El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús enfrentándose con la previsión de su propia pasión.

Los pensamientos de Jesús reflejados en este texto de Juan son coherentes con los presentados por los sinópticos en la oración del Huerto. Jesús siente angustia ante un destino de dolor y muerte al tiempo que está dispuesto a entregarse hasta el extremo a la misión redentora que el Padre le ha confiado. Quisiera que el Padre le librase de la pasión que se le avecina, pero comprende que la razón por la que ha venido al mundo pasa por ella.

No obstante, podemos observar que, mientras en los sinópticos acaba diciendo «hágase tu voluntad», sorprendentemente, en el texto de Juan dice: «glorifica tu nombre».

Y la sorpresa proviene de que Jesús habla de la cruz en términos de glorificación. Pues bien, este es el misterio que estamos llamados a descubrir: la profundidad de la cruz como presencia suprema del amor de Dios en el mundo, de tal modo que es también manifestación suprema de su gloria que todo lo transforma: ¿Quién nos separará ya del amor de Dios? dirá San Pablo.