NoticiaEntrevistas Monseñor Ángel Javier Pérez Pueyo: «Mi hermana con discapacidad fue mi mayor fuente de gracia» Mons. Ángel Javier Pérez Pueyo, obispo de Barbastro-Monzón // S. FENOSA Publicado: 05/03/2019: 23590 Monseñor Ángel Javier Pérez Pueyo (Zaragoza, 1956) fue nombrado obispo de Barbastro-Monzón en 2014, tras un año como rector del Ponticio Colegio Español de San José, en Roma. Allí conoció a varios sacerdotes malagueños que han cursado estudios de doctorado en la Ciudad Eterna, pero su relación con Málaga viene ya de lejos. El pasado mes de febrero dirigió una de las tandas de ejercicios espirituales de la diócesis para el clero. «El alma del pastor es un alma maternal. Tener entrañas de madre es lo que de verdad ayuda al sacerdote a poder responder a todas las necesidades que la gente tiene.» Su cruz pectoral es la misma que la del papa Francisco, ¿por qué la eligió? Cuando me llamaron para hacerme la propuesta de ser obispo de Barbastro-Monzón, lo único que tenía claro era que, tanto el sello como el pectoral tenían que ser la imagen que Juan Pablo II nos dejó como “leit motiv” para todos los sacerdotes: Jesucristo el Buen Pastor. Al papa Francisco se la regaló un hermano nuestro, D. Cipriano Calderón y, cuando lo nombraron Papa dijo que ya tenía el pectoral, que no hacía falta cambiarlo. La imagen del Buen Pastor es, para mí, el paradigma de lo que tendríamos que ser los sacerdotes. El alma del pastor es un alma maternal. Tener entrañas de madre es lo que de verdad ayuda al sacerdote a poder responder a todas las necesidades que la gente tiene. Ha dirigido usted recientemente una tanda de Ejercicios Espirituales para el clero de la diócesis de Málaga, ¿por qué es importante hacer este parón? Los Ejercicios Espirituales son una gracia que nos deberíamos regalar todos. Uno no se sentiría a gusto subiéndose a un avión al que no se le ha hecho una revisión desde hace 15 años, ¿verdad? Pues todos necesitamos sentirnos queridos, cuidados y atendidos. Y, ¿quién cuida a los que cuidan? Muchas veces estamos todos volcados en la acción pastoral pero, ¿quién cuida de estos que dedican su tiempo, su capacidad y sus dones en favor de los demás? Es más, al final lo más importante es el acompañamiento personal. ¿Qué le diría usted a una persona que está comenzando a degustar la oración? Que la saboree. Es como cuando uno se siente enamorado, que flote, que se deje llevar. Cuando uno está con alguien que sabe que lo quiere, está seguro de que nada malo le va a ocurrir, que cuanto más se abra, se sentirá más lleno y más identificado con el otro. Al final, se dará cuenta de que quien obra es Él. Y a la persona que se encuentra en un momento de soledad y desierto en la oración, ¿qué le diría? ¿Sabes lo que es el piloto automático? Cuando a veces en la vida no te salen las cosas como quieres, como piensas o como necesitas, uno se confía en el Señor y le dice “como quieras, cuando quieras, lo que quieras”. Y el Señor... va haciendo. Mi hermana tenía discapacidad y, cuando era pequeño, escuchaba que la gente le decía: “qué guapa Conchita” y después decían “qué pena”. Y yo no entendía aquello, ¿por qué era una pena? Cuando me fui de casa para comenzar los estudios me di cuenta de que mi hermana ha sido una fuente de gracia y es la que ha hecho crecer en mí la ternura, la cercanía, la bondad. Lo que podía ser una sequedad y una limitación, su enfermedad, fue para mí la fuente de mayor gracia que yo he podido experimentar.