¿Cómo conocieron el Campo de Trabajo Lázaro?

Lo conocimos hace años a través de la página web de la diócesis de Málaga y nos pareció muy interesante. En principio, pensamos en organizarlo en nuestra ciudad, pero después surgió la posibilidad de venir aquí y la verdad es que están siendo unos días maravillosos. Es un intercambio entre diócesis muy bonito, una experiencia de comunión entre unos y otros, que la estamos viviendo con mucha alegría, con mucho gozo.  Creo que es una oportunidad fantástica para acercar a los jóvenes a las realidades de pobreza y exclusión.

¿Qué es lo que les animó a participar?

Nos pareció muy interesante que los jóvenes pasaran las mañanas en los centros, en contacto con la humanidad sufriente, con los pobres, y que después, por las tardes, también tuvieran tiempo para la reflexión, las catequesis y la adoración al Santísimo. Esos ingredientes fueron los que más nos llamaron la atención.

¿Cómo cree que están viviendo los jóvenes de Salamanca estos días?

Están contentísimos y muy bien integrados. Para ellos es una vivencia única. Tienen la suerte de poder compaginar la cercanía a los que sufren, con la convivencia con otros chicos que tienen sus mismas inquietudes. Disfrutan de actividades eclesiales y  también festivas. Los momentos de oración y de escucha de la palabra de Dios sirven también para establecer lazos de unión entre ellos.

¿Se plantean la posibilidad de implantar una iniciativa similar en su ciudad?

Es posible. Cáritas tiene en Salamanca una realidad muy parecida a esta. Contamos con casas para enfermos de sida, pisos de acogida, parroquias y barrios en los que se trabaja con inmigrantes… Es importante que salgan y conozcan la realidad cercana para involucrarse más en su ambiente, pero en esta ocasión, hemos valorado la riqueza añadida que supone la convivencia con chicos de otro lugar y, desde luego, está siendo muy gratificante.