NoticiaMisión diocesana Misión Diocesana: que nunca dejen de sonreír Publicado: 27/04/2018: 10197 Misioneros malagueños están acompañando al pueblo venezolano en una de las crisis humanitarias más graves de su historia, con falta de alimentos, de medicamentos y de otros productos básicos. El sacerdote Manuel Lozano, ha remitido una carta en la que cuenta de primera mano la situación desesperada a la que la Iglesia, con sus pobres medios, trata de hacer frente. «Nunca habíamos experimentado una situación tan dramática» El 29 de abril se celebra el Día de la Misión Diocesana de Caicara del Orinoco. Un día en el que la colecta de todas las parroquias se destina a este trocito de la Diócesis de Málaga que se encuentra a miles de kilómetros. Ahora nos necesitan más que nunca ya que, explican los misioneros, «nunca habíamos experimentado una situación tan dramática como en la actualidad». Corría el año 1954 cuando la Diócesis de Málaga envío a los dos primeros sacerdotes a Venezuela, desde entonces no ha faltado su presencia en este país que en la actualidad está viviendo una situación muy difícil. El sacerdote de la Diócesis de Málaga, Manuel Lozano, uno de los fundadores de la Misión de Caicara del Orico en Venezuela ha enviado una carta a todas las parroquias de la Diócesis en la que explica la dramática situación que están viviendo. En ella, Lozano afirma que «para nadie es un secreto la situación de crisis por la que está atravesando el pueblo venezolano; crisis que no es solo política y económica, sino que se ha convertido en una crisis humanitaria de grandes dimensiones, afectando a todos los sectores de la sociedad, también a nosotros. Desde hace más de 60 años en varias diócesis de Venezuela, y desde hace 32 años en esta extensa región del Estado Bolívar, que denominamos “Misión de Caicara del Orinoco”, venimos acompañando religiosa y socialmente a este pueblo en sus “gozos y esperanzas, en sus tristezas y angustias”, pero nunca habíamos experimentado una situación tan dramática y dantesca como en la actualidad». Miles de muertes A diario son testigos de primera mano, continúa el sacerdote malagueño, «del abono del odio y la división entre venezolanos que desemboca en violencia, provocando miles de muertes a nivel nacional. En Caicara, casi todas las semanas, son muchos los crímenes que quedan impunes. Existe además, violación de derechos humanos, delincuencia desbordada, bandas organizadas, extorsión, secuestro, grupos irregulares… Todo ello, unido a la escasez de comida y de medicinas, que ha supuesto este año en nuestra población disturbios y saqueos, con sus correspondientes víctimas. La especulación y el contrabando están a la orden del día». Junto a la violencia, Venezuela está sufriendo «rebrotes de enfermedades que habían sido controladas y casi erradicadas, especialmente el paludismo, que en nuestra región se ha convertido en epidemia y que está causando muchas víctimas entre la población criolla y comunidades indígenas». En la carta enviada por Manuel Lozano explica que «los sueldos de los trabajadores no alcanzan para que una familia, y ni siquiera una persona, pueda vivir con dignidad, ya que los precios de los productos están fuera del alcance de la mayoría. Esta situación empuja a muchos trabajadores a abandonar sus puestos de trabajos para irse a trabajar a las minas, incluyendo a muchos maestros y profesionales de la salud. Es la fiebre del oro, con la apertura del “Arco Minero” en nuestra región, la única salida que ven muchos para subsistir, aunque arriesguen sus vidas por el alto índice de accidentes laborales, especialmente tapiados por barrancos, y también por la proliferación de paludismo, dengue, y otras enfermedades tropicales que el trabajo minero favorece ante el poco control y la devastación que produce en la naturaleza, esto está afectando a las cuencas de los grandes ríos de nuestra región, en perjuicio de las poblaciones indígenas y de todo el ecosistema de la Amazonía venezolana». A ello hay que sumar las muchas personas que «ya optan por abandonar el país, sobre todo gente joven, preparada, con estudios en su gran mayoría, que no ven perspectivas de futuro ante las circunstancias socio-políticaseconómicas del presente. Se dirigen sobre todo a Colombia, Brasil, Ecuador, Perú y Chile. Se calcula que unos 4 millones de venezolanos han abandonado el país en estos últimos años. Ante este panorama, también somos testigos de la paciencia de este pueblo, y de tantos cristianos, que asumen la crisis como una oportunidad de manifestar la presencia de Dios que les sigue dando vida, y de ejercer la solidaridad compartiendo desde su pobreza, estando al lado de sus hermanos que sufren». “Los venezolanos no nos merecemos esto” Extracto del mensaje de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana (19/3/2018) En los últimos tiempos, Venezuela se ha convertido en una especie de “tierra extraña” para todos. Con inmensas riquezas y potencialidades, la nación se ha venido a menos, debido a la pretensión de implantar un sistema totalitario, injusto, ineficiente, manipulador, donde el juego de mantenerse en el poder a costa del sufrimiento del pueblo, es la consigna. Junto a esto, además de ir eliminando las capacidades de producción de bienes y servicios, ha aumentado la pobreza, la indefensión y la desesperanza de los ciudadanos. El deterioro ha sido inmenso: la falta de alimentos, medicamentos y de otros productos, así como las fallas de energía eléctrica que impide el trabajo productivo y el desarrollo normal de la vida cotidiana, atenta contra la dignidad de las personas. Esto ha conducido a que un considerable número de venezolanos decidan irse del país en búsqueda de nuevos horizontes, trayendo como consecuencia el desarraigo y la tristeza en miles de familias; a otros los ha empujado a la práctica del contrabando, el “bachaqueo” y variadas formas de corrupción. Quienes nos quedamos luchamos por no perder la esperanza y llamamos a los más débiles a defender sus derechos y recuperar las libertades perdidas.... Los venezolanos no nos merecemos esto, mucho menos quienes han estado sumergidos en la pobreza y hoy han pasado a engrosar el número de personas en la miseria. Es imposible que un pueblo con hambre, con enfermedades y sin oportunidades, pueda pensar en el desarrollo integral de la Patria; y más difícil es entender cómo personas que están sufriendo tantas calamidades se adhieren aún a las propuestas gubernamentales que les hacen sufrir, que han quebrado a la nación, y han propiciado que funcionarios públicos hayan hecho de ella su hacienda y peculio personal.