DiócesisHomilías

Encuentro del arciprestazgo de Fuengirola-Torremolinos con motivo de la Visita Pastoral (Catedral-Málaga)

Encuentro del arciprestazgo de Fuengirola-Torremolinos con el Sr. Obispo en la Catedral con motivo de su Visita Pastoral
Publicado: 17/02/2024: 6542

Homilía de Mons. Jesús Catalá con motivo del encuentro del arciprestazgo de Fuengirola-Torremolinos con motivo de la Visita Pastoral celebrado en la Catedral de Málaga.

ENCUENTRO DEL ARCIPRESTAZGO DE FUENGIROLA-TORREMOLINOS CON MOTIVO DE LA VISITA PASTORAL

(Catedral-Málaga, 17 febrero 2024)

Lecturas: Is 58, 9b-14; Sal 85, 1-6; Lc 5, 27-32.

1.- Hemos sido convocados por el Señor para celebrar esta eucaristía con motivo de la Visita pastoral al arciprestazgo de Fuengirola-Torremolinos. La Iglesia es sinodal, tal como nos insiste el papa Francisco, porque camina en comunidad, acompañada por el Señor y guiada por el Espíritu Santo. 

Somos Iglesia en camino, que juntos cruzamos este valle de lágrimas, como rezamos en la Salve, para llegar a la patria celeste, verdadera y definitiva morada a la que Dios nos invita.

Ser cristiano no consiste solo en recibir los sacramentos y celebrar la liturgia; es más bien un estilo de vida en el seguimiento de Jesús, nuestro Maestro y Señor; es un camino de discipulado que se inicia en el bautismo y que impregna toda la vida y todas las dimensiones del ser humano. 

La separación entre la fe y la vida es algo pernicioso. Decir que uno profesa la fe católica, pero vive sin coherencia con la fe, es como no tener fe. 

2.- El profeta Isaías predica la coherencia entre la fe y la vida y dice que cuando alejes de ti la opresión y la calumnia (cf. Is 58, 9b); cuando ofrezcas de comer al hambriento; cuando consagres las fiestas al Señor (cf. Is 58, 13). Entonces brillará tu luz en las tinieblas (cf. Is 58, 10), el Señor te guiará siempre y serás un huerto bien regado y un manantial de aguas (cf. Is 58, 11). Entonces serás fecundo y tendrás alegría.

Si queremos dar buenos frutos de amor y de bondad, tenemos un hermoso programa para realizar en la vida. Como dice el Salmo, que ha sido proclamado: «Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan» (Sal 85, 5).

Es agradable a Dios y fecundo poner nuestra confianza en el Señor, que nunca falla y siempre está con nosotros para escuchar nuestra oración y hacernos felices (cf. Sal 85, 6.11).

3.- El evangelio de hoy nos ofrece el relato de la vocación de Leví, cobrador de impuestos de los romanos, que se convirtió en el apóstol Mateo cuando Jesús le invitó a seguirle (cf. Lc 5, 27): «Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió» (Lc 5, 28); y le ofreció un banquete en su casa (cf. Lc 5, 29). 

La cuaresma nos invita a convertirnos a Dios, dejando lo que obstaculiza nuestro regreso a la casa paterna; hemos de abandonar lo que nos aparta del Señor, para acercarnos a él; hemos de invitar al Señor a que entre en nuestra casa, como hizo Leví. Podemos preguntarnos de qué deberíamos desprendernos en este tiempo cuaresmal; de qué tendríamos que ayunar. 

No se trata simplemente del ayuno de comida; hay otras cosas, actitudes, deseos, costumbres, vicios, estilos de vida, de lo que podemos prescindir y ayunar si queremos seguir al Maestro. 

El Señor nos llama a cada uno de nosotros, para que le sigamos y seamos apóstoles en esta sociedad, que está tan necesitada de amor, de luz, de misericordia y de paz. El Señor nos anima a cuidar a nuestros hermanos, sobre todo los más necesitados y enfermos. 

4.- En casa de Leví había a la mesa un gran número de publicanos y gente sencilla y pecadora (cf. Lc5, 29); por eso los fariseos y escribas (doctos y leguleyos), murmuraban contra Jesús y sus discípulos, criticando que comían con publicanos y pecadores (cf. Lc 5, 30). 

Pero Jesús respondió: «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan» (Lc 5, 32). 

También nosotros nos encontramos entre los pecadores a quienes Jesús nos perdona y nos invita a su banquete eucarístico. También nosotros somos enfermos, que necesitamos ser curados por el amor y la misericordia del Señor (cf. Lc 5, 31). 

La Visita pastoral es una ocasión propicia para revisar nuestro modo de vivir la fe, la esperanza y la caridad. Es necesario examinar cómo celebramos la liturgia: si la preparamos adecuadamente y profundizamos en su verdadero sentido. 

5.- Hemos realizado ya la visita a la mitad de las parroquias del arciprestazgo. Quienes habéis recibido ya la visita podéis compartir vuestra experiencia con los otros, para prepararse mejor. 

