NoticiaColaboración «Los profesionales y la sociedad han dado lo mejor de sí» Ismael Herruzo Publicado: 15/07/2020: 22080 Ismael Herruzo Ismael Herruzo es el nuevo director médico del Hospital Regional de Málaga. Junto a su esposa, Antonia Delgado, son los delegados de Pastoral Familiar de la diócesis de Málaga. Nunca pude imaginar, al aceptar el puesto de director médico del Hospital a primeros de enero, lo que íbamos a vivir y la posibilidad de servir a nuestra sociedad desde ese puesto, que se me brindaba. Ya algunos amigos me animaron desde el principio entendiendo que, desde una lectura creyente de la existencia, las cosas ocurren para poder servir más y mejor a nuestros hermanos, incluso en la locura de una pandemia. Desde mi puesto como médico y como director, he vivido de cerca la vulnerabilidad, el miedo, la soledad, la impotencia de no poder ayudar todo lo que uno quisiera y la capacidad de lucha y de sacar lo mejor de nosotros mismos para el fin común de ayudar a los demás. Incluso he experimentado en primera persona la enfermedad y la incertidumbre de su evolución que, en algún caso, acaba en una insuficiencia respiratoria mortal, a la que solo la UCI daba una oportunidad de lucha. Ello, en medio del cruel aislamiento, sin una mano amiga o hermana que confortase y enfrentándose a una asfixia mortal. Por ello, en cuanto pudimos, nos planteamos desde el equipo directivo médico y de enfermería, junto con la impagable ayuda de los demás direcciones y estamentos del hospital, humanizar la asistencia permitiendo el acompañamiento seguro de los familiares y la ayuda espiritual. Pero también he experimentado la esperanza, contra todo pronóstico, con la certidumbre de que la entrega y el esfuerzo valían la pena; confortado porque se palpaba que los profesionales y la sociedad, daban lo mejor de sí mismos por los demás. Ha sido un reto a la fe y a la esperanza, al ver cómo la enfermedad se ensañaba en nuestros queridos ancianos, que ya habían dado lo mejor de ellos por nuestra generación y que deberíamos corresponderles generosamente. Se vivieron páginas tristes, a veces con dificultad para luchar por sus vidas pero, por suerte, en nuestra comunidad no tuvimos que vernos obligados a luchar competitivamente por los medios de soporte sanitario y, desde las direcciones del hospital y las autoridades provinciales, siempre nos opusimos a ello. Esperanza al ver a nuestras autoridades sanitarias y médicos de familia (a los que debemos mucho), cómo luchaban por las vidas de nuestros ancianos en las residencias adaptadas. La comunión de fe con otros compañeros de profesión, y la vivencia conjunta de compartir la vocación por el servicio a la lucha por cuidar y salvar la vida de nuestros semejantes independientemente de las creencias; que nos animaba a luchar y vivir el misterio, en nuestro caso, bajo la luz de la fe pascual, en medio de una Semana Santa muy especial, en la que la Resurrección era la luz que nos daba fuerza para no desfallecer ante la cruel realidad de la vivencia de la muerte cercana. Recuerdo contemplar un hermoso cuadro al óleo que compartió una compañera con nosotros, mostrando un Cristo cercano al profesional, aliviando y curando la enfermedad. Finalmente, una llamada a compartir, que se ha hecho patente en medio de la pandemia, como una auténtica manifestación de la vida compartida, como un milagro de la multiplicación de los panes y los peces, y que ojalá no olvidemos. Sin olvidar la capacidad de perdonar nuestros fallos y los de los demás, movidos muchas veces por la vulnerabilidad, el miedo o el egoísmo, que nos llevan a pedir humildemente que aumente nuestra fe. Una llamada a no perder ese espíritu de identidad y sentido unitario de ser mejores por los demás, que ha permitido adaptarnos a cambios importantes y salvar muchas vidas, entre todos.