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Jornadas de Formación de Pastoral Social y Cáritas (Casa Diocesana-Málaga)

Publicado: 17/11/2018: 2663

Homilía pronunciada por el obispo de Málaga, Jesús Catalá, en la clausura de las Jornadas de Formación de Pastoral Social y Cáritas.

JORNADAS DE FORMACIÓN
DE PASTORAL SOCIAL Y CÁRITAS
(Casa Diocesana-Málaga, 17 noviembre 2018)

Lecturas: Dan 12,1-3; Sal 15,5-11; Hb 10,11-14.18; Mc 13,24-32.
(Domingo Ordinario XXXIII-B)

Abiertos al Espíritu, transformamos el mundo

1.- Visión histórica desde Dios
Los dos últimos domingos del año litúrgico tienen un sentido escatológico, es decir, se orientan hacia los últimos tiempos de la humanidad. Al final de la historia volverá el Señor glorioso; su segunda venida será distinta a la primera, en la que vino a encarnarse, haciéndose hombre. En la fe y en la celebración del misterio cristiano el presente, el pasado y el futuro se entrelazan armónicamente.
Nosotros solemos vivir el presente olvidándonos del pasado y por eso cometemos los mismos errores; y solemos pensar en el futuro, que no existe y que nos quita la energía de construir el presente. El presente se cimienta en un pasado que le da consistencia y no podemos olvidar; y que, a la vez, le impele a abrirse a un futuro glorioso, que le proporciona la dinámica necesaria para recorrer el camino.
En Dios el pasado, el presente y el futuro es un “presente permanente”. Nosotros, al ser temporales, necesitamos de una cronología, que divide los tiempos; por eso vemos muy largo el final de nuestra historia y de nuestra vida. Nos parece que nuestra muerte temporal está lejana y que el Señor tardará en llamarnos. Es bueno, por tanto, como hace la liturgia, recordar que nos dirigimos hacia el final de nuestra historia personal y el final de la humanidad.
El libro del profeta Daniel describe lo que ocurrirá al final de los tiempos: «Por aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que se ocupa de los hijos de tu pueblo; serán tiempos difíciles como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los que se encuentran inscritos en el libro» (Dan 12,1). Se encuentran aquí todos aquellos a quienes Dios ha hecho sus hijos de adopción en el bautismo.
Habrá un juicio definitivo por parte de Dios: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros para vergüenza e ignominia perpetua» (Dan 12,2).
Quienes hayan vivido y enseñado la verdad y la justicia serán como luces en el firmamento: «Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad» (Dan 12,3).
Esto no es una película, aunque haya habido varias películas sobre el Apocalipsis. Esta es una verdad revelada; y, por tanto, es algo que va a suceder.
Debemos trabajar ahora en este mundo, abiertos al Espíritu Santo y guiados por Él, para transformarlo y ponerlo en manos de Dios, como reza el lema de la Jornada de hoy. Nos toca trabajar el presente para transformar el mundo según los designios de Dios (cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 35). Ver el tiempo presente y la historia desde la perspectiva de Dios nos ayuda a comprender mejor nuestra misión en este mundo. La visión transcendente de la vida ayuda a una mejor visión inmanente.

2.- El Señor es nuestra heredad
El Salmo 15 nos recuerda la herencia que reciben los hijos de Dios: «El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano» (Sal 15,5). Nos ha tocado en herencia un lote y una heredad hermosos (cf. Sal 15,6).
No tengamos envidia de los paganos, de los no creyentes, de quienes siguen ciegamente sus instintos y deseos propios. Su herencia queda en este mundo, donde satisfacen sus caprichos. En su carta a los Filipenses san Pablo hacía una descripción muy clara y dura a la vez: «Hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas; solo aspiran a cosas terrenas» (Flp 3,18-19). Resulta fuerte esta afirmación.
Nosotros, en cambio, somos templo del Dios vivo, donde habita Dios: «Somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo» (Flp 3,20-21).
El Señor, queridos hermanos, nos enseña el camino de la vida y nos sacia de gozo en su presencia, de alegría perpetua a su derecha (cf. Sal 15,11), como hemos rezado en el Salmo. ¡Somos ciudadanos del cielo, que se ocupan de la tierra, para transformarla!

3.- Transformar el mundo terrenal
Resulta providencial que la Jornada de Formación de Pastoral Social y Caritas coincida con la Jornada Mundial de los Pobres, que el papa Francisco ha propuesto. Ambas Jornadas están en plena sintonía y van en la misma dirección: la transformación del mundo.
El evangelio de Marcos ofrece unas señales espectaculares en el cielo que indican el día de la venida definitiva del Señor como Juez poderoso. Habrá signos en el cielo, el sol se oscurecerá, la luna no alumbrará, las estrellas y los astros se tambalearán y caerán (cf. Mc 13,24-25).
«Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria» (Mc 13,26). Hemos de estar preparados para ese momento. La historia de nuestra vida en la tierra debe estar en consonancia con lo que esperamos; o mejor aún: lo que esperamos debe marcar la pauta del modo de vivir en este mundo.
Como reza el lema de la Jornada de formación de este año: “Abiertos al Espíritu, transformamos el mundo”. Nuestra fe en el más allá no nos hacer olvidar el más acá, como algunos nos critican; algunos nos reprochan que los cristianos “estamos en babia” sin enterarse de lo que ocurre a nuestro alrededor, porque al pensar en el otro mundo nos olvidamos de este temporal. Al contrario, la esperanza de la resurrección y de la venida del Señor debe ayudarnos a vivir con intensidad en esta vida terrena y a transformarla lo mejor posible, porque forma parte del proyecto de Dios. No se trata de nuestro proyecto, ni del proyecto de un partido o de una ideología; eso puede ir al fracaso.
En estas Jornadas habéis afrontado varios campos de trabajo, o varios “talleres”, que necesitan un corazón grande y manos diligentes. Trabajar en el voluntariado de Cáritas y en la acción social, asumir el cuidado de la creación, acoger a los inmigrantes, acompañar a los enfermos, preocuparse por el tráfico y la trata de personas, hacer de la parroquia una escuela de santidad, respetar la interculturalidad y la interreligiosidad, transformar el mundo social y político,… todo eso es “abrirse al Espíritu para transformar el mundo” y preparar la ciudad futura.
¡Muchas gracias por vuestra dedicación a esta hermosa tarea! Gracias por vuestro esfuerzo, por vuestro voluntariado, por el tiempo que dedicáis, por vuestra generosidad. El Señor os lo agradecerá con creces, en primer lugar aquí en este mundo y después en la otra vida.  Por eso es bueno ver la historia desde Dios; porque es una visión integrada, que no está dividida o separada en tiempos independientes, sino que forma un todo unido. El aquí tiene en cuenta el más allá; y el más allá nos ayuda a promover la situación histórica y social que nos toca vivir en el presente.
Pedimos a la Santísima Virgen María que nos acompañe para seguir transformando esta morada terrenal haciéndola cada día más parecida a la morada celeste, donde se adora y se alabar al Dios-Trino, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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