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Visita pastoral a la parroquia de “Corpus Christi” (Málaga)

Publicado: 24/05/2014: 625

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo de la Visita pastoral a la parroquia de “Corpus Christi” en Málaga el 24 de mayo de 2014.

VISITA PASTORAL

A LA PARROQUIA DE “CORPUS CHRISTI”

(Málaga, 24 mayo 2014)

Lecturas: Hch 8, 5-8.14-17; Sal 65, 1-7.16.20; 1 Pe 3, 15-18; Jn 14, 15-21. (Domingo Pascua VI - A)

1.- En este Domingo VI del tiempo pascual, del ciclo A, que estamos celebrando, proseguimos con la lectura de los Hechos de los Apóstoles, que hoy nos hablan de las actividades propias de aquella primera comunidad. Lectura que puede ayudarnos a vivir como cristianos, en esta comunidad de la Parroquia del Corpus, en pleno siglo XXI.

El libro de los Hechos de los Apóstoles presenta al Apóstol Felipe que baja a Samaria y predica a Cristo (cf. Hch 8, 5). Predicación, en la que aparecen como dos signos, frutos de la propia predicación o evangelización.

Primer signo: «El gentío escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: “de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban”» (Hch 8, 7). El anuncio del Evangelio, a quien lo recibe, tiene una fuerza capaz de transformarle interior y exteriormente.

La Palabra de Dios que es viva y eficaz ilumina al ser humano, ilumina su condición humana. Y la luz de Cristo penetrando en el corazón de los fieles puede transformarnos, si nos dejamos.

Su luz ilumina especialmente las situaciones difíciles. Situaciones que a veces no entendemos, no sabemos por qué pasa esto en nuestra vida, ignoramos el sentido del dolor, de la enfermedad, de la muerte de los seres queridos, de tantas cosas. Cosas que pueden ser fruto del pecado, y que a veces pensamos que son castigo de Dios, cuando no es así; son fruto de la fragilidad humana.

Pero la Palabra de Dios, Cristo, hecho hombre por nosotros, persona divina y humana, ilumina la existencia del hombre; Cristo transforma nuestra vida y cicatriza las heridas con su amor. Con su amor, porque el amor de Dios es capaz de trasformar al hombre, como a veces el amor de una persona a otra, también la transforma. El amor es capaz de redimir, de elevar al otro, de ayudarle a transformarse. Y este es uno de los primeros signos de la predicación de Felipe.

2.- ¿Cuál es el segundo signo o consecuencia de su predicación? «La ciudad se llenó de alegría» (Hch 8, 8). Si estas dos cosas se cumplieran también hoy, cuando vosotros anunciáis a los demás la Buena Nueva, los oyentes podrían ser capaces de quedar transformado interiormente y de vivir la alegría pascual, de vivir el gozo de la Pascua, el gozo de la resurrección. Porque Cristo ha vencido a la muerte, Cristo ha vencido el pecado, Cristo ha vencido la enfermedad y el dolor, pasando por ellos no de forma gratuita, ha pasado y los ha vencido.

Entonces, si vosotros, queridos cristianos de estas comunidades del Corpus Christi y de NªSª de Gracia, si esto lo predicáramos, si anunciáramos la verdad del Evangelio, ¡qué transformación se haría en nuestra sociedad! La cicatrización de muchas heridas, la curación de muchos males físicos y espirituales. Y si no alcanzáramos la curación plena, como decía un santo: “si no quieres curarme dame la fuerza para aceptar la situación”, que esa es otra forma de quedar sanado, de que no sucumbamos ante las dificultades de la vida. Y después la alegría, la alegría de recibir a Cristo, de quedar iluminados por la luz del Evangelio.

3.- Felipe, además de anunciar este Evangelio con estas dos consecuencias, celebra los sacramentos de iniciación. Felipe bautiza (cf. Hch 8, 12) e impone las manos para que recibieran el Espíritu (cf. 8, 15-17); una cosa a continuación de la otra. Cristo envía a sus discípulos a anunciar el Evangelio y a bautizarles en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

A un no creyente, a un no bautizado después de anunciarle la Buena Nueva, al final de ese proceso, lo lógico es que reciba el bautismo y que reciba el Espíritu en la confirmación y que participe en la Eucaristía. Fijaros, este mismísimo esquema de los tiempos apostólicos, es el que hoy nos propone la Iglesia.

4.- Esta comunidad cristiana tiene la tarea de caminar, de ir madurando, de ir acercándose a la Patria Celeste, que es la verdadera y definitiva Patria. Pero una comunidad cristiana también engendra nuevos hijos a través del bautismo, les confiere el don del Espíritu en la confirmación y les ayuda a participar de la Eucaristía. Esa es la tarea primordial que tenéis, queridos fieles, en este comunidad cristiana del Corpus.

Esta es la tarea inicial, hablamos de tarea principal y primordial, después vienen otras tareas. Después viene, lógicamente, la atención a los más necesitados, viene confortar a los enfermos, viene ayudar a crecer a los niños en la fe, hacerles madurar, acompañar a los jóvenes, cuidar de la familia y de los que quieren prepararse para formar una nueva familia. Es todo un proceso de fe y de vida.

Esto es, en primer lugar, por lo que os felicito porque ya lo estáis haciendo y a lo que os animo para hacerlo mejor todavía.

5.- La carta de Pedro nos da un toque que a mí siempre me ha gustado, y además que tiene una regla nemotécnica que ahora os la diré. Pedro dice: «Más bien, glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza» (1 Pe 3, 15).

