DiócesisHomilías

Bautismo del Señor (Catedral-Málaga)

Catedral de Málaga
Publicado: 12/01/2025: 510

Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía con motivo de la fiesta del Bautismo del Señor celebrada en la Catedral de Málaga

BAUTISMO DEL SEÑOR

(Catedral-Málaga, 12 enero 2025)

Lecturas: Is 42, 1-4.6-7; Sal 28, 2-4.9-10; Hch 10, 34-38; Lc 3, 15-16.21-22.

El Bautismo, incorporación a la Iglesia

1.- El evangelista Lucas nos ha presentado el Bautismo de Jesús en el río Jordán de manos del Juan el Bautista. El pueblo estaba expectante y se preguntaban si Juan sería el Mesías (cf. Lc 3, 15).

Pero Juan respondió: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego» (Lc 3, 16).

Cuando fue bautizado Jesús se abrieron los cielos (cf. Lc 3, 21) y «bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco» (Lc 3, 22).

Esta escena del bautismo tiene un paralelismo con Pentecostés, que es el acontecimiento inicial de la Iglesia. El bautismo es «con Espíritu Santo y fuego», subrayando la misión profética de Jesucristo, que después continuará en la Iglesia.

2.- Existen dos momentos en la vida de Cristo que hacen referencia al bautismo de Jesús.

Uno es la “Pascua”, que significa “Paso” a través de la muerte a la resurrección. Cristo se sumergió en la muerte temporal y resucitó. La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (cf. Jn 19, 34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida nueva (cf. 1 Jn 5, 6-8). Desde entonces es posible «nacer del agua y del Espíritu» para entrar en el Reino de Dios (cf. Jn 3, 5) (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1225).

Con el bautismo somos incorporados al misterio pascual de Cristo: a su muerte y su resurrección. Cristo abrió en su Pascua las fuentes del Bautismo para todos los hombres. Él había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un "Bautismo" con que debía ser bautizado (cf. Mc 10, 38; Lc 12, 50).

3.- Queridos padres, que habéis vivido en vuestra casa el nacimiento de un nuevo hijo, venís hoy a bautizarlo, según el bautismo de Jesús.

Hoy, simbólicamente, sumergiremos a los bautizandos en el agua, aunque lo hagamos por aspersión y no por inmersión. Cuando hagamos ese gesto pensad que vuestro hijo es sumergido en las aguas bautismales con Cristo, siendo limpiado del pecado original y resucitando a la vida divina.

Nuestro bautismo es incorporación a la Pascua de Cristo; a su muerte y a su resurrección. Vuestros hijos pasarán de la muerte del pecado a la resurrección y la vida en Cristo.

4.- Jesucristo con su bautismo fecundó las aguas, que además se convertirían en el seno materno y fecundo de la Iglesia. Cristo Esposo purificó a la Iglesia, su Esposa, pero para unírsela a Él en esponsales, que llamamos “las Bodas del Cordero”.  

Desposándose el Señor con su Iglesia en el Jordán, dejó en el agua el germen de su fecundidad para hacer del agua el seno de la Iglesia-Esposa. El bautismo de Jesús en el Jordán es el baño nupcial, gracias al cual la Esposa-Iglesia fue preparada para ser presentada al Esposo.

Como dice san Pablo: «Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra» (Ef 5, 25).

La Iglesia es la continuadora de la obra de Jesucristo. A lo largo de los siglos, de las aguas del Bautismo, como seno virginal de la Madre Iglesia, nacen nuevos hijos de Dios. Hoy van a renacer vuestros hijos en las aguas de la Madre Iglesia, Esposa de Cristo. Van a recibir una vida nueva sobrenatural, después de haber recibido a través de sus padres la vida natural.

El Bautismo es la carta de identidad del cristiano, su acta de nacimiento a la Iglesia.

5.- El segundo momento, una vez resucitado Jesús, es Pentecostés; porque el Espíritu Santo es quien santifica a la Iglesia. Vuestros van a ser bautizados «con Espíritu Santo y fuego» (Lc 3, 16); el fuego del amor de Dios, el fuego que purifica el pecado, el fuego que enardece los corazones, el fuego que nos permite amar.

¡Ojalá esta gracia bautismal haga de vuestros hijos buenos creyentes, que sepan amar a Dios y al prójimo!

El bautismo nos hace miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Los bautizados somos como piedras vivas, que entramos en la construcción de la casa espiritual (cf. 1 Pe 2, 4-5) y que debemos pasar por la vida como Jesús “haciendo el bien” (cf. Hch 10, 38).

Somos sacerdotes de Cristo, que participamos de su misión sacerdotal, profética y real; somos linaje elegido, nación santa, pueblo adquirido por Dios (cf. 1 Pe 2, 9).

6.- En esta solemnidad del Bautismo del Señor la Iglesia nos invita a todos los bautizados a renovar los compromisos de nuestro bautismo.

Los padres y padrinos de estos niños pedís hoy a la Iglesia el mejor regalo para vuestros hijos. Con motivo de la fiesta de los Magos se suelen hacer regalos y vosotros habréis regalado cosas buenas para ellos. Pero el mejor regalo es el bautismo, que habéis pedido a la Iglesia para ellos. Hoy es un gran día para ellos, porque los vamos a hacer hijos de Dios en Jesucristo, el Hijo amado del Padre, y por tanto hermanos de Cristo y templos del Espíritu Santo. ¡Enhorabuena, queridos padres!

7.- Y os comprometéis a educar en la fe a vuestros hijos bautizados; a enseñarles el amor de Dios; a rezar con ellos; a iniciarles en el camino del seguimiento de Cristo, conociendo a Dios y cumpliendo sus mandamientos.

Pedimos a la Santísima Virgen María que proteja con su maternal intercesión a estos niños en la nueva vida, que ahora inician.

Queridos padres, padrinos y familiares, os invito a que visitéis el Santuario de Santa María de la Victoria, Patrona de nuestra Diócesis, para presentarle a vuestros hijos y ponerlos bajo su manto protector y enseñarles la devoción mariana. Al final de la Misa haréis el gesto hermoso de ofrecer a vuestros hijos a la Virgen María.

Pedimos, pues, a la Virgen por todos nosotros, para que nos ayude a renovar el bautismo recibido. Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo