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Jubileo de la Vida Consagrada (Catedral-Málaga)

Catedral de Málaga
Publicado: 02/02/2025: 878

Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía con motivo del Jubileo de la Vida Consagrada celebrada en la Catedral de Málaga.

JUBILEO DE LA VIDA CONSAGRADA

(Catedral-Málaga, 2 febrero 2025)

Lecturas: Ml 3, 1-4; Sal 23, 7-10; Hb 2, 14-18; Lc 2, 22-40.

(Presentación del Señor)

Peregrinos y sembradores de esperanza

1.- Celebramos hoy el Jubileo 2025 de las personas de especial consagración, con ocasión de la fiesta litúrgica de la Presentación del Señor, en la que se celebra la “Jornada de la Vida Consagrada”.

El lema “Peregrinos y sembradores de esperanza” es una invitación a todos los cristianos, y de modo concreto a los consagrados, a redescubrir esta forma de entrega total a Dios mediante la profesión y vivencia de los consejos evangélicos.

La XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada es una oportunidad para “descubrir, conocer y apreciar a las personas consagradas, que buscan configurarse con Cristo a través de su preciosa vocación y esperan cada día en el Señor, siendo figura e imagen de una peregrinación y una siembra cargadas de esperanza” (Obispos de la Comisión episcopal para la Vida consagrada, Mensaje).

2.- El Jubileo sitúa a toda la Iglesia bajo el signo de la esperanza, que no defrauda (cf. Rm 5, 5), y nos llama a convertirnos en «peregrinos y sembradores de esperanza».

Este lema está en continuidad con el de la Jornada de 2023, que se titulaba «Caminando en esperanza». Como dijo Benedicto XVI: “Todos los bautizados se reconocen ciudadanos de la ciudad celeste: hacia ella se dirigen y ella misma es anticipada en su peregrinación” (Spe salvi [2007] 4).

La presente Jornada actualiza el objetivo del papa Juan Pablo II cuando la instituyó, para que la Iglesia valore cada vez más el testimonio de las personas consagradas y éstas renueven cuanto debe inspirar su entrega al Señor (cf. Juan Pablo II, Mensaje para la primera Jornada de la Vida Consagrada (1997 1). Todos los miembros de la Iglesia tenemos que valorar mejor la existencia de personas de especial consagración; y éstas renueven su entrega al Señor. Todos damos gracias a Dios por la vida consagrada.

3.- Y todos los fieles, y especialmente las personas consagradas, deben ser «Sembradores de Esperanza» mientras peregrinan hacia el reino de Dios. Una semilla que los consagrados siembran con su peregrinación y que trae esperanza nueva es su «misión profética».

El papa Francisco animaba a los consagrados a vivir de la esperanza en medio de las dificultades eclesiales, como la disminución de vocaciones, el envejecimiento de los consagrados, los problemas económicos, los desafíos de la globalización, el relativismo, la irrelevancia social de la Iglesia y de la vida consagrada. En medio de estas estrecheces, que no son exclusivos de la vida consagrada, el Papa decía que «se levanta nuestra esperanza, fruto de la fe en el Señor» y recordaba que la esperanza se fundamenta en Dios y no en los números o en las obras (cf. Testigos de la alegría, [2014] I, 3). Lo importante en la vida consagrada no es lo que «hacen», sino lo que «son».

Y el papa Benedicto XVI animaba a no ceder ante las tentaciones del número de los consagrados, ni de la eficiencia, ni a confiar en las propias fuerzas o amedrentarse por las debilidades. Tampoco hay que unirse a los profetas de desventuras, que proclaman el final o el sinsentido de la vida consagrada; hay que revestirse de Jesucristo, llevando las armas de la luz (cf. Rm 13, 11-14) y permaneciendo vigilantes (cf. Benedicto XVI, Homilía en la Fiesta de la Presentación del Señor de 2013). Algunos profetas de desventuras proclaman incluso el final de la Iglesia. ¡Qué profetas! Son profetas de desgracia.

Hay que revestirse de Cristo, llevando las armas de la luz; y permaneciendo vigilantes con Él. Por ello la celebración del Jubileo 2025 anima a toda la Iglesia a tener vivir y a profundizar en la esperanza teologal, que no defrauda (cf. Rm 5, 5). Debemos poner nuestra esperanza en Dios, que nunca defrauda. No ponemos nuestra vida en pequeñas esperanzas mundanas; nuestra vida está puesta en manos de Dios y él no defrauda. Dios nos ama infinitamente, a pesar de nuestros pecados.

