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Despedida de las Hijas de la Caridad de la comunidad "Margarita Naseau" de Colichet-Churriana (Residencia El Buen Samaritano-Málaga)

Eucaristía de despedida de las Hijas de la Caridad de la Casa Colichet celebrada en la capilla del Buen Samaritano
Publicado: 01/12/2021: 1123

Homilía de Mons. Jesús Catalá durante la Misa con motivo de la despedida de las Hijas de la Caridad de la comunidad "Margarita Naseau" de Colichet celebrada en la Residencia El Buen Samaritano el 1 de diciembre de 2021

DESPEDIDA DE LAS HIJAS DE LA CARIDAD DE LA COMUNIDAD “MARGARITA NASEAU” DE COLICHET-CHURRIANA

(Residencia El Buen Samaritano – Málaga, 1 diciembre 2021)

Lecturas: Is 25, 6-10ª; Sal 22, 1-6; Mt 15, 29-37.

1.- Estimado hermano en el episcopado D. Ramón, queridos sacerdotes, muy queridas hermanas, trabajadores, voluntariado y usuarios de la Casa de Colichet; hermanos todos.

El Señor nos convoca esta tarde para celebrar la acción de gracias a Dios Padre en esta Eucaristía por medio de Jesucristo.

Queremos dar gracias también a todos los que habéis contribuido durante estos años a mantener y servir a la Casa de Acogida que cariñosamente llamamos “Colichet”. Y, de una manera especial, un agradecimiento a las Hijas de la Caridad.

Hoy se celebra el “Día del SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida); y es providencial que hoy agradezcamos a las Hermanas Hijas de la Caridad su colaboración y su presencia de casi treinta años en el Centro de Acogida “Colichet” para enfermos del SIDA.

2.- En la liturgia de hoy las lecturas nos presentan tres motivos para dar gracias a Dios por lo que Él hace con nosotros.

En primer lugar, hemos sido salvados de la muerte. El profeta Isaías anuncia la acción salvadora de Dios sobre todos los pueblos: «Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo extendido sobre todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros» (Is 25, 7-8).

Lo que el Señor anuncia a través del profeta Isaías lo habéis hecho todos. Habéis estado enjugando las lágrimas de los rostros de tanta gente que ha pasado por esta Casa.

3.- Estos textos son apocalípticos, pues nos hablan del final de los tiempos, pero tienen referencia al tiempo actual. Los gestos que aquí se realizan se cumplirán de manera plena en la eternidad. El Señor nos enjugará las lágrimas de todos nuestros rostros y aniquilará la muerte del pecado y la muerte temporal para siempre.

Pero aquí en la Tierra el Señor también enjuga las lágrimas, sirviéndose de cada uno de nosotros. Somos instrumentos del Señor para hacer lo que Él quiere que hagamos.

Hace falta en nuestro tiempo enjugar muchas lágrimas, comprender mucho sufrimiento, acoger a personas necesitadas. Hoy queremos dar gracias a Dios de modo especial por vosotras, queridas hermanas, y por todos lo que han colaborado en esta hermosa tarea.

4.- La segunda actitud que el Señor tiene con nosotros es que somos guiados por el Buen Pastor. Hemos rezado en el Salmo: «El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas» (Sal 22, 1-3).

Cristo es el Buen Pastor que cuida de nosotros. Conoce y cuida a todas sus ovejas: a las débiles las alimenta, a las enfermas las cura y está junto a todas ellas; a las sanas las lleva a buenos pastos y a aguas de manantiales limpios y frescos.

«Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan» (Sal 22, 4). Eso hace el Señor con nosotros y lo realizará de modo pleno en el más allá, después de la muerte temporal. Pero ahora también nos pone acompañantes que caminan con nosotros por cañadas oscuras, que nos llevan a fuentes tranquilas, que nos hacen recostar, que nos cuidan.

Todo eso queremos agradecer hoy. Damos gracias a Dios por lo que hace Jesucristo; lo ha hecho y lo sigue haciendo a través de su Espíritu. Y también damos gracias a Dios por las personas que ha puesto a nuestro lado: sacerdotes, religiosas, hermanas, voluntarios, trabajadores, simpatizantes, colaboradores… Todo un ejército que en este tiempo ha estado ayudando, acompañando, reparando fuerzas, caminando junto a otros por cañadas oscuras hasta ver la claridad y la luz.

5.- El tercer símbolo es que estamos invitados al banquete del Señor.

Tanto el profeta Isaías como el Evangelio nos hablan del banquete. Isaías dice: «Preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares exquisitos, vinos refinados» (Is 25, 6).

Y en el Evangelio nos relata cómo Jesús siente compasión de la gente, porque llevaban tres días detrás de Él y sin comer, y pide a los discípulos que buscaran la manera de alimentarles (cf. Mt 15, 32-34).

Cristo hizo el milagro de los panes y los peces, pero alguien tuvo que poner los panes y los peces. El Señor nos invita a su mesa, a la mesa de la Eucaristía en la que Él es la comida y la bebida que nos fortalece. Pero Él nos pide que pongamos lo que tenemos.

6.- Hoy queremos dar gracias al Señor sobre todo por las hermanas, porque habéis puesto los panes y los peces para que alguien saciara su sed, no sólo física, que también, sino la sed de la salud, la sed de la alegría, la sed de tener ganas de vivir, la sed de transcendencia, del amor de Dios.

El evangelista concluye diciendo: «Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos» (Mt 15, 37).

Se pusieron siete panes y se recogieron siete canastos. El Señor nos pide que pongamos lo que tenemos, aunque sea muy poco: un panecillo, una obra bien hecha, una entrega de nuestra vida, un poco de nuestro tiempo. Con un poco que ponemos el Señor lo multiplica, porque la providencia de Dios es infinita. Todo lo que vivamos en este mundo será multiplicado infinitamente en el más allá, en la vida eterna.

Hoy damos gracias a Dios de la mejor manera y de la forma que nos ha enseñado Jesús, que es en la Eucaristía, en una acción de gracias en la que ofrecemos su misterio Pascual al Padre, ofrecemos a Cristo que se entregó. Él no puso un panecillo y un pescado, Él puso toda su vida, Él se entregó hasta el final.

Muchas gracias queridas hermanas. La Iglesia de Málaga está en deuda con vosotras. Y, aunque sea pobremente, queremos deciros: ¡Gracias!

7.- Que el Señor os siga bendiciendo y multiplicando cada gesto de amor que habéis hecho; que el Señor siga multiplicando los gestos de amor que seguiréis haciendo hasta que os lleve a la eternidad y cada gesto de ese tipo será multiplicado por infinito. Nuestra mente no alcanza a comprender lo que es el infinito. Podemos multiplicarlo por mil, por un millón o por muchos miles de millones, pero no acabamos de entender porque el infinito es siempre más todavía.

Junto con la Virgen, la figura principal del Adviento, damos gracias al Señor y con Ella también pedimos al Señor que os bendiga a todos y, de modo especial, a las hijas de la Caridad que han estado casi treinta años en la Casa de Acogida. Que así sea.

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