NoticiaEn los Medios «En Venezuela, salvamos vidas gracias a los malagueños» Publicado: 18/02/2019: 13046 El sacerdote misionero Manuel Lozano explica en Diario Sur, desde Caicara del Orinoco, la difícil situación del país latinoamericano por la falta de fármacos y la crisis Donativos o medicinas para Venezuela: Dirigirse a Cáritas Diocesana de Málaga, Rampa de la Aurora 3 (Málaga). De lunes a viernes, de 9.30 a 13.00 y de 17.00 a 20.00. En una de sus fotos en Facebook, el malagueño Manuel Lozano aparece sonriente junto a un grupo de jóvenes de Caicara del Orinoco. «Una de estas jóvenes, María José, murió hace unos meses por falta de medicamentos -afirma apesadumbrado-. Tenía un cáncer, los padres no podían atenderla, y falleció. Y así muere mucha gente en Venezuela por falta de atención médica». Manuel Lozano (Málaga, 1959) es un sacerdote diocesano que, junto a los también malagueños Antonio Collado y Juan Manuel Barreiro, compone el equipo de curas que sostiene la misión diocesana en Caicara del Orinoco, una porción de la selva amazónica con una extensión similar a la de media Andalucía que la Iglesia de Málaga se comprometió a atender hace más de 30 años. La grave crisis humanitaria que sufre el país es paliada, en cierta medida, por el trabajo que estos malagueños realizan y por la ayuda que reciben desde nuestras parroquias: «Podemos decir llenos de alegría que aquí estamos salvando vidas gracias a la ayuda que recibimos de fuera, a la atención de la Diócesis de Málaga, de esos cristianos que van a la Iglesia y aportan su pequeño donativo, o los que van a la Delegación de Misiones y llevan sus medicinas». La falta de medicamentos y de atención médica básica es una de las mayores causas de sufrimiento por parte de la población, señala Lozano: «Aquí, los diabéticos no pueden conseguir insulina, no hay antibióticos, no hay de nada. Y lo que se consigue es gracias al contrabando, al «bachaqueo» que llaman aquí. Lo que no hay en la farmacia lo encuentras en el estraperlo. Es una situación bastante delicada. A través de Cáritas, nosotros recibimos la ayuda de Cáritas de Málaga y de la Delegación de Misiones. La última ayuda que recibimos fue la de la parroquia de San Fernando, en El Cónsul, que nos proporcionó medicamentos. Tenemos aquí un consultorio que, varios días en semana, atiende a la población. Se les proporcionan medicinas que vienen de Málaga porque aquí no se consiguen. Ponemos nuestro granito de arena, esto no es que arregle todos los problemas. Por eso decimos que la ayuda humanitaria que pueda venir de fuera nos parece estupenda, porque no va a acabar con todo el sufrimiento, pero sí que va a evitar muchas muertes». Los sacerdotes malagueños no pierden la esperanza en medio de las dificultades: «Nosotros esta situación la vivimos como el pueblo, con preocupación pero al mismo tiempo con mucha ilusión. Porque Venezuela está mal, no desde ahora sino desde hace mucho tiempo, y la gente quiere un cambio. La gente ya va a por todas. Quiere un país donde haya medicinas, donde haya comida, donde haya más libertades, donde se respeten los derechos humanos... Quieren vivir felices como los hijos de Dios debemos vivir, como los seres humanos. Y aquí no se vive, se 'medio-vive'». La escalada de violencia es otro de los temas que más preocupan a los misioneros malagueños: «Aquí, tanto la Guardia Nacional como el resto de fuerzas del orden han respetado las manifestaciones como debe ser en un Estado de Derecho, porque los ciudadanos tienen derecho a manifestarse pacíficamente. Las manifestaciones han sido pacíficas. Aquí no ha habido esa violencia como desgraciadamente ha ocurrido en otras partes del país, pero sí hay muertos por la delincuencia común. La gente se asusta porque pueda haber una guerra, pero 'guerra' ya hay desde hace mucho tiempo. En estos días he enterrado a un vecino al que le habían dado varios tiros. Hace unos meses le pegaron ocho y se libró, pero esta vez no se ha librado; y también enterré a un policía, que murió cumpliendo con su deber. Aquí hay también secuestros. El padre Juan Manuel Barreiro, que es párroco de Morichalito, ha tenido que ir varias veces a rescatar a feligreses suyos que han secuestrado, a mediar, a acompañar a las familias... Yo una vez tuve que ir con él también a negociar durante varios días para que nos devolvieran un coche que nos habían robado después de maltratar al padre Juan de Jesús Baez que lo conducía. Esto es Caicara, que está en un rincón de Venezuela, y este es el pan nuestro de cada día. Imagínate en las grandes ciudades». Las precarias condiciones de vida y la inseguridad no achantan a Lozano, que se siente no solo evangelizador sino evangelizado por el pueblo al que sirve: «¡Cómo aguanta este pueblo! ¡Y es por la fe!. No se quedan callados. Salen a protestar, pero sin violencia». Del pueblo venezolano han aprendido a tener esperanza y haciendo gala de esta virtud se despide «Tranquilos, que esto va a ir bien y estamos contentos y seguimos adelante. ¡Que Dios me los bendiga a todos!».