4.- Y otra semilla importante en la vida de los consagrados es la referida a las relaciones nuevas, generadas y regeneradas en Jesucristo, como señala el papa Francisco en Evangelii gaudium (cf. NN. 87-92).

La vida consagrada puede responder con gozo al desafío de ser capaz de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de encontrarse, de apoyarse, de participar unos de la vida de los otros, haciendo una verdadera experiencia de fraternidad.

Queridos consagrados, sois ejemplo de vida fraterna. Nuestra sociedad está falta de vida fraterna y de vida familiar, rota muchas veces. ¡Manteneos fraternalmente! Hace muchos años un padre de familia decía que valoraba mucho la vida consagrada. El solo hecho de que unas cuantas mujeres puedan vivir en comunidad, ya es un milagro. Dios os capacita para la vida comunitaria, para vivir los consejos evangélicos y para sembrar esperanza. Él es el protagonista principal; los demás somos instrumentos suyos.

Las relaciones nuevas nacen del encuentro primordial con Jesucristo y nos permiten crecer en esperanza. Así lo recuerda la bula de convocación del Jubileo 2025, porque mirar el futuro con esperanza es tener una visión de la vida con entusiasmo para compartir con otros (cf. Francisco, Spes non confundit, 9).

Y esta mirada supera la tentación de encerrarse en uno mismo, en la privacidad o en un grupo afín reducido, para evitar deambular por el mundo, que es muy distinto a una verdadera peregrinación. El peregrino sabe a dónde va; el que deambula no sabe a dónde va, porque no tiene una meta. Nosotros sabemos a dónde vamos, porque nos invita el Señor a ir hacia Él.

5.- El evangelio de Lucas nos ha narrado la Presentación de Jesús en el Templo. El anciano Simeón y la profetisa Ana son figura de los que esperan en el Mesías; ellos lo reconocen en el Niño que María lleva en brazos.

Contemplemos a estos dos ancianos que pacientemente esperan la llegada del Salvador, vigilantes en el espíritu y perseverantes en la oración. Simeón y Ana reflejan la vida consagrada de estos tiempos de un modo peculiar y constituyen modelos de «peregrinos y sembradores de esperanza» (cf. Obispos de la Comisión episcopal para la Vida consagrada, Mensaje).  

Como dice el papa Francisco: “A lo largo del camino de la vida experimentaron dificultades y decepciones, pero no se rindieron al derrotismo (…) Y así, contemplando al Niño, reconocieron que se había cumplido el tiempo, la profecía se había hecho realidad, había llegado Aquel a quien buscaban y por quien suspiraban, el Mesías de las naciones” (Homilía en la Jornada de la Vida Consagrada, 2.02.2024).

A la presentación de Cristo en el templo se asocia la Virgen María, que lleva a su Hijo para ofrecerlo al Padre. Ella es figura de la Iglesia, que continúa ofreciendo sus hijos a Dios, asociándolos a la oblación de Cristo.

Cristo y María realizan la voluntad del Padre; nosotros, como hijos e hijas de la Iglesia y de la Virgen María, estamos llamados a vivir de la misma manera.

Hoy llevamos en nuestras manos las velas encendidas. Comparada con otras fuentes de luz, una vela no alumbra demasiado. Pero, si la vela significa que nosotros reflejamos la Luz de Cristo, que es el Sol que nunca se pone, este mundo cambiaría. Después volveremos a encender las velas para profesar la fe y para que los consagrados renueven sus promesas. ¡Seamos luz, que transparentemos la luz de Cristo a los demás!

6.- Agradecemos el don de la vida consagrada con la variedad y riqueza de los distintos carismas. Agradeced también, queridos consagrados, el carisma de vuestra congregación y de vuestros fundadores.

Damos gracias a Dios por la presencia fecunda de los consagrados en nuestra Diócesis. Muchas gracias por lo que «sois»; también por lo que hacéis, pero sobre todo por lo que sois. Vosotros nos recordáis que lo importante en esta vida temporal es alcanzar la vida eterna; y que el más importante es Dios, fundamento de nuestra vida. Representáis a Cristo pobre, obediente y casto. ¡Mantened los consejos evangélicos que un día profesasteis!

Y pedimos al Señor que os colme de sus bendiciones, os mantenga en la fidelidad a su llamada y renueva vuestras instituciones y familias religiosas con nuevas vocaciones. Amén.

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