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Funeral del policía asesinado en Málaga, Francisco Díaz Jiménez

Publicado: 22/05/2014: 844

 

 

FUNERAL DEL POLICÍA ASESINADO EN MÁLAGA

FRANCISCO DÍAZ JIMÉNEZ

(Málaga, 22 mayo 2014)

Lecturas: Rm 6, 3-9; Sal 95, 1-3.10; Jn 15, 9-11.

1.- Queridos hermanos, un saludo fraternal y nuestra más sentida condolencia a la familia de Francisco Díaz Jiménez, policía nacional fallecido ayer en Málaga en acto de servicio.

Saludo también a las autoridades, a sus compañeros de servicio y a cuantos han querido hacerse presentes. Agradecemos a la Policía Nacional y a los Cuerpos de seguridad del Estado su dedicación y entrega diaria en el servicio que prestan a la sociedad.

Tras el acto oficial que acaba de realizarse, estamos en este momento en una celebración litúrgica, que expresa la fe en la resurrección y el infinito amor de Dios a todos los hombres.

                Hay acontecimientos de la vida que nos interrogan sobre el sentido de la misma, y nos plantean las cuestiones más profundas del ser humano: ¿Qué sentido tiene el dolor, la enfermedad, la misma muerte? ¿Existe una vida tras la muerte temporal? Ante estos interrogantes la inteligencia humana no encuentra siempre respuestas adecuadas. Pero la fe, que aporta una sabiduría revelada y viene en ayuda de la razón, le ofrece el sentido de las realidades últimas. La muerte temporal no es el final el ser humano; existe vida más allá de este mundo.

A nadie se le obliga a aceptar esta fe en la resurrección; la Iglesia ofrece lo mejor que tiene: las virtudes teologales de la fe, la esperanza cristiana y el amor de Dios.

2.- El texto de la carta de san Pablo a los Romanos, que ha sido proclamado, nos recuerda que el bautismo nos incorpora a la muerte y a la resurrección de Cristo; es decir, a su misterio pascual. Unidos a Jesucristo podemos alcanzar una vida nueva (cf. Rm, 6, 3-5), aquí en la tierra y más allá de la vida temporal.

                Estamos celebrando aún el tiempo pascual, en el que la Iglesia nos ofrece la posibilidad de asimilar y vivir la resurrección de Jesús, que murió por la salvación de la humanidad y ahora vive resucitado y glorioso por los siglos.

Málaga vive con entusiasmo y solemnidad la Semana Santa. Las Cofradías ofrecen con libertad el misterio que celebran desde la fe. Pero el acontecimiento primordial, que ha cambiado la historia humana, ha sido la resurrección del Señor Jesús. Por la fe sabemos que «Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él» (Rm 6, 9).

 Agradezco a la Cofradía, conocida con el nombre de “El Rico”, que haya propiciado esta celebración eucarística en favor de nuestro hermano Francisco. Los lazos de amistad y buena relación de la Cofradía con el Cuerpo Nacional de Policía favorecen el poder compartir libremente la fe cristiana.

3.- El Evangelio de san Juan nos exhorta a permanecer en el amor de Dios: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor» (Jn 15, 9).

                Somos capaces de amar, porque previamente hemos tenido la experiencia de ser amados.

                Para permanecer en el verdadero amor no es suficiente el sentimiento; es necesaria la donación de sí mismo. Amar no es simplemente recibir afecto, sino entregar la vida por los demás; ese es un gesto de verdadero amor, que ha hecho el policía nacional, nuestro hermano Francisco.

                El Señor nos ha dado unos criterios de amor, que son Diez Palabras de vida: los Mandamientos. Quien cumple estas palabras de vida y de amor, permanece en el amor de Dios: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor» (Jn 15, 10).

4.- Permanecer en el amor lleva a la alegría. Jesús nos invita a vivir el amor de Dios y a cumplir los mandamientos para que podamos alcanzar la alegría plena: «Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (Jn 15, 11).

Pedimos al Señor que acoja en su Paz a nuestro hermano Francisco y que le llene de su alegría eterna.

                Y a los que quedamos en este mundo, le pedimos que la luz del Evangelio ilumine nuestras vidas y nos haga ver el verdadero sentido de la vida y del amor. Amén.

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