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Diario de una adicta (XVIII). Reiniciando la convivencia

Publicado: 12/07/2016: 2282

Al entrar en la casa que compartía con Esteban, no me fijé, tampoco estaba para eso, en lo deteriorada y el desorden que tenía, pero era, para mí, el lugar donde mis perspectivas de ser feliz se fundamentaban. Todo me parecía bien, aunque las pesadillas, llena de miedos, temores y angustias, protagonizaron mi primera noche.

Pasamos unas dos semanas en que Esteban no podía estar más solícito. Llegando de su trabajo, ya no me dejaba hacer nada y todo eran atenciones.

Paula, tú tranquila, que para eso estoy yo. Además hoy he tenido una jornada muy relajada y buena. ¿Qué te preparo para cenar? Mis tímidas protestas o gestos para que me dejara hacer algo, eran respondidas con un abrazo y un cogerme por la cintura y darme un beso. ¡Me sentía tan bien!
En esta etapa fue cuando inicié mis contactos con la escuela de arte dramático para continuar mis estudios. La ilusión no me faltaba, aunque la tenía muy escasa, y no encontraba la ocasión de abrir ningún libro o consultar apuntes. También había perdido la relación con mis amigas y tampoco me apetecía volver a verlas, las consideraba como extrañas: estaba un poco resentida por el abandono en que me habían tenido últimamente.

El otro aspecto se presentaba como sin importancia, pero estaba latente y presente en nuestras vidas: el consumo de cocaína y heroína, generalmente dos veces a la semana, era lo habitual. Desde luego no nos faltaba, aunque ya notábamos que cuando pasaba un poco más de tres días, un malestar indefinido nos asaltaba a los dos; la llegada de Esteban tenía la mayor alegría cuando me enseñaba las papelinas y preparábamos el protocolo y el ritual del consumo: esos ratos de placidez y paz eran un premio que pensábamos merecernos.

Después de unos días en que Esteban se levantaba tarde y volvía para la comida, le pregunté qué pasaba con su trabajo. Mi esquivó las respuestas hasta que por mi insistencia, confesó que lo habían despedido por falta de rendimiento y además debía algún dinero a la empresa y a algunos amigos.  Mis padres no habían dejado de mandarme el sueldo de ayuda y con algunos ahorros pasamos los días.

José Rosado Ruiz

Médico acreditado en adicciones

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