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Semblanza de Ildefonso López Lozano

D. Ildefonso López junto a la Puerta Santa de la Catedral · Autor: S. FENOSA
Publicado: 08/01/2024: 5421

Canónigo

El canónigo Gabriel Leal Salazar leyó la siguiente semblanza del sacerdote D. Ildefonso López Lozano en la Eucaristía corpore insepulto celebrada el mismo día de su fallecimiento (4-1-24) en la parroquia de San Antonio Abad de Churriana.

Esta madrugada, al inicio del día que celebramos a nuestro inolvidable san Manuel González, el Obispo que puso en pie nuestro seminario, el Señor ha llamado a presencia a nuestro querido Ildefonso López Lozano, a los 93 años.

Bendito sea Dios que ha llamado a Ildefonso, que tan apasionadamente ha buscado y amado al Señor a lo largo de toda su vida.

Ildefonso y su hermana Angelita nacieron 27/2/1930, en el seno de una familia cristiana formada por sus padres, D. Francisco y Dña. Ángeles, y dos hermanos mayores: José y Francisco. La madre murió siendo Ildefonso y Angelita muy pequeños. Pero el Señor, siempre atento a las necesidades de sus hijos, les regaló pronto una segunda madre en Dña. Juana Corpas, casada con D. Francisco en segundas nupcias.

D. Ildefonso fue bautizado en la parroquia de Ntra. Sra. del Carmen de Málaga y confirmado en nuestra Catedral; creció en la fe en la parroquia de Santiago Apóstol de nuestra ciudad. En 1940, con 10 años, ingresó en nuestro Seminario Diocesano y fue ordenado sacerdote en la Catedral, el 13 de junio de 1954.

Don Ildefonso ha desarrollado una amplia actividad apostólica en muchos y muy diversos campos de la pastoral.

Una mirada superficial a tanto cambio podría hacer pensar que D. Ildefonso no encajaba en las misiones confiadas. Nada más lejos de la realidad. Su itinerario pastoral es fruto de dos actitudes profundas y de un criterio Pastoral. Una actitud de verdadera disponibilidad al Obispo y no tener aspiraciones de hacer carrera, de escalar puestos. Por otro lado, creía que no era bueno estar sirviendo la misma parroquia más de diez años, convencido de que no podría incorporar a la vida parroquial a quien no lo hubiera conseguido en ese tiempo y de que el nuevo párroco podría incorporar a nuevas personas.

Quienes hemos tenido la suerte de haber estado cercano a D. Ildefonso somos testigos de su dedicación y entrega generosa, de su capacidad de acogida y escucha, de su cuidado en el servicio de la fe.

Ildefonso ha sido un discípulo formado en el Seminario de D. Manuel González, que quería hacer evangelios vivos con pies de cura, pastores buenos dispuestos a dar a vida por las ovejas, por el pueblo santo de Dios. Y D. Ildefonso era uno de ellos, con sus debilidades. Persona de una recia espiritualidad, tenía un entrañable amor a la Eucaristía celebrada y adorada y a la Virgen María, que difundía con tanto entusiasmo.

Hombre pobre y cercano a los pobres. Su preocupación por los más necesitados, mostrada ampliamente en su preocupación por el problema de la vivienda, especialmente durante su estancia en Churriana, donde lideró un grupo de voluntarios y trabajadores que consiguieron edificar seis casas, sin contar lo que batalló para conseguir que se edificara la barriada de la Noria.

D. Ildefonso era persona con entrañas de misericordia, en su vida y en la administración del sacramento de la penitencia, que mostraba acogiendo siempre, animando y estimulando los pequeños progresos, siempre en positivo, sin por eso ocultar la responsabilidad del penitente.

También fue especialmente sensible ante la injusticia, reaccionando fuertemente ante ella, incluso cuando esta se daba dentro la Iglesia. Es una de las cosas que más le han hecho sufrir.

D. Ildefonso fue extremadamente delicado con los hermanos sacerdotes. No puedo olvidar hasta donde llegaba en sus detalles. En uno de sus traslados no solo dejó la casa estupendamente arreglada con todo lo necesario, incluida la nevera llena, sino que me dio un sobre con dinero para que se lo entregase a su sucesor con el fin de que este no tuviera que estar buscando dinero si le surgía alguna necesidad.

En los últimos años no era suficientemente consciente de su falta de salud para poder vivir con autonomía sin dependencia. Por esto estaba empeñado en vivir en su piso o en la residencia sacerdotal; sufría por tener que estar en el Buen Samaritano, a pesar de que se sentía muy bien acogido y tratado. ¡Cuantas veces me ha dicho que lo tenía decepcionado porque no lo llevaba a vivir a su piso, buscándole un poco de ayuda que es lo que el creía que necesitaban!

Muchas gracias a todas las personas que con tanto cariño le habéis cuidado en el Buen Samaritano, a Patricio y al equipo directivo, y a todos los trabajadores y voluntarios. El Señor os lo pagará con creces.

En este templo que se edificó siendo párroco D. Ildefonso, quisiera terminar dando gracias a Dios que en D. Ildefonso nos ha regalado un pastor que ha sido, a pesar de sus limitaciones, un evangelio vivo con pies de cura, un pastor dispuesto a dar la vida por las ovejas, como nos recuerda la cruz d nuestro Seminario.

Querido padre, amigo y compañero Ildefonso confiamos, pedimos y esperamos que el Señor te haya acogido con sus brazos misericordiosos abiertos de par en par; que te regale el premio reservado para los que se empeñaron en ser buenos pastores, para los que, en medio de sus debilidades, han querido vivir el ministerio sacerdotal con autenticidad y entrega generosa.

En la comunión de los santos esperamos tu cercanía para poder terminar nuestra carrera y, como dice san Ignacio de Loyola, llegar a la meta habiendo gastado la vida en amar y servir, como tu has hecho.

Un fuerte abrazo, querido Ildefonso. Unidos en el Señor.

Gabriel Leal Salazar

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