NoticiaCáritas Voluntarios octogenarios con mucho ofrecido y mucho por ofrecer María y Tomás junto a Paqui Cabello, directora del centro de Cáritas Publicado: 16/08/2023: 6975 Colichet María Bosquet y Tomás Márquez son los dos voluntarios más longevos y veteranos de la casa de acogida Colichet. Por su generosa entrega en este centro de Cáritas para enfermos de sida y por el entusiasmo que desprenden en todo lo que hacen, residentes, trabajadores y demás voluntarios han querido rendirles un sencillo pero sentido homenaje para reconocer la gran labor que estos queridos octogenarios llevan realizando desde hace casi 30 años. «Somos muy afortunados por tenerles. Siempre están dispuestos para cualquier tarea y, además, con una gran sonrisa y la mejor actitud. Nos pareció que la celebración del aniversario de la casa que organizamos a comienzos de julio era una buena ocasión para agradecer el impagable servicio que María y Tomás han brindado a los acogidos», explica Paqui Cabello, directora del centro de Cáritas. La constancia y la generosa actitud de María durante tantos años, la han convertido en una de las personas más queridas de la casa. «¿Qué puedo decir yo de María?, una persona que a pesar de su edad y de las duras situaciones que le ha tocado vivir, siempre piensa en ayudar. También durante la pandemia supo acompañar a los acogidos, a quienes llamaba por teléfono para transmitirles unas palabras de ánimo y de cariño. En algunas ocasiones, incluso, se acercaba y les dejaba algún detallito por la ventana», asegura Paqui. «Para mí esta casa es vida y me da vida» Aunque María tiene 88 años y reside en Fuengirola, desde hace más de 26 acude cada lunes a su cita con «los chicos» de la casa. «Como no dispongo de coche, siempre he tenido que ingeniármelas para venir con alguien que fuese para Churriana o que pudiese dejarme cerca. Me encanta charlar con ellos. Me río mucho y veo que ellos también se lo pasan muy bien. Para mí esta casa es vida y me da vida». Durante todo este tiempo, asegura, ha desarrollado la tarea que fuese necesaria. «Algunas veces paseamos, otras, charlamos. Si necesitan ayuda para comer, les echo una mano. Cualquier tarea que yo pueda hacer, mientras esté bien, la haré». María reconoce haber atravesado en su vida por momentos muy duros, en los que necesitó de ayuda espiritual y material para salir adelante. Como ella misma explica, «en las situaciones más difíciles tuve a mi lado a buenas personas que me ayudaron a levantarme. También yo, mientras tenga salud, quiero seguir haciendo cuanto esté en mi mano para ayudar a otras personas, y estos muchachos necesitan de mucha comprensión y cariño». «Las Hijas de la Caridad demostraron tener muchísimo valor y su ejemplo no he podido olvidarlo nunca» Tomás tiene 81 años, vive en Churriana y cuenta con vehículo propio. Con él, durante casi tres décadas, ha podido acompañar a los residentes a diferentes centros médicos y ha transportado mercancías y alimentos donados por algunas empresas y particulares. Actualmente, cada sábado se encarga de recoger de un supermercado cercano los productos donados tanto para Colichet como para el centro gerontológico El Buen Samaritano. Según afirma la directora «Tomás está para todo. Cualquier cosa que le pedimos, antes de que terminemos de decir la frase, ya ha dicho que sí. Ni los problemas de salud, ni las circunstancias y pérdidas personales, han logrado apagar sus ganas de servir». Y es que, a pesar de llevar treinta años dedicando su tiempo a quienes más lo necesitan, con total naturalidad y humildad Tomás explica que «no es nada extraordinario, no es más que un deber». Asimismo, reconoce que los primeros años fueron muy duros, por varios motivos. «La gente de aquí era reacia a que una casa para enfermos de sida estuviese tan cerca. Había miedo. Pero después, con el tiempo y gracias a la información que hoy en día tenemos, los vecinos de aquí se fueron volcando con el centro y le tienen un gran cariño». En los primeros años, aquellos en los que morían dos o tres personas por semana, y por desconocimiento de la enfermedad daba tanto respeto acercarse a ellos, a Tomás le impactó ver «cómo aquellas monjas -Hijas de la Caridad- les hablaban con cariño, los aseaban y cuidaban sin reservas, por muy penosas que fuesen las circunstancias que se encontrasen. Demostraron tener muchísimo valor y su ejemplo no he podido olvidarlo nunca».