«En mi caso es igual, un escultor trabaja con gubia, la misma herramienta que yo, y va escarbando la madera pero se encarga de hacer figuras básicamente humanas y un tallista no representa al ser humano sino la ornamentación, la parte vegetal y arquitectónica», dice Manuel.

Las manos de Manuel se pueden ver en la parroquia de Ardales, el oratorio de la Penas en Pozos Dulces, la capilla de la Expiración o la talla ornamental del Cristo de la Redención de Málaga capital que salió el año pasado. A estos y otros trabajo comenta Manuel intenta darles «un fondo, un cimiento, no hacer las cosas porque sí. Un sagrario, un trono o un retablo pueden servir como instrumento devocional. Mi objetivo es que las obras tengan belleza y sean un cimiento que nos ayude en nuestra fe. Yo soy una persona con una fe firme y decidida y lo intento plasmar en mi obra. Es complicado de explicar. Es un trabajo que cuando se ve en la calle o en una parroquia parece fácil, pero echamos muchas más horas que si fuera una actividad que no tuviera ese componente religioso. Yo he trabajado en otras actividades ajenas a este mundo y en absoluto se echa el corazón que se puede poner en esto. Aquí echas el corazón y el alma, no es cuestión de dinero, reconocimiento, ni nada eso es cuestión de echarle alma».