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DOMINGO DE RAMOS. Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón

La Pollinica en la Plaza de la Marina durante la procesión Magna // GERMÁN GARCÍA
Publicado: 04/04/2022: 6641

Jesús ha organizado personalmente su entrada en Jerusalén (Mt 21,1- 8). En ella, viene descrito como «manso», a través de una cita de Zac 9,9: “Mira a tu rey, que viene a ti, manso, montado en una borrica, en un pollino, hijo de acémila” (Mt 21,5). De esta manera Jesús se presenta y manifiesta en Jerusalén como el rey mesiánico anunciado.

El hecho de que el evangelista omita “es justo y victorioso” y conserve “manso” del texto de Zacarías, muestra claramente su interés en presentar a Jesús no solo como rey mesiánico, sino que

Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón quiera resaltar la mansedumbre como un rasgo característico de su realeza. Jesús no entra en Jerusalén como Mesías guerrero, sino como un rey manso y pacífico. La mansedumbre de Jesús en su entrada en Jerusalén no es un hecho aislado. La mansedumbre caracteriza toda la actividad de Jesús: Jesús no es un maestro duro (23,4) y orgulloso (23,5-7) que impone cargas pesadas (23,4), no ligeras (11,30), sino un maestro “manso y humilde de corazón” (Mt 11,29), que invita a todos los cansados y agobiados a ir a él y aprender de Jesús que es manso y humilde de corazón. Jesús ha actuado también con mansedumbre con sus adversarios y con los enfermos (Mt 12,19s).

La mansedumbre aparece como la cualidad más característica de Jesús en el evangelio de Mateo. Esta caracteriza toda su actividad. La mansedumbre abarca y determina las relaciones esenciales consigo mismo, con Dios y con el prójimo: dominio de las emociones propias, libertad y apertura respecto a la voluntad de Dios y amor respetuoso del prójimo.

Gabriel Leal

Sacerdote diocesano

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