(Tomado del artículo de "Redacción" de la revista "Diócesis")

Lo cierto es que todos, hasta los más agnósticos, creemos en lo que no "vemos", porque a lo largo de nuestra vida hemos experimentado que hay veces que la ciencia no nos da las respuestas que necesitamos. La muerte de un hijo, por ejemplo. ¿Qué es? ¿Es sólo el cambio de un estado de la materia? Ahí pasa algo más ¿o no? ¿Qué es el dolor? ¿Tiene sentido? 

Lo cierto es que los "sacerdotes" de esta nueva religión científica caen en sus propias trampas. El  mismo Hawking afirmaba recientemente creer en la existencia de extraterrestres, "casi con toda seguridad". Habría que preguntarle, por lo tanto, qué pruebas científicas posee para sostener dicha afirmación. A lo mejor esa "fe", no es más que el resultado de la misma intuición que hace decir a la gente de la calle, cuando se le pregunta sobre su fe en Dios, que "algo tiene que haber" siendo el universo tan grande y la creación tan extremandamente compleja.

Otro caso es el del divulgador científico Eduardo Punset, que ha visitado recientemente nuestra diócesis para participar en un congreso de "mentes brillantes" (sic). El congreso se promocionaba con una cita suya que era: "Dios es cada vez más pequeño y la ciencia es cada vez más grande". Sin embargo, este adalid del cientifismo afirmaba en su último libro que "la intuición es una fuente de conocimiento tan válida como la razón". ¿No es eso tanto como decir que ser creyente es una actitud muy inteligente, si no perfectamente razonable?

Es lo que piensa la Iglesia cuando defiende la capacidad de la razón humana para conocer a Dios. De esta manera, "expresa su confianza en la posibilidad de hablar de Dios a todos los hombres". Esta convicción "está en la base de su diálogo con otras religiones, con la filosofía, con las ciencias y también con los no creyentes y ateos".

Por eso, la Diócesis nos propone el estudio sistemático de las ciencias bíblicas y teológicas, consciente de que la formación cristiana es imprescindible para un auténtico diálogo, de tú a tú, con el pensamiento del hombre y la mujer de hoy.

Son ya cientos los cristianos de la diócesis que han encontrado en la formación que imparten los centros diocesanos un modo de amar y seguir a Jesucristo y una manera de servir mejor a su Iglesia. Y es que la nueva evangelización, a la que nos han llamado en tantas ocasiones Benedicto XVI y su predecesor, necesita de cristianos bien formados, capaces de dar razones de su fe en el siglo XXI.