NoticiaManos Unidas Justina Banda: «La construcción del hospital avanza gracias a Manos Unidas» Justina Banda, misionera en Zimbabwe Publicado: 07/02/2019: 16860 El 10 de febrero se celebró la Jornada Nacional de Manos Unidas. El viernes previo, Día del Ayuno Voluntario, en Málaga se celebró con una Eucaristía, a las 19.30 horas, en la parroquia Stella Maris y una merienda-cena austera en la sede de esta ONG católica para el desarrollo (calle Strachan, 6). La misionera Justina Banda (Zimbabwe, 1970) nos explica el bien que los proyectos de Manos Unidas hacen en su país. Este fin de semana, lo ha contado también en los programas religiosos de COPE Málaga. ¿Cómo surgió su vocación misionera, siendo usted de un pueblo con muchas necesidades? Nací en una familia cristiana. Mi padre sí era muy religioso, pero mi madre no creía en Dios y se convirtió después de casarse. Nací en un pueblo sencillo de Zimbabwe, una zona de mina en la que la vida no era fácil. Comíamos una vez al día, dos como mucho, pero la escuela era de la Iglesia Católica y era gratuita para ayudar a que los niños pudiéramos ir. Allí estaban los misioneros del IEME (Instituto Español de Misiones Extranjeras) y las Misioneras Hijas del Calvario. Al ver todo el bien que hacían estos misioneros en mi pueblo sentí en mi interior una llamada a ingresar en la congregación. Como ellos, yo también quería ayudar a los más pobres. Y ya he cumplido 28 años como religiosa. ¿Conoce usted los proyectos de Manos Unidas? Manos Unidas está realizando muchos proyectos en Zimbabwe, y cada año los visitan para seguir su trayectoria. En nuestra congregación los acogemos y acompañamos. Los proyectos con los que yo he trabajado son de salud, construcción de hospitales, escuelas, pantanos y de ayuda a la gente que tiene sida. Justo ahora tengo una gran alegría, ver cómo avanza la construcción del hospital en Gwange, gracias a Manos Unidas. Es una zona que se encuentra a 100 kilómetros de las Cataratas Victoria. ¿Qué le parece el lema propuesto este año por Manos Unidas para su campaña? El lema que es “Creemos en la igualdad y en la dignidad de las personas” nos hace caer en la cuenta de que, aunque en el siglo XXI la tecnología y todos los avances científicos han conseguido un desarrollo espectacular, en muchos países nos seguimos encontrando con una gran desigualdad: las personas no tienen dignidad, especialmente en lo que se refiere a las mujeres. Todavía en el siglo XXI, millones de mujeres en los países en vías de desarrollo no son independientes ni viven seguras ni tienen voz. ¿Cómo animaría a nuestros lectores a participar en la campaña de Manos Unidas? Como creyentes, todos tenemos esa llamada a mirar a los pobres. Debemos unir nuestras manos y nuestros corazones porque en el corazón es donde nace el amor para sentir al otro como hermano. Tenemos que mirar la realidad y escuchar lo que Dios nos dice; aprender a compartir y valorar lo que tenemos. Muchas veces veo que aquí, en España, la gente tiene de todo, pero no lo valora. No os podéis imaginar la alegría que es, para mucha gente de mi país, conocer que existe el agua corriente en las casas. Por eso no entiendo a la gente que se queja en vez de valorar lo que tiene. Es muy importante valorar lo que tenemos para ser más felices. 28 años como religiosa, ¿dónde ha compartido su vida en este tiempo? Me enviaron a Estados Unidos a realizar estudios de inglés y matemáticas y después regresé a mi país para dedicarme a la enseñanza en un Colegio de los Hermanos Maristas y en una escuela de Secundaria de las zonas rurales del bosque. Me iba andando con los niños, 9 kilómetros de ida y otros 9 de regreso. En 2006 me destinaron a Roma, a la Casa General de la congregación, donde formé parte del equipo general durante 6 años, representando a las comunidades de Zimbabwe. En 2012 formé parte del equipo provincial de mi país, durante tres años. En 2016 me enviaron a España a una comunidad de Madrid, donde viven 9 hermanas españolas que se marcharon a la misión y han regresado cuando ya sus fuerzas no daban para más. Una de ellas fue mi maestra de novicia en Zimbabwe. Aquí estoy ahora mismo, echando una mano, acompañándolas a los médicos y haciendo lo que puedo con quienes dieron su vida en la misión. Siendo usted natural de un país con muchas necesidades, ¿de dónde le viene la llamada a entregarse a los más pobres? Es cierto que yo nací en una familia pobre, pero a la vez hay una llamada de Alguien que me movió. El testimonio de los sacerdotes y las religiosas que llegaron a mi pueblo (los españoles que nos trajeron la fe cristiana) me impresionó. Ellos hablaban de la opción preferencial de Jesús en el Evangelio, que eran los pobres y nos invitaban a ver en la pobreza un grito de Dios, que nos llamada a dar respuesta. Ante esta realidad, cada uno se debe preguntar: ¿cuál será mi respuesta a la situación de los que sufren? ¿Cuál es el carisma de su congregación? Nuestro carisma es el misterio de la redención, es amar a Jesús en los crucificados y necesitados de hoy, es mirar los calvarios de hoy. En África nuestra misión se concreta en los enfermos de sida, los niños huérfanos, las mujeres… nuestro carisma es la redención de todas estas personas, para que todos vivamos con la dignidad de ser hijos de Dios. Esto es lo importante.