En varias parroquias algunos feligreses se han acercado a mí para decirme: “Usted, en las distancias cortas gana mucho”. Naturalmente, es muy diferente ver a distancia al Obispo en una procesión o en la catedral con báculo y mitra, a encontrarnos personalmente en ambientes más cercanos: vuestra parroquia, los locales parroquiales, las casas de los enfermos que visito. 

La visita pastoral favorece el encuentro personal entre el obispo y los fieles. Me alegro de que conozcáis a vuestro obispo de cerca. Que nadie se quede con el deseo de saludar al obispo. Algunas personas mayores me han dicho: “Es la primera vez que saludo personalmente a un obispo”; o también: “Es la primera vez que me he confesado con un obispo”. Todos sabemos que quien perdona es el Señor; los sacerdotes somos representantes suyos. Aprovecho para invitaros a todos a confesarnos sacramentalmente en esta Cuaresma.

6.- Es muy importante nuestra formación, porque debemos estar preparados para dar razón de la fe que profesamos, como nos dice san Pedro en su carta: «Dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza» (1 Pe 3, 15). 

En las asambleas parroquiales suelo preguntaros por qué creéis y que me expliquéis las razones de vuestra fe. Ya podéis preparar la respuesta.

Hoy se celebra en Madrid el Encuentro nacional sobre el Primer Anuncio, fruto del Congreso que tuvo lugar en febrero de 2020. Nuestra sociedad necesita escuchar el anuncio del Evangelio. Aunque estemos en España hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Pidamos al Señor por los buenos frutos de este Encuentro; y estemos dispuestos a anunciar la Buena Nueva que profesamos.

7.- Últimamente escuchamos en los medios de comunicación que la Iglesia va a desaparecer; porque hay menos gente que va a misa, menos gente que se casa por la Iglesia, menos gente que bautiza a sus hijos. No debe preocuparnos tanto el número de fieles cristianos cuanto la calidad; puede haber muchos bautizados, pero no viven la fe. En tiempos de persecución baja el número de los que se llaman cristianos; pero aumenta la calidad, porque se vive con mayor autenticidad y fidelidad a la fe. 

El Señor, que lo sabe todo, nunca dijo a sus apóstoles que todos los hombres serían cristianos. Más bien les dijo que eran como la “sal” (cf. Mt 5, 13). Para dar sabor a una comida hace falta solo una pizca de sal. ¿Cuántos cristianos hacen falta para dar sabor de eternidad a esta sociedad? Muy pocos; el “resto de Yahveh”, como decían los profetas. También el Señor nos dijo que éramos la “luz del mundo” (cf. Mt 5, 14).

San Pablo nos dice que los cristianos somos como la “levadura”, que es suficiente una poca para fermentar toda la masa (cf. 1 Co 5, 6).

8.- Dentro de nuestras comunidades hemos de estar bien avenidos. Puede que algún feligrés no nos caiga bien; o tememos que nos quiten el lugar que ocupamos o la tarea que desempeñamos en la comunidad parroquial. Nadie debe temer esto. 

Cuando el Señor Jesús envió a sus apóstoles a predicar y hacer milagros, vieron que uno que no era del grupo expulsaba demonios; y, un poco enfadado, Juan fue a decírselo al Maestro y éste le respondió: «No se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro» (Mt 12, 30).

A veces rechazamos a otros cristianos, porque no piensan como nosotros, o no nos caen bien, o tememos que nos quiten el lugar que ocupamos o la tarea que desempeñamos en la comunidad parroquial.

Si hay alguien que hace el bien, aunque sea recién llegado, dejad que realice la misión que el Señor le confía. ¡Tú haz la tuya! No tengas celos del otro. Todos somos necesarios para realizar los servicios parroquiales (catequesis, voluntariado, coro); y entre todos sostenemos la parroquia, porque formamos la misma comunidad de fe y de amor y nos necesitamos unos a otros.

9.-  El Señor nos anima también a desarrollar la dimensión comunitaria, porque formamos la familia de los hijos de Dios por el bautismo y somos hermanos en Cristo. Somos miembros de la única Iglesia de Jesucristo. Esta dimensión debe notarse y expresarse de manera visible.

En los comienzos de la época cristiana los paganos se admiraban de cómo vivían los cristianos (cf. Hch 2, 42-47). Muchos se convertían al ver su estilo de vida. 

Esta celebración en la Catedral es un signo visible de nuestra fraternidad y de nuestra sinodalidad. El papa Francisco nos anima mucho a vivir la dimensión sinodal, caminando juntos y trabajando juntos en comunión.

Os animo a celebrar asambleas parroquiales y arciprestales, para reforzar cada día más la dimensión fraternal y sinodal.

Pedimos a la Virgen Santísima, Nuestra Señora de la Victoria, Patrona de la Diócesis, que nos acompañe siempre y de modo especial en esta cuaresma que hemos iniciado y en este tiempo de visita pastoral. Amén.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo