«...Y en el centro, ¡Dios!» Publicado: 06/08/2012: 1369 Desde que, por vivir en Melilla, voy conociendo un poco más el Islam, me admira cómo los fieles seguidores de Mahoma centran toda su vida en Dios. Conozco a un musulmán cuya vida religiosa se centra y gira de tal manera alrededor de Alá (Dios) que, después de su muerte, adivino que será venerado por sus correligionarios como auténtico uaeli (santo). Si vais a Melilla, podréis visitar la tumba del santón (así llaman los melillenses a los uaeli) Muley Mohammedi, y en Farkhana, pueblo colindante con nuestra ciudad, la de Sidi Guariach. He escrito “fieles seguidores” porque hay otros, como los hay también entre los cristianos, que centran su vida en sí mismos, buscando sólo los valores de este mundo, distintos y antepuestos a los valores del Reino de Dios. Hoy el dólar, el euro, el yen, con todo lo que supone de egoísmo, van desplazando a Dios. A veces me pregunto, desorientado en los misteriosos caminos de la historia, si los emigrantes musulmanes en Europa no habrán sido enviados por el Espíritu para recordar a los europeos la primacía de Dios. Y, por otra parte, sigo preguntándome, si estos mismos emigrantes no descubrirán en Europa que la primacía de Dios está siendo sustituida por los intereses materiales. A pesar del empeño del Papa Juan Pablo II y otros muchos cristianos europeos, los pueblos del Viejo Continente hacen caso omiso a la invitación de volver a las fuentes de la fe cristiana. Los datos sociológicos así lo demuestran. Antes que escuchar la Buena Noticia de salvación, prefieren consolidar el euro, con todo lo que de simple y exclusivo bienestar material supone para los europeos. Esta situación me recuerda lo que hicieron Pablo y Bernabé al verse rechazados por la sinagoga de Antioquía de Pisidia: al salir de la ciudad que los expulsaba, sacudieron el polvo de sus pies en señal de protesta contra aquella gente y se fueron a Iconio (Hech 13, 51) a predicar a los gentiles. Hoy parece repetirse la historia: viendo el rechazo o la indiferencia de los europeos, el Espíritu de Dios parece alejarse de nosotros para buscarse un pueblo más fiel en Oriente. Espero que seremos capaces de reaccionar y renaceremos de nuestras propias cenizas. Sea como sea, ojalá un día los musulmanes sepan pasar de Dios al hombre, sin dejar a Dios, y los cristianos europeos pasen del hombre a Dios, sin dejar al hombre. La primacía de Dios garantiza el justo lugar del hombre en la creación. El olvido de Dios conlleva, tarde o temprano, el olvido del hombre. El poeta de Bellavista (barrio de la ciudad de Málaga) nos habla de la primacía de Dios, partiendo de sus criaturas, pero antes que ellas. Y nos lo dice como los grandes poetas saben hacerlo: a ritmo de palabra sonora que entreteje la singular melodía que canta la primacía del Creador, para gozar, después, de sus criaturas. Junio 2001. Autor: Mons. Ramón Buxarrais