NoticiaEntrevistas Don Manuel Gámez: «Por mucha música que sepa, no podría cantar bien una saeta» Don Manuel Gámez, canónigo y músico // S. FENOSA Publicado: 05/03/2018: 16496 Don Manuel Gámez (Fuengirola, 1927), canónigo del Cabildo Catedral de Málaga, sacerdote y compositor, se inició en la música gracias al sacerdote de su pueblo, cuando era niño. Nos habla de la importancia de la música en la Cuaresma y la Semana Santa. «La música de Cuaresma expresa también la dimensión penitencial» ¿Cómo se inició en la música? Desde pequeño sentí una gran afición por la música. El sacerdote que había en mi pueblo, en Fuengirola, además de ser un santo, cantaba muy bien y le gustaba mucho la música. Nos reunía a los niños y nos enseñaba música a la vez que el Catecismo. Despertó en mí el amor por la música que tenía innato. En Cuaresma vemos cómo las parroquias se transforman: color morado de los manteles, desaparecen las flores… ¿cambia también la música? Sí que cambia. En Cuaresma no se canta el aleluya, que es un canto de alegría, de triunfo. La música de Cuaresma expresa también la dimensión penitencial. Los cantos son solo vocales, es decir se suprime el acompañamiento musical, a no ser que sea necesario para sostener las voces, es decir, para ayudar a que las voces no desafinen, dentro de las posibilidades de cada lugar. La música nos acompaña en el Triduo Pascual y es una explosión de alegría en la Vigilia Pascual. Así es. La explosión de la Vigilia Pascual sucede después de la proclamación de las lecturas bíblicas y el anuncio de la Resurrección del Señor, con el canto solemne del aleluya que entona el celebrante. Esta música jubilar se mantiene durante todo el tiempo pascual y durante todo el año, sobre todo los domingos. Es curioso que ya los Santos Padres decían que los domingos no era día de penitencia, estaba prohibido ayunar y la abstinencia, incluso los domingos de Cuaresma, porque el domingo es la celebración de la Resurrección del Señor. Es muy distinta una celebración solo de palabra hablada, que una celebración donde la asamblea exprese su comunión con el canto, pues el canto coral ayuda a expresar mejor la comunión. Una de las inteligencias múltiples es la musical, con la que los niños pequeños, sobre todo, hacen grandes progresos. Es que la música es una manifestación de un instinto que tenemos los seres humanos para expresar nuestros sentimientos. Es decir, que la música es algo que pertenece a nuestra propia naturaleza, nuestra propia manera de ser. ¿Algún canto de Cuaresma que usted recuerde de forma especial? Pues había un canto que aprendimos en la misión que hubo en Málaga en los años 50 y que dice así: «El Rey del cielo, mi buen Jesús, por mis pecados está en la cruz. Oh Madre mía, no más llorar, cesen tus lágrimas, perdón, piedad». Es un canto precioso que se dejó de cantar, no sé porqué. A mí me gustaba mucho porque nos recordaba, por un lado, los dolores del Señor en la cruz y, por otro lado, los dolores de la Santísima Virgen. ¿Qué nos diría usted de la saeta? Que es un canto muy especial, es una oración. A mí me gusta escucharla en el ambiente para el cual nació: ante una imagen del Señor doliente o de la Santísima Virgen de los Dolores, en la calle. La saeta es como ese flechazo, de ahí le viene el nombre, que le dedica el cantaor en nombre de todos los espectadores, para que llegue a corazón del Señor o de la Virgen. Es un canto muy interesante, y muy difícil, como el canto “jondo” en general. Yo creo que no se aprende, sino que es connatural con la persona. Yo no la cantaría bien, estoy convencido, por mucha música que sepa, no podría cantar bien una saeta. ¿Es la Cuaresma un tiempo triste? Muchas veces esa es la idea que se tiene, pero no lo es. Es un tiempo penitencial que sabemos nos lleva al gran gozo de la Resurrección del Señor. Por eso no es un tiempo triste, sino un tiempo en el que nos tomamos muy en serio nuestras promesas bautismales. La Cuaresma, para los bautizados, termina en la Vigilia Pascual con la renovación de las promesas bautismales. Que vivamos la Cuaresma como Dios manda, para que podamos celebrar la Resurrección con la alegría y el júbilo que brotan del convencimiento de nuestra fe de que Cristo ha resucitado y con Él resucitamos también.