La relación entre el culto a la Virgen y el mes de mayo viene de lejos. Aparece en una cantiga del Rey Sabio, y la popularizaron los estudiantes dominicos y jesuitas, al comienzo de la edad moderna. Sabemos que la misión de la Virgen María, en la Historia de la Salvación, consistió en traernos a Jesús; y consiste ahora en llevarnos a Él, como hizo en Caná, para que también nosotros hagamos lo que Él nos diga.

¡Al cielo con Ella! Debemos huir del sentimentalismo y de las exageraciones, nos advirtió Pablo VI, para centrarnos en estos cuatro verbos: conocerla mejor, amarla más, invocarla con esperanza e imitarla en sus virtudes. Así avanzaremos cada día hacia la morada santa, y nos adentraremos en el Misterio de Cristo Resucitado. Pues Él sigue presente en nuestra historia, ahora de un modo trascendente, por lo que sólo podemos “verlo” con los ojos de la fe.

¡Al cielo con Ella! Es una invitación a la esperanza y a imitar sus virtudes, que Pablo VI sintetizó de esta manera: “La fe y la dócil aceptación de la Palabra de Dios; la obediencia generosa; la humildad sencilla; la caridad solícita; la sabiduría reflexiva; la piedad hacia Dios, pronta al cumplimiento de los deberes religiosos, agradecida por los bienes recibidos, que ofrece en el templo, y ora en la comunidad apostólica; la fortaleza en el destierro y en el dolor; la pobreza llevada con dignidad y confianza en el Señor; el vigilante cuidado del Hijo desde la humildad de la cuna hasta la ignominia de la cruz; la delicadeza provisora; la pureza virginal; el fuerte y casto amor de esposa”.

Artículo "Desde las azoteas" de Juan Antonio Paredes en la revista "Diócesis"