                Pedro nos dice que tenemos que estar dispuestos a dar razón de aquello en lo que creemos. Y para dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza cristiana hace falta estar formados, conocer la fe, vivirla y, entonces, es cuando somos capaces de explicarla.

                Si lanzara ahora la siguiente pregunta: ¿Por qué crees? Explícame, ¿por qué crees? Explícame y da razón de tu fe y de tu esperanza cristiana. Esta es la pregunta que puede haceros cualquier paisano, cualquier contemporáneo. Y, tú, ¿por qué vas a Misa? Y tú, ¿por qué crees en Dios? Y tú, ¿por qué crees en la otra vida? Y hemos de estar preparados y dispuestos para responder a estas cuestiones.

                La regla nemotécnica que suelo decir a los jóvenes, y os lo digo para que no se os olvide, es el valor de la letra griega “π”. A ver, los matemáticos, ¿cuál es el valor de “π”? (3,14 responden algunos feligreses). Pues, “π” es la primera carta de Pedro, capítulo 3, versículos 14 al 16, concretamente versículo 15. Para más inri, ¿en qué texto nos pide Pedro que demos razón de nuestra esperanza? (Primera carta de Pedro, capítulo 3, versículo 15 –responden los feligreses). Debéis llevar a cabo lo que Pedro nos exhorta en esta carta del valor de “π”. ¿De acuerdo?

                Pues esto es lo que el Obispo os pide: estad preparados, formaros de tal manera, vivid de tal manera que seáis capaces de dar razón de vuestra fe a los no creyentes, o a los agnósticos, o a los que dudan, o a los que están menos formados. Pero para eso hace falta formarse, hace falta conocer la fe, conocer qué es la Iglesia, qué son los sacramentos.

6.- El Señor en el Evangelio de hoy ha dicho una frase que a veces olvidamos: «Si me amáis –condicional, si no me amáis, no–, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14, 15). Guardar los mandamientos no es una obligación impuesta, dura, incapaz de llevarla a cabo. Guardar los mandamientos, cumplirlos, es una consecuencia del amor a Dios. Consecuencia que nos lleva a amar a los esposos, a las esposas, a los padres, a los hijos; sí, en el matrimonio tenéis muchas obligaciones y muchas renuncias que hacer, ¿las hacéis simplemente por una obligación y un deber que hay que hacer? O, ¿las hacéis como expresión del amor al otro? Lo más hermoso es hacerlo por amor.

Cumplir los mandamientos que son palabras de vida, palabras para vivir, no son prohibiciones taxativas que nos impiden crecer o no nos hacen felices, al contrario. Cuando un padre de familia o una madre dedica su tiempo y su vida por los hijos o por la esposa o el esposo, lo hace aunque le cueste, pero lo hace de buena gana, porque lo hace por amor, para expresarle su amor, para que el otro crezca y viva más feliz. Ese es el objetivo.

El Señor nos anima a guardar y cumplir los mandamientos, para que seamos más felices, no para fastidiarnos. El no creyente piensa que vivir así es coartarle la libertad, pero no es eso. El Señor no pretende coartarnos la libertad, lo que quiere es que vivamos con mayor felicidad, que vivamos de su amor y que correspondamos a ese amor. De esta forma las cosas se ven de otra manera.

7.- El Señor Jesús nos envía el Espíritu Santo, estamos en tiempo pascual preparándonos para esa recepción del Espíritu Santo, aunque ya lo hemos recibido en los sacramentos: bautismo y confirmación; y que en cada liturgia y Pascua celebramos; y que, litúrgicamente, también celebraremos muy pronto.

En este tiempo pascual conviene acentuar el protagonismo del Espíritu en la vida de la Iglesia. La Iglesia es mucho más que una simple organización social, pues quien lleva la Iglesia es el Espíritu, no la llevamos nosotros. El protagonista y el timonel de la barca de la Iglesia es el Espíritu, por eso, hay que fiarse de Él. Hemos de dejar que interiormente nos ilumine, nos transforme, nos de su fuerza, nos de sus dones para que la barca lleve el rumbo que Él quiere, no el que nosotros queramos imponer.

Permitamos, pues, al Espíritu, que es el don de Cristo Resucitado, que nos reconforte, nos anime y transforme como comunidad parroquial e Iglesia.

8.- Con esta Visita Pastoral queremos, como hemos recordado esta mañana, que su objetivo es conocernos más, amarnos mejor, ayudarnos mutuamente a vivir la fe, revisar cómo llevamos nuestra vida de fe individual y comunitaria. Esto es lo que pretendemos en este broche de oro que es el acto más importante de la Visita Pastoral, la celebración Eucarística. Le pedimos, pues, al Señor que nos siga iluminando y transformando, para que vivamos la alegría de la Pascua y dejemos que el Espíritu nos transforme.

                Os felicito porque sois una comunidad viva, hay muchas actividades, pero no para perdernos en las actividades, por ello hemos de ir a lo esencial. Lógicamente hemos de trabajar con niños, con adolescente, jóvenes, adultos, matrimonios, ancianos, enfermos, alejados… Mas hay un denominador común: la vivencia de la fe y la celebración del misterio pascual. Eso es lo que nos aúna y lo que nos centra en la vida. La Eucaristía es el centro y el culmen de la vida cristiana, como decía en el encuentro anterior.

                Y después de felicitaros, animaros para que seáis una comunidad que viva y celebre la fe hacia dentro, al tiempo que sea una comunidad evangelizadora, que llegue a los demás.

                Que así sea y que la Virgen nos ayude a llevarlo a cabo. Amén.

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