NoticiaSemana Santa Yo estuve presente en La Pasión Publicado: 28/03/2024: 6614 Cine y salvación El sacerdote Miguel Segura LC estuvo presente en el rodaje de la película "La Pasión", de Mel Gibson, que, en sus propias palabras, narra «el corazón de la fe cristiana». Desde sus vivencias, explica que el director le hizo caer en la cuenta de que «la película de La Pasión no es un relato sólo de las últimas horas de vida de Jesús, sino, sobre todo, es una meditación sobre cómo tratas tú a Dios y cómo te trata él». «Gibson quiso que cada persona que vea esta película se encuentre personalmente con Cristo» Mel Gibson buscaba ganar el óscar a la mejor película extranjera cuando decidió rodar la Pasión en lenguas originales. Esa decisión condicionó mucho del rodaje y al mismo tiempo me permitió asistir al set de Cinecittà y admirarme de lo que allí pasaba cada día. No era un guión cualquiera. Los eventos narraban desde la Última Cena hasta la Crucifixión y Resurrección, es decir: el corazón de la fe cristiana. Pero al pasear por los escenarios y escuchar de tanto en tanto las intenciones del director, la película fue tomando un significado aún más profundo que iba más allá de lo meramente fílmico, conectando con las actitudes de Jesús y su deseo de redimir a la humanidad. Pude escuchar de primera mano los comentarios y las indicaciones de Mel Gibson, y asistir lleno de curiosidad a los esfuerzos de su equipo para convertirlos en realidad. Recuerdo con especial cariño el momento en que visionamos lo que se llevaba hecho de la película para ver, a petición de Mel Gibson, si la película se ajustaba a los criterios católicos y poder recomendarla. Fue un momento impactante que vivimos junto a quien me ordenó sacerdote: el Card. Darío Castrillón Hoyos, y que nos llevó a intuir el potencial evangelizador de la película. De esos diálogos surgen las tres claves fundamentales para ver la película, que tan mala prensa tuvo en España y deformó la opinión pública reduciéndola erróneamente a un simple despliegue de violencia gráfica. No era esta la finalidad de la película, sino otra completamente diferente. “No sé si fue así… pero sí sé que le he he tratado así” Mel Gibson quería mostrar la enormidad del sacrificio de Cristo. No le parecía justo reducir nuestra redención a esbeltos crucifijos de plástico blanco como los que vendían en la plaza de san Pedro. Recuerdo que los sopesaba en su mano y decía “No fue así”. Quien haya visto la película recordará la escena del Monte de los Olivos, el lugar donde Jesús, enfrentándose a su inminente crucifixión, se retiró a orar en soledad y fue tentado. Recuerdo que estaban empujando a un doble casi toda la mañana: puñetazos, risas, golpes, hasta empujarle por el borde de un puentecillo como si hiciera puenting… en la película esta escena dura tan sólo unos segundos. En el rodaje en cambio era toda una mañana. En un momento comenté: “es demasiado…” pues me parecía que no habrían pegado tanto a Jesús en la vida real. Y ese comentario hizo surgir la primera clave para ver la película de la Pasión. Mel Gibson dijo: “No sé si fue así… pero sí sé que yo le he tratado así”. Esta respuesta cambió mi modo de ver la película. Y ojalá cambie el de todo el mundo. La Película de la Pasión no es un relato sólo de las últimas horas de vida de Jesús, sino sobre todo es una meditación sobre cómo tratas tú a Dios y cómo te trata él. Por este motivo Mel Gibson quiso aparecer en la película (aunque la gente no lo sabe) de él es la mano que traza una línea en el suelo cuando salva a la pecadora sorprendida en adulterio. Y también es suya la mano que se alza para dar el primer martillazo al clavo de la mano izquierda: “yo le he tratado así”. La entrega libre de Cristo Para Mel era importante mostrar que la entrega de Cristo es libre. Cuando veas la película, fíjate en los momentos en que Jesús se levanta. Sucede algo más. Son escenas que podrían haber eliminado. Pero no. Cristo se alza lentamente con una música estremecedora: en Getsemaní, en la flagelación, en el Via Crucis varias veces y, como énfasis final, justo en el Calvario. Cuando no puede más. Mira a María. Se levanta. Lentamente. Un plano cenital. Una música inefable. No estaba obligado a salvarte. Pero quiso. Quiso libremente. “Nadie me quita la vida, yo la doy por mí mismo” (Jn 10,18), “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Gibson encontró una forma de evidenciar esto gráficamente en lenguaje cinematográfico. La próxima vez que veas La Pasión, observa las veces que Cristo se levanta. Es pensado, es querido, es buscado, para transmitir una idea: Cristo te salva libremente, porque quiere, sin obligación por su parte ¿Qué hace surgir esto en tu alma? × “Encuentro con Cristo” Pero Gibson quiso algo más. Lo dijo explícitamente. “Quiero que cada persona que vea esta película se encuentre personalmente con Cristo”. Estuvo pensando cómo hacerlo… y encontró un modo genial. Fue idea suya. Pensó en el intercambio de miradas. Cada vez que aparece un personaje, intercambia las miradas con Jesús. No importa si es Judas, el traidor; Pedro, el cobarde; María, su madre fiel; Pilato, Barrabás o un don Nadie, como el que está tallando la cruz cuando están a punto de juzgarle en el sanedrín. Tras este intercambio intenso, que os invito a ver especialmente en el Cireneo, hay una intención del director: que tú también te encuentres con Cristo. Que sepas que su caminar por la vida dolorosa es por ti y por lo más importante de tu existencia: tu salvación. No sé si has visto la película. Si la ves, hazlo teniendo estas tres claves presentes. Cambiará tu Semana Santa y, probablemente, tu relación personal con Cristo. No puedes hacer nada para que te ame menos. Nadie soporta eso y sigue amando y perdonando. Cristo sí. Y quiere regalarte ese corazón. De eso va la Iglesia. Miguel Segura, LC