pero Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso?» (Mc 2, 8). «¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”?» (Mc 2, 9).
Jesús les responde: «Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados –dice al paralítico–» (Mc 2, 10): «Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”» (Mc 2, 11). «Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos» (Mc 2, 12).
Jesucristo nos cura de todas nuestras parálisis, de nuestros pecados, de nuestras debilidades y egoísmos, a través de la mediación de la Iglesia. Porque Jesús es “Dios que salva y cura”.
8.- La Virgen alivia nuestras penas
Esta Ermita de la Virgen del Carmen es un lugar de sanación. Si preguntáramos a vuestros antepasados y a vosotros mismos de cuántas penas os ha aliviado. No he dicho que os haya quitado las penas, sino que os ha aliviado; porque el sufrimiento existe y es fruto del pecado. He escuchado que alguien ha dicho: “De muchas”.
Queridos fieles y devotos de la Virgen, seguid viniendo a la Ermita a contarle vuestras penas a la Virgen; porque a la madre se le cuenta todo, de tal modo que la alegría se hace más grande y las penas se hacen más pequeñas.
9.- Potenciar la devoción a la Virgen del Carmen
Os animo a mantener la devoción a la Virgen del Carmen y a que la enseñéis a vuestros hijos y a las generaciones futuras.
Vamos a pedir al Señor que nos conceda el perdón de los pecados. Y que la Virgen del Carmen nos alivie en las situaciones difíciles y nos acompañe en nuestro camino en este mundo; y, sobre todo, nos lleve de su mano al final de nuestra vida temporal para gozar de la vida eterna. Amén.