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Enrique Ortigosa, de Renacer, ante su jubilación: «quiero envejecer sirviendo»

Enrique Ortigosa, en la librería Renacer
Publicado: 18/01/2024: 9913

Entrevista

La librería Renacer, referente cultural y religioso desde hace décadas en distintos emplazamientos del centro de Málaga, cuenta con un alma inquieta y curiosa, un amable, ilustrado y siempre ingenioso propietario al que en unos días le llegará la tan ansiada fecha de jubilación. Enrique Ortigosa (Alfarnate, 1959) se jubila, pero la tienda se reinventa, haciendo honor a su nombre, en un nuevo formato. Lo adelanta en la siguiente entrevista.

De vendedor de electrodomésticos en unos grandes almacenes pasó, hace 35 años, a la aventura empresarial en el mundo de los libros. Una carrera muy meritoria en opinión de todos sus clientes ¿Y ahora qué?

Pues misión cumplida. Me preguntaron de la administración pública que si quería jubilarme en febrero y dije que muy bien, así que me he puesto a buscar un relevo y un lugar para no dejar plantada a la gente que ha contado con Renacer hasta ahora. Es verdad que hay generaciones nuevas que ya se valen perfectamente a través de las redes y con las nuevas tecnologías, pero mi preocupación ahora mismo en Málaga es que si Renacer desaparece del todo, a los no digitalizados los dejo tirados. Así que estamos en las tratativas porque habrá un relevo generacional, Dios mediante, en unos días. Como he explicado en el mensaje que he mandado a clientes y amigos, será una persona que tenga fe, que sea bibliófila y que si no sabe todavía, estoy seguro de que será capaz de aprender.

O sea que el espíritu de "Enrique, el de Renacer", seguirá presente...

Voy a apoyar a esta familia en la sombra y sin estrés, pero en lo que necesiten que les ayude, voy a estar detrás. La nueva librería Renacer tiene entre sus objetivos mantener en Málaga una presencia cultural cristiana abierta a todos los lectores de una forma activa, con atención personalizada siempre que lo soliciten, con un mayor implemento de los envíos a domicilio y con la actualización y mayor vigor de nuestras webs: libreriarenacer.com y libreriarenacer.es, con posicionamientos, más activos y con mayor presencia en las redes sociales. Durante el traslado, nuestros teléfonos: 657 45 48 84 y 952 22 46 37, seguirá estando operativos.

En cualquier caso, el tema de la entrevista es el final de su carrera profesional ¿Cómo lo vive? 

Lo vivo, como dice la palabra, con júbilo. El júbilo de haber desarrollado un trabajo con más o menos éxito y con más o menos fortuna y sabiendo que dejas el relevo a alguien que no es como tú, ni falta que hace, pero que intentará hacerlo bien. Y a disfrutar de este tiempo que toca. Hemos empezado hace tres años a coleccionar nietos, pues habrá que estar por ellos y habrá que estar más por casa, apoyando un poco más el hogar y compartiendo más tiempo en familia».

¿Cuál es tu momento favorito? ¿Cuál ha sido el momento en que más te has sentido realizado haciendo esta labor?

No es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero es verdad que los inicios, cuando tienes un vigor, tienes unas ideas y tienes unas expectativas, es un tiempo más feliz en ese sentido. Recuerdo cuando, por ejemplo, no sólo atendíamos la tienda, sino que nos metimos a enviar por correo postal convencional las circulares de novedades semanales. O cuando, a cada acto cultural que se convocaba, si podíamos, nos hacíamos eco antes y, si podíamos, hacíamos la presencia bibliográfica. Si en el momento de presentar una obra tú te encuentras con que el libro está cerca, caes en la tentación buena y te lo compras. Luego lo leerás en un mes o en un año. O no lo leerás y lo leerá tu sobrino o tu mujer. Pero esa cultura ha salido de la caja y ha pasado por unas manos. Entonces yo entiendo que eso era muy gratificante. Pasear los libros hasta los eventos culturales, aunque muchas veces vendías tres libros. Eso es el placer del bibliófilo, aunque sea el quemadero de espaldas del librero.

De los muchos miles de libros que habrán pasado por sus manos, ¿a cuál le ha cogido más cariño?

Los libros que uno toca acaba queriéndolos. A mí me dicen: "tú sabes mucho de libros". Pero yo no sé casi nada. Me voy a la parte de atrás a enterarme quién lo ha hecho y qué es lo que pretende enseñar. Y eso me ha servido para ahondar en unos o en otros. Sacó Luis Alonso Schökel un libro sobre el matrimonio en la Sagrada Escritura ("Símbolos matrimoniales en la Biblia") que era genial. Fue genial, para mí, por muchos motivos. Uno de ellos porque, trayendo al padre Luis desde el aeropuerto hasta Málaga para una conferencia que vino a dar sobre el Espíritu Santo en la Sagrada Escritura, hablamos de este libro sobre el matrimonio. Y todavía tengo yo coraje de no haber tenido una grabadora y haber grabado esas palabras suyas sobre el matrimonio en la escritura, sobre la conyugalidad, sobre el encuentro con el otro... Todo el sentido matrimonial que él había encontrado en la escritura me lo vino contando del aeropuerto acá. ¡Qué pena no haberlo grabado! También la Biblia que él dirigió, la Biblia del Peregrino, que ahora se llama la Biblia de Nuestro Pueblo. Esa Biblia y la de Jerusalén, que fue la primera Biblia con carácter científico que se hacía divulgativa y además con carácter internacional. Esas dos biblias han sido dos instrumentos que han marcado la formación bíblica cristiana en estos 30 o 40 años. Por eso, para mí, son emblemáticas.

