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Inmaculada Concepción de la Virgen María (Catedral-Málaga)

Seminaristas que recibieron el ministerio del lectorado, junto al Sr. Obispo, en la Catedral, en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción
Publicado: 08/12/2021: 688

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, durante la Eucaristía celebrada en la Catedral de Málaga en la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María

INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

(Catedral-Málaga, 8 diciembre 2021)

Lecturas: Gn 3, 9-15.20; Sal 97, 1-4; Ef 1, 3-6.11-12; Lc 1, 26-38

La Virgen Inmaculada, custodia de la Palabra

1.- La primera desobediencia y la promesa de salvación

Dios creó a Adán y Eva y los puso en el jardín del Edén, conminándoles a no comer del árbol prohibido; pero ellos desobedecieron este mandato (cf. Gn 3, 1-8).

El Señor Dios les llamó para ajustar cuentas (cf. Gn 3, 11) y ellos se excusaron sin aceptar la culpa propia (cf. Gn 3, 12-13).

Lo que sucedió fue que ellos oyeron la Palabra de Dios, que les daba vida y cuidaba de ellos providencialmente, pero no la obedecieron; oyeron, pero no obedecieron; no siguieron las directrices de la Palabra; y por ello perdieron su condición original y los bienes preternaturales. Los primeros padres oyen la palabra de Dios, que da vida; pero, al no obedecerla van hacia la muerte. 

Dios, sin embargo, volvió a hablarles haciendo una promesa de salvación y anunciando la buena nueva de que la descendencia de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente: «Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; ésta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón» (Gn 3, 15). 

Y la Virgen María, cuya fiesta celebramos hoy con el título de “Inmaculada Concepción”, es la Mujer que engendró la descendencia prometida: Jesucristo, la Palabra de Dios, que debe ser escuchada y obedecida; y Ella escuchó y obedeció. 

Por eso hoy proclamamos alegres con el Salmo: «Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas» (Sal 97,1); «se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel» (Sal 97,3).

2.- Alegría al escuchar la Palabra divina

En el pasaje de la Anunciación el ángel comunica a la Virgen de Nazaret el mensaje divino: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). 

La Palabra de Dios trae un mensaje de alegría, de vida y de fecundidad: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1, 31). 

La escucha atenta, dócil y obediente de la Palabra produce gozo espiritual y fecundidad; todo lo contrario que la desobediencia de nuestros primeros padres.  

El Señor nos invita a escuchar con asentimiento y gratitud su Palabra, que ilumina nuestra mente, alegra nuestro corazón y fecunda nuestra vida. 

Como dijo el papa Benedicto: “La alegría es fruto del Espíritu Santo (cf. Ga 5, 22), que nos permite entrar en la Palabra y hacer que la Palabra divina entre en nosotros trayendo frutos de vida eterna. Al anunciar con la fuerza del Espíritu Santo la Palabra de Dios, queremos también comunicar la fuente de la verdadera alegría, no de una alegría superficial y efímera, sino de aquella que brota del ser conscientes de que sólo el Señor Jesús tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68)” (Verbum Domini, 123). 

3.- Custodiar la Palabra de Dios

La Virgen María acogió la Palabra de Dios en su alma, primero, y en su seno, después: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35). 

María, con su respuesta «he aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38), se ha convertido en la Madre de la Palabra hecha carne; la que engendró al Verbo eterno hecho hombre; la que dio a luz al Hijo de Dios. 

Ella leía y meditaba la Palabra de Dios; ella la custodiaba en su corazón; ella es el arca de la nueva Alianza, el sagrario que contiene al Verbo de Dios, Cristo. 

María atestigua su conocimiento de la Palabra cuando en la Visitación a su prima Isabel canta el Magnificat (cf. Lc 1, 46-55) parafraseando el Cántico de Ana (cf. 1 Sam 2, 1-10). Con ello demuestra que conocía las Sagradas Escrituras y rezaba con ellas. Ella es un gran ejemplo para cada uno de nosotros y nos anima a leer, meditar y asimilar la Palabra de Dios, para que fecunde nuestras vidas.

4.- Colación del ministerio de “lector”

Queridos seminaristas, candidatos al ministerio de lector, la Inmaculada Concepción es el modelo de cómo custodiar la Palabra de Dios. ¡Sed custodios del Verbo de la vida! En primer lugar, debéis leer y escuchar la Palabra, aceptarla en vuestro corazón, meditarla con sabiduría y permitir que penetre en el fondo de vuestra alma.

Y una vez acogida, meditada y asimilada os producirá gran alegría y fecundará vuestra vida. Después podréis “proclamarla” en las asambleas litúrgicas.

El ministerio de “lector” que vais a recibir es un servicio a la comunidad eclesial. No se trata de hacer una simple lectura de la Palabra de Dios, o de leerla privadamente o en grupo; se trata de una verdadera “proclamación” en la liturgia, para que otros puedan escucharla y acogerla en su corazón. 

5.- El Adviento, tiempo de escucha de la Palabra

El Adviento, queridos fieles, es tiempo especial de escucha de la Palabra. El Señor nos invita a todos a escuchar y custodiar su Palabra, como hizo la Inmaculada Concepción, ya que nuestra relación personal y comunitaria con Dios depende de nuestra familiaridad con la Palabra divina.  Debe haber un diálogo con Dios; en ese diálogo tomó Dios la iniciativa y se nos acercó, porque quiere decirnos una Palabra de vida y de salvación.

El tiempo de Adviento nos anima a una mayor escucha de la Palabra de Dios y a una profundización de la misma, para que penetre en nuestro corazón y lo haga alegre y fecundo.

Pedimos a la Inmaculada Concepción que nos ayude con su maternal intercesión a acoger con alegría al Verbo de la vida, Jesucristo, a custodiarlo en nuestro corazón y a proclamarlo ante los hombres. Amén. 

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