Santa Luisa nos enseña el camino de la auténtica vocación cristiana, la de la santidad. Con esta meta, trató de vivirla en su adolescencia como religiosa, pero su mala salud le impidió ingresar en las capuchinas como era su deseo. Posteriormente, vivió seriamente la vocación matrimonial en medio de muchas dificultades debido al mal carácter de su esposo. A los 34 años, enviudó, y trató de seguir buscando cómo hacer la voluntad de Dios poniéndose al servicio de los enfermos, pobres y necesitados, ayudando a san Vicente de Paúl en su misión caritativa. En 1655, aquella obra se convierte en la Compañía de las Hijas de la Caridad, cuya labor se ha extendido durante siglos a lo largo y ancho del mundo. A pesar de su débil constitución física, se desvivió por continuar trabajando hasta su muerte.

En la diócesis, contamos con dos centros escolares que llevan el nombre de Santa Luisa de Marillac: un colegio diocesano en Melilla y otro de las Hijas de la Caridad en la barriada de Huelin.