El P. Ladaria, así le llamábamos los alumnos del Colegio Español, es una persona muy querida para cualquier estudiante español en la Universidad Gregoriana de Roma. Es de los profesores que para muchos de nosotros adquiere el título de "maestro".

Sus clases, preparadas con detalle y rigor, eran enriquecidas con su trato pesonal al responder a cualquier demanda de ayuda en las diversas materias que impartía. Su presencia era asidua entre los colegiales españoles.

Su designación para colaborar en la Congregación para la Doctina de la fe, un servicio difícil y a veces mal entendido, ya en tiempos del entonces cardenal Ratzinger, fue muy bien aceptada en general. Ya había desarrollado puestos de responsabilidad en diversas comisiones teológicas. Siempre ha sido un hombre de diálogo y consenso. Su pensamiento, claro y conciso, facilita el diálogo teológico. Su trato es exquisito, revestido de dos virtudes que cuando van juntas embellecen a una persona: sencillez y sabiduría. Su talante "jesuita" le reviste de una austeridad y discreción que le hacen fácil para el trato y apropiado para promover el diálogo y aunar consensos.

En mi tiempo de Roma y posteriores visitas, tuve muchas ocasiones de hablar con él, ya que nos unían amigos comunes de Mallorca. Recuerdo las tertulias cargadas de sabiduría y humanidad. En dos acontecimientos he participado últimamente con él: el primero, hace unos años, en la defensa de la tesis de un sacerdote diocesano, Francisco Castro, dirigida por él: la sabiduría demostrada en el desarrollo de la tesis se enriqueció con la sencillez en la celebracion diocesana y familiar de la misma. Fue un día hermoso para nuestra diócesis. El segundo, en el pasado Año de la Misericordia: pude participar en un Congreso sobre "la misericordia en los santuarios de peregrinación". Varios ponentes íbamos de "teloneros", con diversas comunicaciones y concluía Mons Ladaria con una catequesis sobre la misericorida de Dios: fue una hora maravillosa, desgranando aspectos de la misericordia en la Biblia y los Santos Padres. La profundidad y sencillez de su pensamiento nos cautivó a todos. Y el diálogo después de su ponencia fue rico y cargado de saber teológico y experiencia humana. El P. Ladaria es un hombre sabio, al estilo de la sabiduría bíblica: "saborea a Dios y sabe decir de Dios a los hombres".

Alfonso Crespo