NoticiaMedalla Pro-Ecclesia Malacitana María Cintado: «Deseando que sean las seis de la tarde para subir a la parroquia» Publicado: 24/10/2023: 7149 Medalla Pro Ecclesia Malacitana María Cintado Ramírez es feligresa de la parroquia de San José, en Vélez-Málaga. Aún recuerda con mucha emoción el momento de la entrega de la Medalla Pro Ecclesia Malacitana, que recibió junto a Rosa María Casasola Román, quien falleció semanas después y de la que habla el párroco, Wilfer Darío Alzate. Entrevista a María Cintado Una Medalla compartida y una entrega llena de emoción, ¿no es así, María? Perdóneme, pero aún me emociono cada vez que veo el cuadro y la Medalla que nos entregaron, y la foto que nos hicieron. Pero, así es la vida y aquí estamos para lo que el Señor quiera. ¡A veces es duro lo que nos pide pero Él sabe mejor que nosotros! Rosa había cumplido aquí su misión y ya está en los brazos del Padre, pero es verdad que es muy doloroso. Fue toda una sorpresa para las dos recibir esta Medalla. Un “sorpresón”. Una amiga me dijo después: “¡si hubieras visto la cara que pusiste cuando te nombraron!”. No sabíamos nada, yo ni me lo imaginaba, ni me lo esperaba, ni nada de nada. Nuestro párroco Wilfer Darío nos lo mantuvo en secreto y no nos dimos cuenta de nada, pero estoy muy agradecida y orgullosa de mi Medalla de la Virgen de la Victoria. La tengo colocada en un lugar privilegiado de la casa. ¿Desde cuándo es usted parte de la comunidad parroquial de San José en Vélez-Málaga? Pues la parroquia era una capilla en los bajos de un bloque, cuando comenzamos. Siempre he ayudado en lo que he podido. Y ahora, con el párroco actual, estoy para lo que haga falta, para preparar los enseres para la Misa, buscar los lectores, la colecta… el jueves celebramos la exposición del Santísimo y hay que prepararlo todo para que el Señor Eucaristía se vea bien desde el final del templo… ¿Qué es para usted su parroquia? Es mi vida. De verdad le digo que cada día estoy deseando que lleguen las seis de la tarde para subir a la parroquia e ir preparando la Misa. Los lunes, que no hay Misa, me falta algo. Yo todo lo hago con mucho cariño, amor y alegría y después… el Señor sabrá. ¿Cuál es su acción de gracias a Dios? Le doy gracias a Dios porque me tiene aquí para ayudar en la iglesia, en la parroquia, en lo que pueda. No sólo ahora porque está Wilfer, sino que también con todos los que hemos tenido antes. ¿Qué destacaría usted de San José de Vélez, de su parroquia? Pues yo le diría que tenemos un sacerdote extraordinario y que aprendemos mucho con él. No somos una comunidad muy grande, pero siempre estamos un grupo en todo. El párroco habla sobre Rosa María Casasola ¿Qué es lo que más valora de Rosa? La enorme disponibilidad que siempre ha tenido para servir, sin límite de tiempo ni distancia y siempre con alegría. Nunca se cansaba de anunciar cómo Dios había cambiado su vida y cómo deseaba que muchos tuvieran apertura al don de la fe. Era una mujer que realizaba las tareas más difíciles y menos visibles, dándole siempre un sentido sobrenatural. ¿Cómo fue su entrega a la parroquia? Se ponía siempre en el el lugar del necesitado, socorriéndole con su obrar humano y espiritual. Recuerdo que, durante el tiempo de la pandemia se desplazó hasta la provincia de Granada, con las miles de restricciones que había entonces, para traerse una señora que vivía sola estaba y estaba enferma, para cuidarla en su casa hasta que se mejorará de salud. Rosa tenía muy claro el anuncio del evangelio del Señor en todo momento. En varias ocasiones, cuando trasladaba gente en su coche les recordaba que mucho necesitaban creerse la Palabra de Dios y tomarla en serio. Los sacerdotes de la Axarquía la queríais mucho, ¿verdad? De hecho, los que no tenían cómo desplazarse contaban siempre son su disponibilidad para llevarlos a los pueblos a celebrar la Eucaristía. Hasta en su lecho de muerte, no dejaba de anunciar el Evangelio de Cristo. Recuerdo que, una de las veces que fui a su casa a visitarla, estaba con una pareja de jóvenes novios con quienes estaba rezando y recordándoles la importancia del sacramento del matrimonio. Rosa era una mujer completamente consagrada al Señor desde su vivencia filial como bautizada, con una firmeza impresionante en la fe la de la Iglesia. Ella pertenecía a la comunidad Neocatecumenal de la parroquia de Torre del Mar, con quienes vivió parte de su vida de conversión y camino en el Señor hasta su muerte, era como su oasis donde retomaba fuerzas para seguir dando pasos. ¿Cómo recuerda el día de la entrega de la Medalla? Lo vivió con mucha sorpresa, pues no se esperaba nada de nada. Ella siempre decía que en la parroquia había mucha gente voluntaria y que cómo se nos había ocurrido elegirla a ella para esa distinción. Fue una de las últimas celebraciones a las que pudo asistir, pues su salud deterioraba cada día más su cuerpo, aunque su espíritu siempre estaba joven para servir y preocuparse por el otro. Yo diría que ha muerto en olor de santidad.