«Musulmanes convertidos al cristianismo» Publicado: 06/08/2012: 2272 Se dice que en Granada hay un grupo de jóvenes que en un tiempo fueron cristianos y ahora son islámicos. “Nos convertimos al islamismo”, dicen y escriben. Algunos se fueron a vivir a uno de los países islámicos para profundizar en la religión islámica y aprender bien el árabe. Ahora han regresado a España para dar a conocer el mensaje del profeta Mahoma. Personalmente, conozco un caso concreto. No más. De lo que no se habla es de los musulmanes que se han convertido al cristianismo. Y los hay. Me consta que en Francia y en Italia se van dando casos de conversión al catolicismo, al protestantismo y –aunque no diría “conversión”– a los Testigos de Jehová. Pero guardan silencio o disimulan, temiendo la dura reacción que provocarían entre sus familiares o amigos musulmanes de Europa o del país de origen, al que viajan todos los años con motivo de las vacaciones. Como prueba ahí va un botón de muestra. Me consta de un musulmán que, después de haber hecho un serio proceso hacia la fe cristiana (dos años de catequesis) hace poco recibió el bautismo y se incorporó a una comunidad parroquial de Cataluña. La parroquia a la que pertenece organizó una peregrinación –a pie– a un santuario cristiano. De vez en cuando, el grupo de feligreses hacía un alto en el camino para poner en común sus reflexiones sobre un punto concreto. En este caso, se trataba de reflexionar sobre la inmigración extranjera en Cataluña. En una de las paradas o estaciones del camino, el musulmán convertido leyó un folio, cuyas palabras transcribo para los lectores de esta revista. “Buenas tardes, hermanos y amigos: con alegría estamos haciendo camino juntos un buen grupo de nuestra comunidad parroquial. Y lo hacemos bajo un tema de reflexión: “La inmigración extranjera”. Digo “nuestra comunidad parroquial” porque, aunque solamente llevo poco más de un año entre vosotros, me siento acogido como en casa. Y quiero hacer camino junto con todos los que luchais por una comunidad abierta y solidaria. ¿No es éste el mensaje de Jesús? Nací en un país musulmán. Soy padre de familia numerosa. Como tantos otros padres y familias tuve que emigrar de mi país en busca de un mejor futuro. En mi país tuve la suerte de encontrarme con un cristiano. Trabé con él una profunda amistad. Y fue él quien me inició en el camino de la fe cristiana. Y lo hizo sin presionarme jamás. Quizás todo lo contrario: temiendo que yo buscara ventajas sociales, me puso una y mil dificultades. Al fin se convenció de la sinceridad de mi búsquda. Durante dos años, un día a la semana me ayudaba a ir conociendo más a Jesús y su Iglesia, partiendo siempre del Evangelio. Además, el testimonio de este cristiano y su acogida fortaleció la inquietud que, desde joven, me he estado cuestionando: ¿Cómo compaginar la fe en Dios amor si desprecias y marginas al hermano? Me siento feliz al no considerarme ni extraño ni extranjero entre vosotros. Sé también que no es fácil abrir tu casa a quien no conoces. Este es nuestro desafío: hacer camino hacia una sociedad donde sea más fácil conocernos y crecer en confianza mutua. ¿No es cierto que esta única Tierra es de todos y para todos? Como tantos conciudadanos míos, estoy luchando por poder reunir a mi familia y normalizar una situación que, con vuestra ayuda, estoy seguro podré conseguir. Pero sé también que son muchos y de muchos otros países los que no consiguen esta ayuda. Es por ello que quisiera que mi testimonio despertara una conciencia más valiente y solidaria de todos los que podemos hoy abrir, aunque sea un poco, nuestras manos y nuestra casa. ¿No es verdad que el proyecto de Jesús está abierto a todas las culturas, a todas las religiones y a todos los pueblos sin distinción? Muchas gracias por vuestra atención”. Este es el escrito de un musulmán convertido. Hay más. Pero las posibles represalias de familiares y patriotas les atemorizan. No pueden hablar ni actuar abiertamente. Un día lo será, gracias a aquellos que, como el musulmán convertido, se atrevan a expresarse sin tapujos y casi de manera heorica. Un día será posible que los musulmanes convertidos hablen y actúen libremente, gracias a las “persecuciones” que han sufrido y sufren en propia carne los que, como es el caso de nuestro “convertido” (que él sabe lo que es ser perseguido), han manifestado su fe cristiana. Los cristianos que vivimos en Europa deberemos estar muy alerta para no caer en la fácil tentación del proselitismo. Y, aunque pueda parecer escandaloso para algunos, opino que deberemos facilitar a los emigrantes musulmanes los medios justos para que puedan vivir y celebrar su religión islámica. Esto no significa, de ninguna manera, que los cristianos europeos no podamos dar a los emigrantes musulmanes nuestro testimonio evangélico. Debemos darlo siempre ante musulmanes, ante descreídos y ante quien sea. A la pregunta, a la duda o a la simple curiosidad de un musulmán, los cristianos debemos responder “dando razón de nuestra fe” con humildad, valentía y respeto. Más aún: cuando se ha hecho sincera amistad con un musulmán o nos sentimos mutuamente cercanos, cabe la posibilidad de que podamos cuestionar su religión, como ellos pueden cuestionar nuestra fe cristiana. La búsqueda de la verdad tanto por parte de unos, como por parte de otros, nos abrirá caminos de diálogo que, nos conducirá hacia la verdad completa que nos ofrece a todos el Espíritu Santo, como nos dijo el mismo Jesús. Septiembre 2001. Autor: Mons. Ramón Buxarrais