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Diario de una adicta (VIII). APARECE EL NOVIO

Publicado: 22/04/2016: 3514

Mis primeros meses fueron ideales. Pensar en él, era un placer y su presencia un deseo permanente.

Después de unas semanas de citas esporádicas, por razón de su trabajo, pero intensas y deseadas, se me declaró a su manera, y formalizamos nuestras relaciones, en que el amor me hacía interpretar todo lo que me sucedía de la manera más idónea. Mis primeros meses fueron ideales. Pensar en él, era un placer y su presencia un deseo permanente.

Cuando me invitó a pasar un fin de semana en la sierra con unas parejas amigas, me llené de alegría y contento y, aunque me hubiera agradado pasarlo a solas con él, yo acepté de inmediato porque quería agradarle en todo. Eran seis parejas de edades parecidas a mi novio, por lo que yo, al principio me sentía como una niña; el recibimiento y la acogida que me dispensaron, me hizo abandonar cualquier actitud de reserva.

Una vez metidos en faena y en plena fiesta, empecé a notar algunos detalles que me desorientaron. Yo no suelo aguantar la bebida y por eso intento controlar las copas, por eso me mantuve con cierta lucidez mental y algún sentido crítico. Fui la primera vez que descubrí a Esteban un poco bebido y cuando se acercó a mí, le hice un gesto de reproche. Su reacción fue desproporcionada, pues me cogió la mano y la apretó con fuerza y con una mirada dura y extraña. Yo me asusté un poco pero inmediatamente lo besé. Él, con cierta frialdad y sin responder a la caricia se marchó a la barra.

Después de un rato, sin quitarle los ojos de encima, con un sentimiento de culpabilidad, un poco desconsolada y sin saber qué hacer, me decidí: fui a su lado y apoyando mi cabeza sobre su pecho, me abracé a su cintura. Con una media sonrisa y un gesto de cariño, me ofreció su copa, de la que yo bebí con ganas. Al poco rato, nos hicimos un porro y olvidamos lo pasado.

José Rosado Ruiz

Médico acreditado en adicciones

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