Epifanía del Señor (Catedral-Málaga)

Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía con motivo de la Epifanía del Señor celebrada en la Catedral de Málaga
EPIFANÍA DEL SEÑOR
(Catedral-Málaga, 6 enero 2025)
Lecturas: Is 60, 1-6; Sal 71, 1-2.7-8.10-13; Ef 3, 2-3.5-6; Mt 2, 1-12.
El misterio divino revelado a los gentiles
1.- La fiesta litúrgica de Epifanía es la manifestación del misterio divino revelado a los gentiles. Los Magos representan a todas las razas del mundo, que van en busca de Dios.
San Pablo dice que el misterio que se le dio a conocer por revelación también ha sido revelado a los gentiles, que son coherederos y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio (cf. Ef 3, 3.6). También nosotros somos gentiles, que hemos recibido esta hermosa noticia.
Benedicto XVI propuso a la Iglesia acoger y escuchar a los que no creen en Dios. En su discurso a la Curia Romana (2009) habló por primera vez del llamado “Atrio de los Gentiles”, como un espacio de apertura y de encuentro que une a los creyentes y a los no creyentes que buscan a Dios.
El “Atrio de los Gentiles” es un umbral al que acceden y cruzan los no creyentes, insatisfechos por el materialismo dominante y que, teniendo a Dios por un desconocido, lo buscan a tientas como en la oscuridad.
Aunque haya gente que se declara atea o agnóstica, en su corazón busca a Dios porque ha sido creado a imagen y semejanza suya para gozar en la eternidad.
La cuestión de Dios y su búsqueda sincera es esencial para la humanidad y está inscrita en el corazón humano. Los cristianos, que hemos recibido el don de conocer a Dios mediante la Iglesia, debemos abrirnos al diálogo con todos y estar en actitud de búsqueda de la verdad para compartirla.
2.- El evangelista Mateo nos ha dicho: «Unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (Mt 2, 1-2).
Dios se revela también a través de su naturaleza, porque toda ella es un vestigio claro de la sabiduría, el poder y la bondad de Dios. Así lo dicen algunos textos bíblicos.
El libro de la Sabiduría nos dice: «Son necios por naturaleza todos los hombres que han ignorado a Dios y no han sido capaces de conocer al que es a partir de los bienes visibles, ni de reconocer al artífice fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa y a los luceros del cielo» (13, 1-2).
Podemos reconocer a un autor por sus obras. Contemplando un cuadro pintado podemos conocer al autor por sus características. Podemos reconocer a Dio a través de sus obras. Un ejemplo que suelo meditar es la contemplación de una flor: si la contemplamos a distancia no podemos distinguir bien si se trata de una flor natural o artificial. Sin embargo, cuanto más nos acercamos la flor natural la vemos mucho más bella; incluso si la viéramos con un microscopio descubriríamos su delicadeza y hermosura; en cambio, cuanto más me acerco a la flor artificial, descubro que es falsa y fea.
El ser humano es un organismo maravilloso, que no ha podido salir de las manos de otro ser humano. Ha sido creado por Dios con amor a semejanza suya (cf. Gn 1, 26).
San Pablo dice que se puede conocer de Dios a través de la creación: «Lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible desde la creación del mundo» (Rm 1, 20).
Y san Juan, en el Prólogo de su Evangelio, dice: «Por medio de él (el Verbo de Dios) se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho» (Jn 1, 3-4).
Los Magos, grandes sabios, vieron la estrella y se pusieron en camino. Un elemento de la naturaleza los condujo hacia el Niño-Dios, nacido en Belén. Abriendo los ojos a la naturaleza se puede encontrar al creador de la misma; por eso la llamamos revelación natural. Después está la revelación “sobrenatural”, de la que Jesucristo es la revelación plena y definitiva.
3.- El misterio de Dios alcanza también a los gentiles, porque todo ser humano puede descubrir a Dios a través de sus obras. Y también puede descubrirlo mediante el testimonio de otros cristianos.
San Pablo fue elegido para proclamar el misterioso plan de Dios a los gentiles, quienes son llamados también a participar de las promesas hechas a Israel y realizadas en Jesús.
El apóstol tiene la seguridad de que Dios le ha revelado el misterio para abrir las puertas del evangelio a todas las naciones y puedan tener acceso libre a la salvación realizada por Jesús. Los gentiles son también coherederos.
El papa Benedicto XVI decía que la búsqueda de Dios es tarea de todo hombre, porque en ello le va la salvación y la felicidad eterna. Y nos recordaba que “no hay prioridad más grande que ésta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante (cf. Jn 10,10)” (Verbum Domini, 2).
A eso estamos llamados todos los cristianos, que formamos parte de esa humanidad que busca a Dios. El cristiano escucha la Palabra de Dios, la respeta, la acoge y la anuncia; de ese modo puede ayudar a sus hermanos los hombres a descubrir a Dios.
4.- En estos días hay una Exposición titulada “Tesoros de los Magos” en la iglesia de San Julián en Málaga, antiguo hospital de la caridad y actualmente sede de la Agrupación de Cofradías de pasión de Málaga, realizada por la Fundación Magos. Con mucho material de los diversos lugares de procedencia de los Magos se expone la historia de los tres personajes.
Uno de ellos (de raza negra) habría partido de Axum en Etiopía y allí parecía existir una especie de tumba, aunque se dice que la sepultura de los tres Magos está en la catedral de Colonia (Alemania).
Otro Mago habría partido del sur de la India, en una zona cercana a Ceylán, donde se aprecia gran variedad de materiales exóticos.
Y el tercero habría salido de una zona de Atropatene, situada actualmente entre Irán y Azerbaiyán, cercana a Armenia, donde se encuentra el monte Ararat.
Os animo a ver la exposición, que ciertamente está muy documentada y nos ayudará a conocer mejor la tradición de los Magos.
5.- Los tres Magos recorrieron grandes distancias para llegar a Belén, atravesando desiertos, montañas y ríos. Probablemente eran unos sabios, acostumbrados a observar el cielo y sus estrellas y conocedores de la astronomía.
El Salmo proclamado nos ha recordado que los reyes de Tarsis y de las islas, de Saba y de Arabia ofrecerían sus dones al Hijo de Dios (cf. Sal 71, 10). E Isaías profetizó que vendría una multitud de camellos, dromedarios de Madián y de Efá; y los de Saba traerían oro e incienso, proclamando las alabanzas del Señor (cf. Is 60, 6).
Los tres Magos supieron descubrir la presencia del Hijo de Dios. Ojalá nosotros sepamos descubrir también su presencia donde está: en la acción litúrgica, sobre todo en la Eucaristía, en el prójimo, en el necesitado, en el pobre.
La salvación de Dios ha sido también revelada a los gentiles y la Buena Nueva se extiende por todo el mundo. Hoy celebramos que Cristo, Buena Nueva, puede ser conocido por todos.
Vayamos también nosotros a adorar al Niño-Dios, ofreciéndole lo mejor de nosotros mismos. Cuando recibamos a Jesús en la Eucaristía o cuando adoremos al Niño-Dios que cada cual le ofrezca lo mejor de su vida.
Y pidamos la intercesión de la Virgen Madre, para que nos acompañe en nuestro camino hacia el encuentro con su Hijo. Amén.