NoticiaMisiones Paula Vega: «Los jóvenes tienen una grandísima sed de Dios» Paula Vega Publicado: 24/11/2022: 7315 Misionera digital Paula Vega es de la parroquia Santa María de la Amargura, donde forma parte de la comunidad diocesana de jóvenes Ruah. Profesora de Religión Católica y alumna de Teología en el CESET “San Pablo”, evangeliza desde hace años mediante charlas, talleres y, en redes sociales, bajo el nombre de @llamameyumi, con casi 10.000 seguidores. Ahora ha sido nombrada misionera digital por el Vaticano. ¿Qué es eso de misionera digital? Como cualquier misionero, se dedica a las tareas de evangelización, a testimoniar a Cristo y llevar su amor a todos los confines de la tierra. El misionero digital está llamado a hacer esto mismo, pero dentro del mundo digital, adaptándose a los tiempos del siglo XXI. Monseñor Luis Marín, subsecretario de la Secretaría General del Sínodo, durante una oración de Acción de Gracias con los misioneros digitales, afirmó que, si San Pablo viviese en este tiempo, él también estaría evangelizando en las redes sociales. ¿Cómo empezó y cuál es su misión? Yo empecé a evangelizar en mis redes sociales hace ya unos cinco años. Durante este camino, he ido haciendo comunidad con otras personas que se dedicaban a lo mismo. A veces teníamos encuentros online para compartir ilusiones y dificultades. Un día, a uno de esos encuentros, se unió sorprendentemente Monseñor Lucio Ruiz, responsable de internet del Vaticano, junto con algunos miembros del Dicasterio de Comunicación. Ellos nos explicaron que habíamos sido elegidos para llevar el Sínodo a nuestras comunidades digitales y empezaron a utilizar el término “misioneros digitales”. Semanas más tarde, fuimos enviados oficialmente en una ceremonia preciosa que tuvimos online para poder comenzar con la primera tarea, que consistió en realizar la consulta sinodal con nuestros seguidores. Los misioneros digitales estamos llamados a ser Iglesia en salida en las redes sociales, a llegar a las periferias con creatividad y sin miedo. A testimoniar a Cristo con nuestras vidas, siendo evangelio vivo y dejándonos impulsar por el Espíritu Santo. Como Iglesia: en ella y desde ella. ¿Cómo se vive este proceso sinodal en el continente digital? ¿Hay ganas de construir o también de destruir? En mi comunidad digital se ha vivido con ilusión y agradecimiento. Tengo muchos seguidores que, por desgracia, todavía no viven su fe en ninguna comunidad parroquial, por lo que la consulta sinodal les resultaba imposible. El sínodo digital ha sido esa Iglesia en salida que ha buscado en las periferias para recordarles que ellos son parte de la Iglesia y que también merecen ser escuchados. ¿Qué es lo más difícil de anunciar a Jesús en internet? Personalmente, diría que ver los frutos. En redes sociales se puede medir el alcance, los me gusta, las visualizaciones, la interacción… pero no puedes medir si ha tocado el corazón de alguien o no, al menos que te lo expresen directamente. Sí que hay personas que me escriben y me cuentan, me agradecen. Hay otras veces que no recibo apenas comentarios. O los recibo mucho tiempo después, de alguien que te cuenta como le ayudaste en algún momento de su vida. Como misionera digital, estoy constantemente sembrando semillas, esforzándome por poner mis dones al servicio del Reino, y rezando para que Dios lo haga germinar. Hay veces que me entero de los frutos, pero otras veces no. Es importante ser constante y dejarlo todo en sus manos, confiando en que soy instrumento. ¿Es joven el Evangelio? ¿Hay sed de él entre los más jóvenes? ¡Sin lugar a duda! Las redes sociales me han permitido entrar a conocer el mundo de muchos jóvenes. Intento que mis mensajes sean un espacio de seguridad y confianza donde mis seguidores puedan expresarse libremente. Gracias a eso, he podido afirmar que los jóvenes tienen una grandísima sed de Dios. A veces, buscan saciarse en otras realidades y no lo consiguen. Otras veces incluso sienten miedo de acercarse a la Iglesia y ser rechazados. Creo que debemos ser Iglesia de brazos abiertos que acoja, y también Iglesia que sepa actualizar el lenguaje para hacer el Evangelio atractivo y accesible. ¿Qué le ayuda a llevar adelante esta misión, cuáles son sus principales “cargas de batería”? Primero, la oración, aunque suene muy cliché. Siempre que tengo dudas o dificultades, me siento delante del Señor y me recuerdo que esto es por Él, que soy su instrumento. Incluso cuando me he planteado en abandonar, Él siempre se las apaña para devolverme al camino. También intento rodearme de personas que entiendan este trabajo y que sepan ver los frutos de manera objetiva, animándome y alentándome, pero también corrigiéndome fraternalmente si es necesario. Por supuesto, luego están los comentarios y mensajes de mis seguidores. Es importante para mí cuando alguien me dice que se ha acercado al Señor a través de mi trabajo. Eso es un gran impulso para seguir.