Jubileo del Arciprestazgo de Cristo Rey de Málaga (Catedral-Málaga)

Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía con motivo del Jubileo del Arciprestazgo de Cristo Rey de Málaga
JUBILEO DEL ARCIPRESTAZGO DE CRISTO REY DE MÁLAGA
(Catedral-Málaga, 1 febrero 2025)
Lecturas: Rm 5, 5-11; Sal 88, 21-22.25.27; Lc 4, 16-21.
1.- Celebración del Jubileo 2025
Estamos celebrando el Jubileo 2025 del Arciprestazgo de Cristo Rey de Málaga. Os preparasteis con la “Marcha por la Paz”, el pasado 25 de enero, como gesto de arranque e inicio de esta peregrinación jubilar; y hoy habéis realizado la peregrinación desde la parroquia de Los Santos Mártires.
Ya sabéis que cada mes del presente año está dedicado a un tema; por ello os animo a seguir celebrando el Año Jubilar, realizando una actividad arciprestal o parroquial vinculada al tema de cada mes.
El papa Francisco ha proclamado este Jubileo con motivo del 2025 Aniversario de la Encarnación del Hijo de Dios; y nos encontramos en la sede episcopal de Málaga, cuya titular es la Encarnación.
El ángel Gabriel anuncia a María que va a ser Madre de Jesús (cf. Lc 1, 26-38), cuyo significado es “Dios salva”; este nombre fue impuesto por voluntad divina, según el anuncio del ángel y significa su presencia y su misión para salvar la humanidad.
El Hijo de Dios es nuestro Redentor y Salvador; y no existen más salvadores o redentores que Él. ¡Desconfiemos, queridos hermanos, de las falsas imitaciones, que pretenden suplantar al verdadero Salvador! Ya estamos salvados por Jesucristo; ahora nos toca corresponder y acoger dicha salvación.
2.- Redescubrir el compromiso bautismal
El Jubileo debe manifestar el camino común que la Iglesia está llamada a recorrer, para ser cada vez más claramente Concilio Vaticano II: “Como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Lumen Gentium, 1). La Iglesia debe ser signo e instrumento de comunión y de unidad en la armonía de la diversidad.
Hemos de redescubrir la llamada a la santidad, recibida en el bautismo: el compromiso evangelizador, la corresponsabilidad y la participación responsable en las tareas eclesiales, valorando los carismas y ministerios que el Espíritu Santo no cesa de conceder para la edificación de la Iglesia única de Cristo.
Con motivo del Jubileo 2025 se nos ha animado a conocer mejor el Concilio Vaticano II, junto con el Magisterio eclesial de estos años, que deben seguir orientando y guiando al pueblo santo de Dios, para que progrese en la misión de llevar el gozoso anuncio del Evangelio a todos.
En las Prioridades pastorales del presente curso acordamos trabajar la constitución conciliar “Dei Verbum”, sobre la Palabra de Dios; y seguir profundizando en los próximos años en las otras tres constituciones conciliares.
3.- Reconciliados con Dios, siendo pecadores
El Jubileo tiene claramente tiene un objetivo renovador y de conversión. Es una invitación a volver a Dios, a dejar las cosas que nos apartan de Él; y a pedir perdón de nuestros pecados.
San Pablo nos ha recordado nuestra condición de pecadores, salvados por Cristo: «Cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos» (Rm 5, 6).
Hemos sido reconciliados con Dios por la muerte y resurrección de Jesucristo: «Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros» (Rm 5, 8); y «justificados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo!» (Rm 5, 9).
Con esta celebración lucramos la indulgencia jubilar plenaria, que nos quita la pena merecida por nuestros pecados, ya perdonados. Los párrocos os lo habrán explicado ya; y si alguien necesita mayor explicación que le pregunte a ellos.
Meditemos lo que nos dice san Pablo: «Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvados por su vida!» (Rm 5, 10). A veces pensamos que tenemos que ganarnos la salvación con nuestras obras. Pero la salvación ya la ganó Jesucristo para toda la humanidad; a nosotros nos toca acogerla y dar gracias por ello.
¡Demos gracias a Dios por la gracia jubilar y procuremos vivir acorde a la fe que profesamos y al amor infinito que Dios nos tiene!
4.- Cristo, el Ungido para evangelizar
El evangelio de Lucas nos ofrece hoy el pasaje de Jesús en la sinagoga de Nazaret, cuando leía al profeta Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos» (Lc 4, 18).
Jesucristo es el Ungido que anuncia la Buena Nueva. Quienes aceptan a Dios en su vida son perdonados y salvados. En nuestra sociedad hay un rechazo general a Dios, porque se desconoce la verdad de lo que significa la vida de fe, cuyo núcleo es una relación personal esponsal de amor con el Señor. A nosotros nos corresponde evangelizar a nuestros contemporáneos con palabras y con nuestro testimonio.
5. Proclamar el Año de gracia
El Jubileo es un año de gracia, como decía el evangelio de Lucas. «Proclamar un año de gracia del Señor» (Lc 4, 19) es “una invitación a no ceder a la tentación del desánimo, sino a renovarnos superando nuestras posibles debilidades, personales o comunitarias. Es verdad que la dispersión, fruto de la multiplicidad de tareas que nos toca afrontar, y el no ver siempre los frutos de nuestro esfuerzo, nos pueden llevar al desaliento; pero no debemos olvidar que hemos sido invitados a sembrar la semilla del Reino; ésta es nuestra alegría y nuestra tarea” (Diócesis de Málaga, Prioridades pastorales para el curso 2016-2017, 1).
Vivamos la alegría del Jubileo y contagiemos esta alegría. Como dice el proverbio: “Un santo triste es un triste santo”; por eso los cristianos debemos ser alegres.
Queremos responder de manera fiel y gozosa a «la vocación a la que hemos sido llamados» (Ef 4,1), desde la herencia eclesial recibida. La tarea de anunciar el Evangelio es misión de todos los miembros de la Iglesia, porque somos "discípulos misioneros", como nos recuerda el papa Francisco (Evangelii gaudium, 119-121), cada uno según la vocación que ha recibido del Señor. Esta misión solo la podemos desempeñar de manera comunitaria y sinodal, como Iglesia, reavivando la alegría de anunciar, celebrar y vivir juntos la fe.
Queridos hermanos, pedimos a la Virgen de la Victoria, Patrona de nuestra Diócesis, que nos acompañe en nuestra misión de evangelizadores y de testigos de Jesucristo, el Ungido, que anuncia a los pobres la Buena Nueva. Amén.