El 12 es el número de las tribus de Israel; 70, el de las naciones gentiles. Estamos en Samaría, por lo que cabe que muchos de los 72 sean samaritanos, apartados de la fe judía y enemigos cordiales de ellos. Lucas pone este “envío” de los 72 tal vez para eliminar distancias entre ambos y demostrar la universalidad salvadora del Maestro de Nazaret. Los envía de dos en dos porque la misión es en comunidad y los enviados no son propagadores, sino testigos; nada de especialistas en comunicación, son enviados. Vivir como cristianos de a pie es la predicación-vida que contagia. El currículum que se les pide es haber experimentado la grandeza del Reino, sin más… ni menos.

Y las recomendaciones que les deja Jesús -no consta que sean escogidos ni menos discípulos, sino del montón- no consisten en normas morales o doctrinas. Se trata de comunicar lo que Dios es para todos, sin excepción y con este perfil:

1. Itinerancia (“poneos en camino”... disponibles y movibles);

2. Dificultad (“como ovejas en medio de lobos”);

3. Pobreza (“Ni talega ni alforja ni sandalias”…);

4. Urgencia (“no os detengáis a saludar a nadie”, que no es ser “esaborío”);

5. Paz (“Decid primero… Shalom”);

6. Humildad (“comed y bebed de lo que tengan”);

7. Curad (“a los enfermos que haya”);

8. Buena Noticia-Evangelio (“El Reino que es Dios está cerca”). Parece que este envío acabó en éxito (la de los 12 en fracaso). Tal vez porque tenían ya “precedentes”. No deja de ser curioso, frente a los más cualificados (los 12 elegidos)

¡Dios mío, cómo es Dios!