NoticiaFamilia Sesenta años de matrimonio Parroquia de San Gabriel, en Málaga Publicado: 12/04/2016: 8212 La parroquia de San Gabriel ha acogido la celebración de los sesenta años de matrimonio de sus feligreses José Luis Moreno Torres y Dolores Sánchez Aurioles. Los cónyuges celebraron esta fiesta en compañía de sus diez hijos. Y José Luis dedicó estas palabras a su esposa. Hace ahora 60 años, mi mujer, Dolores Sánchez Aurioles, y yo contrajimos matrimonio en la Iglesia de los Jesuitas de Granada. Es para nosotros una gran alegría y motivo de satisfacción el poder compartir con nuestros hermanos en la fe la circunstancia de haber podido celebrar este sesenta aniversario. En esa larga trayectoria matrimonial hemos vivido, como todos los matrimonios, momentos muy felices y algunos más tristes, pero en general podemos decir que nuestro balance ha sido muy positivo. Hemos sido padres de diez hijos, a los que hemos inculcado nuestras convicciones cristianas. Mi esposa y yo hemos formado un buen equipo repartiéndonos la ardua tarea de la educación de nuestros hijos y del sostenimiento de una familia tan numerosa. Hemos tenido la gran satisfacción de que todos nuestros hijos se imbuyeran del amor al estudio que ambos alentábamos en ellos, pudiendo decir con orgullo que los diez son licenciados universitarios. Desde que eran pequeños quisimos que fueran personas de gran humanidad y espíritu solidario y recuerdo con especial cariño una anécdota de la infancia de nuestros hijos que refleja esos valores. Siendo casi todos menores de 13 o 14 años organizaron en nuestra casa de vacaciones, situada en las proximidades del pueblo de Campillos, una escuela para los niños de los alrededores que apenas tenían oportunidad de asistir al colegio. Eran los años sesenta y las malas comunicaciones y el subdesarrollo que existía entonces en nuestro país determinaban que esas situaciones no fueran infrecuentes. Los niños acudieron alegres a esa escuela que capitaneaban mis hijas Kety y Rosario, de no más de 11 y 12 años de edad. La ayuda que en ella recibieron fue un incentivo para continuar sus estudios y hoy día muchos de ellos han alcanzado un alto nivel profesional. Recientemente tuvimos oportunidad de encontramos con algunos de ellos y fue un enorme motivo de alegría el oír de sus propias bocas el agradecimiento que sienten todavía por aquella bonita escuela de verano que de tanta ayuda resultó para ellos. Quiero terminar esta carta rindiendo un sentido tributo a mi mujer, Dolores, la verdadera heroína de esta historia, que ha sido capaz en todo estos años de una enorme generosidad y capacidad de renuncia, a fin de dedicar la mayor parte de su tiempo a su marido, y a aquel de sus hijos o de sus nietos que en cada momento la necesitaba, por lo que todos en nuestra familia le estamos eternamente agradecidos.