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Francisco: María custodie el 2018 y el mundo con la paz

El papa en la fiesta de María, Madre de Dios. FOTO: VATICAN NEWS
Publicado: 01/01/2018: 10008

El Papa Francisco presidió la Misa de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, el 1 de enero de 2018, en la Basílica de San Pedro

Para que la fe no se reduzca sólo a una idea o doctrina, todos necesitamos de un corazón de madre, que sepa custodiar la ternura de Dios y escuchar los latidos del hombre.

Que la Madre, que es el sello especial de Dios sobre la humanidad, custodie este año y traiga la paz de su Hijo al corazón, a nuestros corazones y al mundo.

Y como hijos simplemente los invito a saludarla hoy con el saludo de los cristianos de Éfeso ante sus Obispos: ¡Santa Madre de Dios!

Digamos tres veces, todos juntos desde el corazón: ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios!».

Con este ruego, el Papa culminó su homilía del primer día del año, en el que la Iglesia universal invoca a la Madre de Dios, en la Octava de la Navidad del Señor.

En María Dios se hace cercano a la humanidad

Haciendo hincapié en que el año se abre en el nombre «del título más importante de la Virgen», el Obispo de Roma invitó a «dar gracias porque estas palabras contienen una verdad espléndida sobre Dios y sobre nosotros»:

«Y es que, desde que el Señor se encarnó en María, y por siempre, nuestra humanidad está indefectiblemente unida a Él. Ya no existe Dios sin el hombre: la carne que Jesús tomó de su Madre es suya también ahora y lo será para siempre. Decir Madre de Dios nos recuerda esto: Dios se ha hecho cercano con la humanidad como un niño a su madre que lo lleva en el seno».

Con María proclamamos a Dios Padre al servicio de la vida humana

Recordando que en María el Dios del cielo se ha hecho pequeño y que el hombre ya no es huérfano, el Papa reiteró la belleza de «reconocerse en el Dios frágil y niño que está en los brazos de su Madre y ver que para el Señor la humanidad es preciosa y sagrada»:

«Por lo tanto, servir a la vida humana es servir a Dios, y que toda vida, desde la que está en el seno de la madre hasta que es anciana, la que sufre y está enferma, también la que es incómoda y hasta repugnante, debe ser acogida, amada y ayudada».

Una vez más el Papa invitó a contemplar el pesebre, custodiando como María el misterio de amor en la pequeñez y recordó la importancia del silencio dejar que Jesús hable a nuestro corazón:

«Reservar cada día un momento de silencio con Dios es custodiar nuestra alma; es custodiar nuestra libertad frente a las banalidades corrosivas del consumo y la ruidosa confusión de la publicidad, frente a la abundancia de palabras vacías y las olas impetuosas de las murmuraciones y quejas».

«Éste es el secreto de la Madre de Dios: custodiar en el silencio y llevar a Dios», señaló el Papa, para luego recordar que «el corazón invita a mirar al centro de la persona, de los afectos, de la vida». Y que «también nosotros, cristianos en camino, al inicio del año sentimos la necesidad de volver a comenzar desde el centro, de dejar atrás los fardos del pasado y de empezar de nuevo desde lo que importa. Aquí está hoy, frente a nosotros, el punto de partida: la Madre de Dios»:

«Porque María es exactamente como Dios quiere que seamos nosotros, como quiere que sea su Iglesia: Madre tierna, humilde, pobre de cosas y rica de amor, libre del pecado, unida a Jesús, que custodia a Dios en su corazón y al prójimo en su vida. Para recomenzar, contemplemos a la Madre. En su corazón palpita el corazón de la Iglesia. La fiesta de hoy nos dice que para ir hacia delante es necesario volver de nuevo al pesebre, a la Madre que lleva en sus brazos a Dios».

Como madre explicó el Papa, posteriormente en el Ángelus, María desempeña una función muy especial: se coloca entre su Hijo Jesús y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos”. Y añadió que Ella intercede ante su Hijo por las “necesidades de los hombres, especialmente los más débiles y necesitados”.

“Precisamente a estas personas – explicó el Santo Padre – está dedicado el tema de la Jornada Mundial de la Paz que hoy celebramos: “Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz”. Por esta razón el Papa manifestó que deseaba, una vez más, hacerse voz de estos hermanos y hermanas nuestros que invocan para su futuro un horizonte de paz”. Y glosando una frase de su Mensaje para esta 51ª Jornada Mundial de la Paz, Francisco recordó que por esta paz – que es un derecho de todos – muchos de ellos están dispuestos a arriesgar sus vidas en viajes largos y peligrosos, afrontando fatigas y sufrimientos.

El Papa pidió que no apaguemos la esperanza que albergan en su corazón; no sofoquemos sus expectativas de paz. Porque como dijo el Santo Padre, es importante que por parte de todos, instituciones civiles, realidades educativas, asistenciales y eclesiales, exista el empeño de “asegurar a los refugiados, a los migrantes y a todos, un futuro de paz”. De ahí que el Pontífice haya pedido al Señor que nos conceda obrar durante este nuevo año con generosidad para realizar un mundo más solidario y acogedor.

También manifestó su aprecio por las múltiples iniciativas de oración y de paz, organizadas en tantas partes del mundo con ocasión de la Jornada Mundial de la Paz. Además de saludar a los participantes de diversas manifestaciones relacionadas con la paz en la tierra, el Obispo de Roma animó a todos estos “queridos amigos” a llevar adelante “con alegría su empeño de solidaridad, especialmente en las periferias de las ciudades, para favorecer la pacífica convivencia”.

A todos los presentes el Pontífice renovó sus parabienes por un año de paz en la gracia del Señor y con la protección maternal de María, la Santa Madre de Dios. Y concluyó diciendo: “¡Buen año, buen almuerzo, y no se olviden de rezar por mí! ¡Hasta la vista!

(Crónica de VaticanNews)

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