NoticiaMedalla Pro-Ecclesia Malacitana Rafael Martín y Antonia Gómez: «La muerte de mi hija fue mi conversión» Rafael y Antoñita reciben la Medalla Pro Ecclesia Malacitana de manos del Sr. Obispo, en la parroquia de Santa Inés Publicado: 15/02/2023: 12043 Medalla Pro Ecclesia Malacitana Rafael Martín y Antonia Gómez, matrimonio desde hace 49 años, recibieron el día de Santa Inés la Medalla Pro Ecclesia Malacitana por su gran generosidad y entrega dedicada a la parroquia que la tiene como titular, en el día en que celebraban el 50 aniversario de la parroquia. «No nos esperábamos nada, fue toda una sorpresa, aunque nuestros hijos sí estaban al tanto de todo», afirman Rafael y Antoñita, como todo el mundo la conoce en la parroquia. Era párroco de Santa Inés el sacerdote Francisco Millán cuando este matrimonio se puso al servicio de lo que hiciera falta: «me pidió que si podía lavar el alba y de ahí terminé ocupándome de todos los enseres de la liturgia: manteles, purificadores, casullas, estolas, hasta de pintar la sacristía», explica Antoñita, para quien había una labor muy especial: «cada vez que limpiaba el Sagrario, al que nunca le ha faltado una orquídea con tres tallos, pensaba, “Señor, te estoy acariciando”». «Mi marido ha sido sacristán que abre y cierra el templo para Misa, para las catequesis, para que la gente vaya al columbario y para lo que hiciera falta», explica Antoñita, «sobre todo en la época en que fue párroco D. Antonio Coronado». Son varios los párrocos con los que Rafael y Antoñita han trabajado: «D. Francisco Millán, D. Miguel Ángel Alonso (con el que pintamos todo el templo en una semana, nos dimos una “pechá”, pero todo sea por Dios), D. Antonio Coronado (con quien estrenamos el nuevo templo), D. Felipe Reina y ahora D. Francisco Castro. Me acuerdo mucho de D. Francisco Millán, con quien compartimos una época preciosa de nuestra vida, y con D. Antonio Coronado también fue una época muy profunda de nuestra vida. Pero querer, queremos a todos los párrocos que hemos tenido, todos son maravillosos». La vida de este matrimonio ha tenido momentos muy duros pues tenían siete hijos «y dos se nos murieron. Siendo aún párroco D. Francisco Millán se murió nuestra hija, y aquella muerte fue mi conversión. Yo pensé que eso era lo más duro que iba a vivir pero en 2005, siendo párroco D. Antonio Coronado, murió otro de nuestros hijos, en un accidente de tráfico, y de nuevo se nos partió el corazón. La parroquia ha sido para nosotros nuestra casa, volcarnos con los demás nos ayudó a llevar adelante el dolor tan grande que vivimos. Aún seguimos haciendo todo lo que podemos, pero ya las fuerzas son menos y las enfermedades más. Yo le pedí al Señor que me dejara por lo menos fuerza en las manos para seguir planchando», explica Antoñita con la voz entrecortada por la emoción. A sus 73 años, Antoñita da gracias a Dios por «esta maravillosa familia que tenemos y le pido por todos y cada uno al Señor y a la Virgen de la Victoria (estoy bautizada, confirmada, casada y celebramos las bodas de oro en el Santuario de la Victoria). Tenemos doce nietos y tres biznietos» La entrega de la Medalla fue «muy emocionante, nos quedamos petrificados y no éramos capaces de levantarnos del banco, ¿cómo íbamos a ser nosotros a quienes llamaban? Pero todo lo hemos hecho por Dios, y por los hermanos», concluye Antoñita agradecida.