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Cuaresma, tiempo propicio para el sacramento de la reconciliación

Publicado: 09/03/2010: 3412

Durante la Cuaresma y con el objetivo de lograr la conversión de nuestros corazones, la Iglesia nos recomienda acudir al sacramento de la reconciliación. Porque, al igual que sólo el que se sabe enfermo, puede empezar a curarse; sólo el que se sabe pecador puede volverse a Dios y experimentar, en su propia vida, el acontecimiento pascual.

No en vano, el sacramento de la penitencia es considerado uno de los sacramentos “de curación”, con los que el Señor ejerce de médico de nuestras almas.

El rechazo a este sacramento por parte de algunos fieles cristianos tiene, en ocasiones, el mismo origen que el rechazo de algunas personas a acudir a la consulta del médico: unas veces, porque no creen en la medicina (no tienen fe); otras, por miedo a que descubran una enfermedad oculta que prefieren desconocer (prefieren ignorar sus pecados porque les asusta su propia realidad y no confían en la misericordia de Dios); y otras, porque no quieren aceptar los inconvenientes del tratamiento médico (cambio de hábitos, de tipo de vida, corregir actitudes…).

Siempre habrá también quien crea que está “sano como una rosa” (a esos también se les recomienda que vayan al médico al menos una vez al año a revisión) y quien se automedique por creer  que sabe más que el médico.  Finalmente, están los hipocondríacos (que se encuentran enfermedades gravísimas ante síntomas leves), acudiendo al médico de forma compulsiva y no logrando, por tanto, nunca el consuelo espiritual.

Frente a estos casos particulares, la mayoría de los fieles acude a la confesión de forma razonablemente habitual porque saben que Dios es un padre bueno, rico en misericordia, que nos espera con los brazos abiertos sin reprocharnos nada, deseando que nos reconciliemos con Él. Para poder así, en la noche de Pascua,  proclamar en el pregón pascual: “¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo! Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!”

Autor: diocesismalaga.es

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