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Homosexualidad: libertad y respeto en la Iglesia

Publicado: 06/02/2014: 8157

La Iglesia, que es Madre y Maestra, vela siempre por las personas y les muestra el camino mejor y más directo para la felicidad. Habla porque ama, y, siguiendo a su Señor, no desea la muerte del pecador sino que se convierta y crea. Su fin nunca es condenar, sino ayudar a que las personas se abran a la Salvación, eligiendo, de entre muchos caminos buenos y respetables, el mejor.

En el tema de la homosexualidad, la Iglesia habla para exponer unas enseñanzas que vienen del Señor y que presentan la más hermosa y perfecta imagen de la pareja humana y de la sexualidad.

Y dice que ciertos actos, cuando brotan del egoísmo humano, son pecaminosos en si mismos, en tanto en cuanto se apartan del plan de Dios para las personas.

Los cristianos tenemos el derecho de exponer nuestra fe, pero sin condenar a nadie. Quién soy yo para juzgarlos, decía el papa, recientemente, cuando le preguntaban por los homosexuales. Todos somos pecadores.

Una fe auténtica, por supuesto, que busca la perfección y la felicidad humana, desde un camino de santidad y de entrega.

Un homosexual merece nuestro cariño, respeto y acogida. Puede ser un amigo, una hermana, un hijo, un tío, una sobrina, incluso un padre o una madre, o un buen cristiano. Pero, aunque sea doloroso a veces, también merece nuestra sinceridad y nuestra fidelidad a la Palabra y al Amor del Señor. Para amar no tenemos que ser cómplices.

Lo ideal es que respetemos y no juzguemos a los homosexuales, a la vez que ellos respeten la libertad de la Iglesia y su Magisterio de predicar la bella enseñanza evangélica del amor, de la sexualidad y de la pareja humana, sin recelos ni equívocos. ¿Qué daño puede ocasionar una Pala- bra que es Amor puro para todos?

Autor: Fidel García Geada. Licenciado en Teología Moral y

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