La vida abre caminos y le he ido observando crecer, como un profesional de categoría, con fidelidad a las noticias que le caían o que buscaba desde su identidad más íntima, casi genética. Porque José Luis es muy sensible a Dios y a la gente. A un Dios cercano y a la gente más necesitada. De hecho, cualquier necesitado de Periana se acuerda de él, nos acordamos de él, y acudimos con confianza, buscando. Y siempre lo encontramos a él, dispuesto a echar una mano, a ir donde hiciera falta. Muchos trabajos se le deben a él. A él se le debe el éxito del “melocotón de Periana”, del “aceite de Periana” y de la “buena gente de Periana”.

Tuvo unos padres excelentes, que nos recibieron al mundo y nos enseñaron. Tiene unos hermanos, Jesús y Paco, que fueron alegría viva en el pueblo. Tiene una mujer, Chelo, encantadora, servicial al máximo, con amor de ternura por la Iglesia, con el afán de ser discípula y misionera. Y tiene unos hijos que siempre encuentran a su padre.

Una señal de identidad que marca a José Luis es su amistad con Jesús, su amor a la Iglesia y su búsqueda de la gente saliendo a las periferias del mundo. Seguro que estará muy gozoso con nuestro Papa Francisco. Él tenía necesidad de servir a la Iglesia de Málaga en lo que fuera, barriendo, donde la diócesis quisiera, en total disponibilidad.