Quería preguntarle ahora por su autor favorito pero ya ha dejado clara en la respuesta anterior su especial predilección por el P. Schökel. Dígame entonces, ahora, una editorial.

A todas las editoriales con las que yo he trabajado he procurado siempre darles su sitio, darles su cuidado, conocer lo que sirven y tratar de responder con cierto amor al esfuerzo que ellos hacen por poner un libro en la calle. Si me tengo que decantar por alguna, la colección de espiritualidad de Narcea me parece fabulosa. Cada vez que venía una novedad de espiritualidad de Narcea, decía: "¡qué bien, éste se va a vender!", porque han filtrado siempre muy bien. Y, luego, la colección de espiritualidad de Desclée, la colección de espiritualidad de Sal Terrae, la de Mensajero, todo lo que es la espiritualidad clásica de Ichthys de Sígueme, eso es un joyón. Quien vaya a leer esta entrevista, que busque Ediciones Sígueme y la colección Ichthys. Ahí hay unos clásicos de espiritualidad impresionantes. Ninguno tiene desperdicio. Y esos me recuerdan en Monte Carmelo una colección de espiritualidad fortísima de clásicos de espiritualidad que es genial.

Y para terminar la serie, un cliente al que recuerde con especial cariño.

¿Clientes? Un montón. Así, a bote pronto, Emilio Saborido que en gloria esté. Yo empecé a tratarlo y él empezó a tratarme a mí, cuando trabajaba en el banco y ni pensaba que llegaría a ser diácono algún día. Me encantó ver su evolución como cliente, de las primeras compras que eran como más de espiritualidad, para avanzar hacia las de compromiso pastoral y, de ahí, saltar hacia la Teología... Es que en cada cliente hay una historia, una historia de crecimiento, porque también hay alguna historia de crecimiento que es gente muy intelectual, que ha leído cosas muy buenas y muy sesudas y ha acabado en el Peregrino Ruso. Pero eso forma parte de a dónde tenemos que acabar todos, que es que, después de lo aprendido, nos queda lo vivido; y después de lo vivido, nos queda volver al núcleo.

También habrá malos recuerdos en tantos años de profesión...

No me gusta meterme en política, pero creo que lo peor fue la implantación del llamado decreto Boyer, una ley socialista de 1984, que ejecutó el PP sin que le temblara el pulso en el 2014, y que supuso la primera espita para la brutal subida de los alquileres. Eso provocó que los pequeños comerciantes tuviéramos que salir corriendo del centro histórico porque éramos incapaces de pagarlo. Yo siempre digo a mis clientes que, de calle Granada, nos tuvimos que marchar a calle Carretería; que lo siguiente sería la plaza de Bailén y que, pronto, la cultura estará en los polígonos, porque no podremos pagar los alquileres.

¿El epílogo de Enrique Ortigosa?

Mi epílogo es una canción: "Ojalá que te vaya bonito". Ese irme bonito es poder envejecer sirviendo, porque nos hacemos viejos. La palabra viejo la han desterrado, pero estamos envejeciendo sirviendo, ¿dónde? En la familia, en la parroquia, en el núcleo relacional con el que uno anda, en la gente con la que uno se irá tropezando de una u otra manera cuando camina por la ciudad... 

Y un gracias ¿a?

A Dios. Es difícil descubrir que toda la historia está bien hecha y que cada paso de la historia ha tenido detrás su ángel. Yo miro para atrás y están, claro que están. Lo que nos hace falta es aprender a ver. Cuando aprendes a ver, ves todo lo bueno que hay detrás y cómo las piedras del camino te han enseñado. Voy a poner un ejemplo: Yo era un muchacho lleno de complejos y era consciente del desafecto de una parte del grueso de mi instituto. Años más tarde me encontré con una persona que me llamó por mi nombre y me saludó. Yo fingí que no la conocía, le hice un feo. ¿Por qué? Porque venía de mi adolescencia. Pero ahora, cada vez que recuerdo eso, pienso que no se lo merecía. Nadie se merece que lo desconozcas. Después no he vuelto a ver a esa persona; pero, si la volviera a ver, le diría: te conozco, sé quién eres y eres valiosa por quién eres, no porque yo tuviera complejos en el instituto y tú fueras del grupo de los líderes. Verse uno poco o menos y querer hacer a otro poco o menos te enseña que nadie es más, ni nadie es menos y que lo que tienes delante son personas. Y lo que hay que hacer es tratarlas como personas. Y si es posible, como hermanos.

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Antonio Moreno Ruiz

Periodista y portavoz de la diócesis de Málaga

Antonio1Moreno
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