NoticiaColaboración Propedéutica de la enfermedad. ¿Puede Dios habitar en la debilidad? Publicado: 11/09/2019: 5451 El Dr. José Rosado, médico acreditado en adicciones, profundiza en la ampliación de la consciencia de las personas que, padeciendo una enfermedad, son enviadas a su casa sin posibilidad de tratamiento médico. “Si el alma, el espíritu, la persona en su búsqueda de la verdad, prefiere comenzar con la psicología antes que con la metafísica, empecemos nosotros también con la psicología", dijo *Fulton Shen, obispo de Nueva York. Los abordajes indicados para superar las enfermedades son cada vez más efectivos, pero en algunas ocasiones, se agotan todos los recursos terapéuticos y no se resuelve la patología. Se decide el alta hospitalaria y el enfermo, con un pronóstico infausto, es enviado a su domicilio y será el médico de cabecera el que supervisará el tratamiento paliativo, la evolución y dinámica de la enfermedad. Esta persona se encuentra en este mundo como fuera de lugar, y le domina la idea de no "tener solución": convertimos a esa persona en un enfermo terminal al cuidado de su familia. Es un periodo en el que experimenta una agonía existencial porque se tiene que enfrentar, de manera selectiva, no a la enfermedad sino a la limitación de su existencia, que ni comprende ni acepta. Se organiza un rechazo visceral sostenido por el instinto de conservación que nace del cerebro reptiliano y que siempre se encuentra activado y presente. Y éste, informando a todas y cada una de las células, determina una hipersincronía celular que, unificando recursos y capacidades, catalizan sus energías en la dirección marcada de supervivencia que le hace experimentar sensaciones positivas que fortalecen ideas de prolongación de la vida. El cerebro racional, valorando la idea de vivir como un bien, la argumenta y desarrolla, porque este deseo de vivir, que le sale de su hondón, es la principal motivación para buscar soluciones al problema de su limitación existencial: no se imagina desaparecer. Un impulso interior con un hambre de vivir le hace refugiarse en su mente y en la que elabora pensamientos que le ofrecen esperanzas y alegrías; el único camino que se le ofrece, obligado ante la ausencia de otras alternativas, es hacia su interior, pues siendo el lugar donde se origina el problema puede ser también donde se encuentre la solución- En esta introspección, llega a colocar su cuerpo, pensamientos y emociones en un escenario y, aunque los reconoce como propios, los contempla como un observador que los puede estudiar, valorar, modificar y controlar, por lo que se diferencia de ellos. Es cuando discierne que es algo más que un cuerpo y una mente, y señala a su Yo como entidad única, original, autónoma, suficiente e irrepetible (ADN) y con voluntad libre, por lo que, en busca de esa realidad que identifica a su ser, aumenta la intensidad de esa exploración interior. De manera fisiológica se produce una expansión de la conciencia que le señala territorios no hollados que carecen de referencias de tiempos y espacios que le hace experimentar sensaciones de paz, equilibrio, armonía y gozo, y de los que le llegan noticias de trascendencias e inmortalidades que, aunque van más allá de sí mismo, no le son extrañas ni ajenas pues le despiertan singulares añoranzas y nostalgias, y seducido por ellas intuye como si alguien desde su interior, en un susurro amoroso, lo estuviera dirigiendo y orientando. Es alguien entrevisto en el fondo personal de cada ser humano del que recibe y percibe ideas que inspiran sus pensamientos y acciones. Alguien íntimo que es causa y origen de ellas y que aparece disfrazado de múltiples maneras. Alguien que despierta vivos sentimientos de felicidad. Alguien que marcando una inefable atracción, que se transforma en pasión, se presenta como una necesidad esencial porque toma conciencia que toda la estructura de su persona se encuentra dirigida y orientada en esa dirección. En esta dinámica, es cuando formaliza y fundamenta una decisión para continuar esta ruta y, ajeno a todo lo exterior, experimenta una libertad liberadora que le hace sentirse animado y vivificado y que le conduce hacia el encuentro de su verdadera y auténtica realidad. La fe nos “dice” que Dios, siempre al acecho de amor, no deja escapar ninguna oportunidad para manifestarse de infinitas formas, y con un toque de su gracia, ilumina a la razón que al ser sublimada tiene la capacidad de sentir ese Aliento, pues se encuentra en “esencia, presencia y potencia” en la intimidad de toda persona ( “no existe nada más semejante a Dios que el ser humano en su alma”, dice el Maestro Eckart) y donde su Voz resuena de manera permanente y con la misma pujanza. Descubrir nuestra filiación divina, explica el sentido, significado y utilidad de una experiencia humana que es el camino para llegar a nuestro Origen y Meta, y alcanzar la plenitud para la que fuimos creados. Más artículos de José Rosado.