NoticiaBlanco sobre Negro Manuel Ángel Santiago: “De María siempre he sentido su cercanía maternal” Manuel Ángel Santiago, sacerdote diocesano Publicado: 05/09/2019: 20098 Entrevista al sacerdote diocesano Manuel Ángel Santiago, nacido en 1958 en Málaga y ordenado en 1990. ¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida? Vivirla con toda su grandeza y limitaciones; la vida es un regalo, un don de Dios Chaplin empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías? Que al día de hoy mi experiencia es totalmente distinta y que respeto profundamente al que piensa o vive distinto a como yo intento vivir. Pero la vida merece ser vivida. ¿A vivir se aprende? Sí, sin la menor duda a vivir se aprende, por ello cuando muere un anciano, perdemos una biblioteca. La madurez se alcanza superando crisis y aprendiendo de todo lo que te rodea y sucede. ¿Y a ser sacerdote? Ser cura es un proceso que no termina nunca. Cada día trae consigo la posibilidad de avanzar en el ministerio, de crecer, de descubrir nuevas dimensiones y de enfrentarte a nuevos retos. ¿Crees que sabes vivir? Lo intento cada día, me esfuerzo en ello, aunque cada uno tiene su propio estilo, su manera de vivir. Somos únicos e irrepetibles. ¿Has sufrido alguna crisis vital? ¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste? Crisis existencial, ministerial… no. Otros tipos de cuestiones, de problemáticas, de sufrimientos, de dudas… como todo el mundo; y en estos momentos mis apoyos han sido Cristo y María; de ella siempre he sentido su cercanía maternal. También de la gente que te quiere de verdad, incluidos los sacerdotes que siempre y en todas las etapas de mi vida me han ayudado incluso con su silencio respetuoso. ¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga? Mi propia existencia, porque las copias, por muy buenas que sean, son copias y Dios nos ha hecho a cada uno originales. ¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra iglesia local hoy? Creo que la de todos los tiempos: ser fieles al Evangelio y, por tanto, la lucha por llevar al hombre de hoy lo que hemos recibido gratis, el Evangelio. ¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar? Puede parecer una frase evasiva pero ha sido el propio yo con quien tengo que luchar cada día. ¿Sabes cuál es mi consuelo? Lo canta el pregón pascual “¡Oh feliz culpa, que mereció tan gran redentor!”, que es a la vez la expresión bíblica “me amó y se entregó por mí”. Esto me da paz. ¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada? De verdad me importa el Evangelio y la llamada constante de Jesús a seguirle; de no ser así no estaría donde estoy y no habría consagrado mi vida al ministerio sacerdotal. ¿Qué no me importa nada? Siempre he intentado que no me importe lo que digan o piensen de mí y sobre todo que eso no me impida nunca manifestar lo que pienso y hacer lo que creo que debo hacer. ¿Siempre lo consigues? Pues no, estoy en lucha… ¿Quién es Jesucristo para ti? Todo, mi Señor. ¿Quién dice la gente que eres tú? Habría que preguntárselo a ellos, pero si me apuras: Manuel Ángel. ¿Te gusta complicarte la vida? Depende de cómo se entienda la pregunta; si la pregunta es desde el “ven y sígueme”, me la he complicado desde hace mucho tiempo, incluso mucho antes de ser cura. ¿Cómo te gustaría morir? Pues como Dios quiera, cuando Él quiera y donde Él quiera. Él lo hizo todo bien, incluso la muerte. En los ejercicios ignacianos te invitan a preguntarte este tema y lo medito con paz; la respuesta interior como cristiano siempre ha sido la misma, antes y ahora: en el nombre del Señor y reconciliado con Él y el mundo. ¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura? Que no tenga miedo de realizar un verdadero discernimiento cristiano y, por ello, a la luz del Espíritu Santo, acompañado por la Iglesia, que en este sentido es madre y maestra. ¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices? Para eso hemos sido creados y por eso la siempre nueva propuesta de Jesús a ser felices, bienaventurados. ¿Qué te preguntas? En el fondo, cómo seguir adelante en fidelidad. ¿Cómo te ves con el paso del tiempo? ¿Has mejorado como los buenos vinos? Con el tiempo uno madura, es fruto de la acción de Dios, pero tengo que tener cuidado pues el vino también se estropea, se avinagra. ¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote? En este momento compaginar la agenda para atender las distintas dimensiones en las cuales se me pide atender, que no son pocas y no caer en la rutina o en el activismo vacío. ¿Qué preguntarías a un joven que se plantea su vocación sacerdotal? Cuál es su visión sobre la vida de un presbítero diocesano. ¿Dónde encuentras la felicidad? En las pequeñas cosas y en la amistad sincera. ¿Rezas para tener éxito? No, simplemente rezo porque lo necesito. ¿Te preocupa cómo vive la gente? ¿Por qué? La vocación cristiana y, de una manera especial, la sacerdotal lleva consigo el amor a la gente. ¿Eres un sacerdote dócil? Intento ser dócil al estilo de María a los planes de Dios sobre mí. ¿Qué es para ti el tiempo? Una incógnita que no te pertenece, está en Dios pero se vive en el momento presente. ¿De qué te arrepientes o tiene remordimientos? Del tiempo perdido y, por ello, del bien que podría haber hecho. ¿Cuál es tu viaje favorito? Me queda por hacerlo: me gusta conocer el mundo, sus gentes, sus culturas… abrir horizontes. ¿Pequeños placeres? Una buena cerveza con un buen amigo. Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo? Nunca me he sentido solo ni por parte de Dios que no me abandona ni por parte de mi familia y amigos. ¿Un olor que recuerdes? Llegar a la casa familiar. ¿Un perfume que te cautive? El jazmín en nuestros patios y jardines andaluces. ¿Tu flor favorita? Las rosas y las orquídeas. ¿Las palabras más hermosas del diccionario? Dios, vida. ¿El regalo más bello que te ha hecho ser presbítero? Las personas. A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote? Sí.