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Apostolado Seglar: «Nos sostiene la esperanza de Cristo»

Miembros de Acción Católica General de Málaga
Publicado: 01/04/2020: 9672

La Delegación de Apostolado Seglar envía un mensaje de ánimo a los responsables y miembros de grupos parroquiales adultos y a las asociaciones de apostolado seglar

«En este tiempo de incertidumbre y de dolor para tantos hermanos, el equipo permanente de la Delegación desea transmitir un mensaje de ánimo y de esperanza, en  las  circunstancias  concretas  en  las  que  os  encontréis  vosotros, vuestros  seres  queridos  y  vuestras  comunidades».  Así empieza este mensaje que ha sido enviado desde la Delegación de Apostolado Seglar en estos tiempos que obligan a los católicos a estar lejos de sus comunidades parroquiales y movimientos.

«No es suficiente  el optimismo que, sin acoger la dureza de la situación, piensa sin más que “todo  irá  bien”;  a  los  cristianos,  en  cambio,  nos  sostiene,  de  forma mucho más firme, la esperanza, que asume la cruz sabiendo que se ha convertido,  por  Cristo,  en  camino  de  vida.  Con  esta  esperanza,  nos acercamos  a  todos  los  que  necesiten  una  presencia, una  palabra  y cualquier ayuda concreta. La Iglesia, en estos días, no ha cerrado por vacaciones. Mientras muchos  de  nuestros  templos  deben  permanecer  cerrados,  la  Iglesia está  formada  por  todos  y  cada  uno  de  nosotros.  Y  en  estas circunstancias,  todos  y  cada  uno  seguimos  recibiendo  del  Señor  su llamada y su envío, que hace de nosotros Pueblo de Dios en camino, Pueblo  de  sacerdotes,  profetas  y  reyes.  Por  eso  mismo,  sigue  siendo grande la tarea que nos ocupa, a cada uno y a nuestras comunidades y asociaciones. Es tiempo propicio para vivir con hondura y anunciar con convicción la alegría del Evangelio. Lo que los cristianos tenemos que ofrecer en este tiempo es, no lo dudemos, “de  primera  necesidad”.»  

«Primeramente,  la  gente  necesita, ahora  más  que  nunca,  nuestra oración.  Y  esa  ha  sido  la  primera respuesta  que  quizá  ha  ocupado  a  muchos,  que  habéis  hecho  más patente en estos días que vuestros hogares son una Iglesia doméstica. Orar compasivamente por todos, especialmente por aquellos a quienes esta  epidemia  puede  provocar  más  estragos:  los  más débiles  y  los pobres.  Orar  unidos  espiritualmente  en  la  Eucaristía,  que  nuestros sacerdotes siguen celebrando cada día en comunión con toda la Iglesia y en favor de todos, a la espera de poder celebrarla gozosamente juntos en una gran fiesta de acción de gracias cuando pase la epidemia. Pero  la  respuesta,  bien  sabéis,  debe  concretarse  también  en  los gestos de caridad que, sin duda, habéis empezado a realizar en vuestro entorno  familiar,  vecinal,  parroquial.  Esos  gestos han  de  tener  una continuidad  y  ampliarse  con  imaginación  creativa  en  la  etapa  que probablemente  se  avecina,  que  reclamará  de  todos  una  actitud  de solidaridad y de entrega a la altura de las necesidades y de la vocación cristiana.  Además, la  palabra  oportuna  y  el  anuncio  explícito  de  nuestra esperanza   en   Cristo   pueden   abrir   muchas   situaciones que humanamente parecerían callejones sin salida.» 

«La Palabra del Señor es promesa de salvación, que cuando se acoge en el corazón nos muestra un horizonte nuevo. No dejemos de anunciar y de ayudar a crecer en el conocimiento del Señor, de su poder y de su misericordia. Lo necesitan los que flaquean en la esperanza, los que están más solos y desvalidos, los jóvenes que ven interrumpidos sus proyectos, los que han perdido el empleo  o  temen  la  ruina  de  sus  negocios...  De  forma  inmediata,  lo necesitan quienes aguardan con angustia su curación en los hospitales y sus familiares, y otros que han perdido desgraciadamente a algún ser querido, arrebatado por esta plaga sin poder despedirlo.» 

«El pasado 27 de marzo, seguimos con emoción la oración  que el Papa  Francisco  dirigió  al  Señor  en  favor  de  todo  el  mundo  en  estas circunstancias de calamidad: “Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al  mismo  tiempo,  importantes  y  necesarios,  todos  llamados  a  remar juntos,  todos  necesitados  de  confortarnos  mutuamente.”  Con confianza en Jesucristo, Señor del Universo, ¡sigamos remando juntos!  Unidos  en  la  oración,  en  la  caridad  y  en  el  compromiso  por  la misma misión, recibid un fraterno saludo».

 

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